Entrevista

Cruz Sánchez de Lara: “Putin querría ser Catalina la Grande, pero no lo reconocerá en voz alta, porque era una mujer”

“El sexo es el baile de la seducción, es un deseo de que los demás nos quieran: la ejecución no tiene importancia, es gimnasia, es mecánica”

Fecha de publicación:
Dirección creativa

Esteban Palazuelos

Asistente creativa

Magdalena Siedlecki

Ayudante de Estilismo

Ana Pérez

Maquillaje

Rosa Navajas

Peluquería

Rosalía García Liria

Hay dos mujeres fascinantes hablando a deshora en la noche, o quizá muy temprano en la mañana, como quien ha pasado la madrugada en vela contándose la vida secreta: Cruz Sánchez de Lara y Catalina La Grande. La una indaga arduamente, con la inteligencia única de quien sabe hacer las preguntas correctas, la otra responde con el corazón y el cerebro en llamas. Es un oráculo de escritura.

Me las imagino conversando a través del tiempo, mirándose a los ojos a través de siglos de historia, en vieja comunión entre Europa y Rusia, y algo aún más hondo: hermanadas en la narración de las mujeres fuertes y leales que se aúpan unas a otras, de las mujeres heridas que acaban por convencerse de su poderío, de las mujeres que entienden de dolor, de libertad y de deseo.

La corte de la zarina (Espasa) es una novela y una investigación histórica, una larga carta, un diario, una víscera viva de pasiones y gestas. Ilumina como un descubrimiento constante. Los hechos y los personajes son reales, pero Sánchez de Lara los escruta hasta ficcionar (a partir de los estudios académicos más recientes) sus frustraciones y sus ideas calientes, sus ambiciones y sus pánicos, sus gigantescas ganas de cambiar el mundo, de operar en él, de no pasar de puntillas por la experiencia de estar vivo… ni por los libros de historia. Complejos, contradictorios, hermosos y terribles al mismo tiempo. Víctimas, verdugos, supervivientes simultáneos.

Aquí la vida como un milagro encadenado de juegos y casualidades: la vida como muñecas rusas conteniéndose entre sí. Aquí la vida como un riesgo constante: la vida como una ruleta rusa.

Capa y vestido de Pedro del Hierro, anillo de Chocrón y pendientes de Joyas Bárcena

Foto uno de Cruz Sánchez de Lara con look dos
Foto dos de Cruz Sánchez de Lara con look dos

Esta obra colosal arroja luz sobre una figura extrañamente desconocida para nosotros a pesar de sus orígenes españoles: José de Ribas, el almirante-amante de la zarina Catalina la Grande y una de las figuras más relevantes de la expansión del Imperio ruso. Sería deseable, como sugieren la autora y la editorial, que Pedro Saura, presidente de Correos, proponga a la Comisión Filatélica hacer justicia a la memoria de este hombre extraordinario con la emisión de un sello: claro que hemos vuelto a pecar de desmemoriados.

Cuando pienso en Catalina La Grande, me acuerdo de aquella frase de Alvite: “Más que las mujeres de las que se habla, me interesan las mujeres de las que se murmura”. Es del todo cierto. Este es el cuento morboso, audaz y brillante de una hembra sin par. La que fue humillada por su marido. La que le derrocó y luego hizo creer que había muerto a causa de unas hemorroides, por aquello de la revancha poética. La estudiosa. La estratega. La emancipada. La “hombreriega” (¿se acuerdan de esa palabra perfecta inventada por Ana María Matute?).

La genia del sexo y del poder que amasó más de cien amantes, la que disfrutó de la figura de una amiga como “catadora de hombres” (los probaba, los medía… y después se los recomendaba, ¡o no!), la que iba armada con una cuchilla escondida entre las joyas de su traje. La reivindicada por sí misma. La feroz, la romántica, la implicada. La que se perdía, feliz, entre las sábanas de Potemkin. La admirada. La odiada. La indiscutible matriarca de Rusia.

Sánchez de Lara hilvana con sensibilidad y rigor (la combinación más retadora), con ojo clínico y sentimental, esta historia apasionante que nos habla del mundo de hoy y del de ayer. De las mujeres de hoy y de las de ayer. Sus retratos psicológicos saltan de las páginas y escrutan la cara del lector hasta acabar tomándole el pulso. De esto hablamos cuando hablamos de talento.

Foto uno de Cruz Sánchez de Lara con look tres

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki
Vestido de Pedro del Hierro, tiara y brazalete de Joyas Bárcena

¿Qué podría aprender Putin de Catalina la Grande?

Este señor se cree que es el zar de Rusia, pero Rusia no ha sido esto nunca. Él tiene muchas carencias, y mientras más estudias la historia de Rusia, más se nota. Putin no tiene ningún plan propio: se limita a copiar planes ajenos… y sí, yo creo que Putin querría ser Catalina. Lo tengo clarísimo.

Aunque no se lo reconozca a sí mismo.

No lo hará, es demasiado fuerte para él decirlo, porque al final es una mujer. Putin emula el proyecto griego de Potemkin, y eso lo cuento en el libro. Creo que es un libro útil donde la gente puede sentir que está aprendiendo no sólo de la geografía y la historia de Rusia, sino del actual delirio de un hombre que quiere ser Catalina la Grande. Bueno, esto es una elucubración mía… pero lo creo. Putin emula e imita hasta un punto ridículo a Potemkin, que fue estratega y militar de Catalina e hizo muchas locuras porque creía ciegamente en ella, y viceversa.

De hecho, una cosa asombrosa es que cuando empezó la invasión de Ucrania, una de las primeras cosas que se llevaron los rusos fue el cadáver de Potemkin, ¡sus restos!… O sea, que yo, sin buscarlo ni pretenderlo, pero con la cosa de investigar a Ribas por ser español, he dado con una historia muy política. Los hombres que leyeron esta novela al principio encontraron en ella muchas claves estratégicas del presente. Al final nos empeñamos en repetir la historia: sobre todo la repiten los que no son creadores brillantes, como Putin. Él querría vivir la grandeza del Imperio ruso de Catalina.

Ella era una extranjera en un ambiente hostil.

Exacto, y consiguió hacerse con los rusos y llevar al país a su esplendor. Firmó la paz con los turcos… es cierto que se dieron circunstancias, como una epidemia brutal, y no era el momento de luchar, pero no podemos negar que Catalina consiguió muchísimas cosas a base de estrategia.

Me pareció valioso el trabajo intelectual que hizo. Su inmersión, aprender el idioma y amar la cultura, convertirse al cristianismo ortodoxo… abrazó el sitio en el que se quedó a gobernar. A veces los hombres pasan de puntillas hasta por lo que gobiernan.

Sí, Catalina gobernó con una profunda inteligencia emocional. Ella venía con una frustración tremenda… mientras gobernaba la zarina Isabel, la tía de su marido, ella se dedicó a estudiar todas las leyes civiles de Rusia para estar preparada, para llegar en algún momento y proponer una alternativa. Cuenta que cuando estaba encerrada formándose, al servicio no le daba ni tiempo a cambiarle la tinta de las plumas. ¡Se pasaba las noches escribiendo…! Su gran proyecto fue redactar de nuevo todas las leyes civiles. Ella se creyó que cuando fuera emperatriz iba a conseguir sacarlas adelante, y se encontró con la oligarquía, y los terratenientes, y los propietarios de los esclavos… que no le permitieron abolir aquello. De ahí su frustración. Le ofrecieron grandes títulos, la trataban como a una señora madre, como a una virgen, y ella casi se lo tomó como ofensa: “No me deis tantos títulos, que nunca apoyasteis mi reforma”.

¿Qué hay del descubrimiento de José de Ribas? Ese hombre tan desconocido en nuestra tierra con orígenes españoles y que consiguió fundar en Odesa un puerto inspirado en el de su Nápoles natal… casi nada.

Creo que es un hombre que me hubiese caído fenomenal.

¿Te hubieses enamorado de él?

Creo que no.

Era pequeñito.

A estas alturas, no nos vamos a enamorar de alguien por su estatura (ríe). Seríamos bastante cortitas. Su altura no le reflejaba. Era un hombre valiente. Hay que ser muy valiente para irse a Rusia sin saber bien qué te espera, hablando seis idiomas… pero ninguno el ruso. Cuando llegó allí, se encontró en circunstancias muy complicadas, porque él llegó por el hermano del favorito de Catalina justo cuando ella rompía con él.

Pero supo estar, supo permanecer, supo conseguir sus objetivos. Te he dicho que no me podría enamorar de él… pero fíjate, tiene algo en común con el hombre del que yo estoy enamorada. Y es que cuando se le mete algo entre ceja y ceja va a por ello y lo consigue, haya que hacer lo que haya que hacer. Y él quiso que los Ribas fueran algo importante. Su vida tuvo una causa porque la dio por la grandeza del Imperio ruso. Murió en acto de sacrificio para que pudiera prosperar el complot y las ideas de Catalina.

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki
Vestido de Koahari, pendientes de Joyas Bárcena

Foto uno de Cruz Sánchez de Lara con look siete
Foto dos de Cruz Sánchez de Lara con look siete

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki

Una de las tesis últimas del libro es que Rivas se casó con la hermanastra de la mismísima Catalina.

Es la tesis que yo defiendo. Me parece maravillosa. Que de repente exista la posibilidad de que este hombre fuera el cuñado de Catalina la Grande… El padre de su mujer en Austria fue un hombre ilustrado que coincidió en dos ocasiones en su vida con la madre de la zarina, y parece ser que en las dos ocasiones tuvieron un romance arrebatador. El primero coincidió con cuando nació Catalina, porque sus padres se llevaban fatal entre ellos y no tenían relaciones… Y en la segunda ocasión fue cuando nació Anastasia, que vivió desde que era pequeñita en una casa como huérfana abandonada, y gran parte de los historiadores abrazan la idea de que fue su hija y de que fueran dos hermanas sin saberlo. Me parece prodigioso. Un síntoma de la endogamia de todos los mundos. Piensa en tu mundo personal. Cualquier fenómeno exótico se instala en nuestra vida hasta que pasa a ser de “lo tuyo”, de “los tuyos”, y, al final, todos vivimos en una endogamia muy perversa: ya sea en una corte, en un trabajo, en tu grupo de amigos…

Sólo se puede amar lo concreto. En lo genérico nos perdemos.

“A fuerza de hablar de amor, se enamora uno”, decía Blaise Pascal.

Qué hermoso.

¿A que sí? La percepción influye en la mayoría de las relaciones de nuestra vida. Y la fantasía. Si le quitamos la fantasía a lo que amamos… queda bastante menos de lo que es en realidad. Piensa en tu relación más idílica, aquella en la que tú hayas puesto más, y quítale la parte fantasiosa. Queda una realidad muy cruda.

Somos grandes novelistas cuando se trata de amor…

Sí. Entornamos los ojillos y procuramos ver otra cosa. Querer ver otra cosa puede llevarte a lo más grande o al ridículo más absoluto.

¿Cómo definirías la relación entre José de Ribas y Catalina? ¿Quién necesitó más a quién, quién quiso más a quién, quién amó más a quién?

Esta historia es un poco más mía, porque se sabe que tuvieron una historia, pero no se sabe hasta qué punto: pero a partir del retrato psicológico de los personajes, yo he ido construyendo. A él le fascinaba seducir a la emperatriz. Y mira que era una mujer que no era guapa, pero parece ser que era imponente y atractiva y todos caían rendidos a sus pies por eso. Eso nos ha pasado a todos en la vida alguna vez, ¿no?

Total. Me recordó al leerte a lo que dijo Margaret Mitchell: “Escarlata O’ Hara no era guapa, pero los hombres se daban cuenta de ello cuando ya se habían enamorado”. Es nuestra protagonista.

Totalmente. Hay personas que llegan y ya estás fascinada. En un polo totalmente opuesto, a mí me contó una mujer que eso le pasó con Fidel Castro. Le parecía un personaje detestable, pero una vez coincidieron en la misma habitación. Y ella no había visto que había llegado, pero notó que algo pasaba. Era como una presencia arrolladora, algo que tiene impacto en los demás. El atractivo es muy superior a la belleza. Así caemos a veces en las redes de los menos… o las menos convenientes.

¿Y qué encontró Catalina en Ribas?

Ella estaba muy necesitada de muchas cosas. Tuvo que buscarse la vida desde muy joven porque su marido no la quería. Dicen los historiadores, incluso, que Pablo no podía ser su hijo, que era el hijo del favorito de aquella época, porque él era estéril. Luego ella fue maltratada, humillada. Pedro El Cruel era cruel con sus súbditos… pero con ella también. Y ella estaba en un territorio que no era el suyo, en un país que no era el suyo, en un ambiente que no era el suyo… lo tuvo todo muy difícil y lo hizo con tesón y con constancia. Encontró en él la empatía del extranjero que estaba intentando hacer lo mismo que ella pero a pequeña escala. Ese verte reflejado en alguien une mucho. Muchas veces no somos capaces de reconocernos a nosotros en nuestros méritos, pero sí los reconocemos en otra persona que los está haciendo. Ahí nos parece una heroicidad. En él, yo creo que Catalina encontró a un hombre que la deseaba y con el que se divertía, y que era muy inteligente. Ella tenía mucho deseo sexual. La llamaban ninfómana, imagino que como a cualquier mujer que mostrase sus deseos. Ella quería, además, un cómplice.

Me interesa su renacer después del dolor de Pedro III. ¿Cómo renació ella, cómo renace una, en realidad, afectiva y eróticamente después de ser apaleada? Es luminoso su cambio de rol, su empezar a coger el cetro…

Cuando tienes una vida tan compleja, la única opción es seguir adelante. Si vas hacia atrás, te hundes en el fango. Te acabas haciendo consciente de que la mayoría de tus desvelos no merecen la pena.

Eso es de lo más interesante de ella, a mi juicio: que no siempre fue fuerte.

Era una mujer contra la adversidad y tuvo que creerse su propia autoridad. Eso lo deberíamos hacer todos. Reconocernos a nosotros mismos nuestra autoridad. No esperar a que nos la reconozcan los demás, porque eso es una fuente de sufrimiento. Tú eres generosa y esperas que los demás lo sean contigo, y eso no pasa, así que llega un momento en el que tienes que decir “hola, ¿qué tal? Soy la Emperatriz. ¿Os parece bien? Fenomenal. ¿No os parece bien? Pues es lo mismo: es lo que hay, así que vosotros mismos…”. Para el bolso promocional del libro de Espasa me pidieron una frase y elegí algo así: “Soy vuestra emperatriz, no lo olvidéis nunca”.

Foto dos de Cruz Sánchez de Lara con look cinco

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki
Vestido de Javier de la Fuente, pasadores de Mariana Barturen, tocado de Joyas Bárcena, pendientes, anillos y brazalete de Chocrón y brazalete de plata de Wempe Joyerías

¿Qué hay de la venganza? Esta señora tan lista y tan divertida se cargó al marido y además, para humillarle, se inventó que había muerto de hemorroides. Es una genialidad, una desacralización profunda del personaje.

O sea… es que no puede haber mejor venganza que que tu gente, tu novio y su hermano, asesinen a tu marido y encima hagas constar en un certificado de defunción que fue por hemorroides. Era una revancha por todas las humillaciones a las que él le había sometido en la vida. Y así pasó a la historia. Es una muerte ridícula. Cualquier cosa es mejor: una infección intestinal, lo que sea. A mí no me gustan las venganzas…

A mí sí, un poquito.

(Ríe). Pues creo que cuando uno es vengativo tiene que serlo de forma muy inteligente, para que no se note.

Su hijo, Pablo, se refirió a su mandato como “el gobierno del coño”. Sé que lo dijo de forma despectiva, pero no deja de parecerme glorioso, algo de lo que apropiarse. ¿En qué se diferencia “el gobierno del coño” del “gobierno del falo”?

Iba a hacerte un chiste malo. Te iba a decir que las mujeres no tenemos el cerebro ahí (reímos).

No sé si es un chiste.

Bueno: el machismo es agresivo siempre, también con las palabras. Pablo pretendía insultar a su madre porque ella se acostaba con hombres con los que tenía buena relación y hacía ver que medraba. Era machismo radical porque Pablo no valía nada como gobernante, Catalina se avergonzaba de él, profundamente. Sólo pensaba en ejércitos de salón, en cómo vestir a sus soldaditos, pero no pensaba en estrategias. Pensaba en formas y apariencias. Nunca hubiera sido un gobernante que hubiese ido a la guerra. Catalina se ponía el uniforme. A una madre le duele haber parido a un inepto. Era decepcionante, bruto y nefasto para su país.

En House of Cards, decían: “Todo va sobre sexo, excepto el sexo, que va sobre poder”. ¿Era el caso de la historia de Catalina?

Es una frase muy buena. Pero yo creo que hay más cosas aparte del sexo y el poder: soy una gran defensora de que hay otros temas que nos arruinan, que nos pueden ganar batallas. A mí se me gana, o, al menos, tengo más fragilidad, si alguien utiliza conmigo la culpa o la pena.

El chantaje emocional.

Sí. Es peligroso abusar de la bondad de los demás, eso crea gente vulnerable. Es peor que el sexo.

Me refiero al sexo como seducción, como autoestima. Lo buscamos secretamente hasta cuando nos compramos un champú y no otro, elegimos un olor y no otro, una feromona, un acercamiento.

El sexo, al final, es una necesidad de que nos quieran los demás. La ejecución no tiene importancia, es gimnasia, es mecánica. El sexo es el baile de la seducción. El despliegue de tu sensualidad, de tu carnalidad, es más sexo que el ejercicio físico.

Me preguntaba algo: Catalina era adorada siendo una bestia de la política, una mujer extremadamente poderosa y controladora. ¿Se puede ser tan deseada como ella sin ser poderosa? ¿Por qué hay hombres que prefieren, tan habitualmente, a mujeres pusilánimes? Aquí hablamos de un tipo de erotismo emancipador… pero en la realidad no es tan así.

La diferencia está en quien desea, ¿no? Yo creo que un hombre (o una persona, porque esto también nos pasa a las mujeres) que desea a una persona mediocre es para poder gobernarla fácilmente. Cuando escucho “esa mujer da miedo” o “ese hombre da miedo”… ¡porque son independientes!… le darán miedo a según quién, ¿no? A alguien que no se atreve a conquistar, a querer a una persona fuerte. El problema es la fragilidad suya, porque la independencia no es un problema.

Eso es interesante porque se aplica a muchos temas actuales de abuso y dominación.

Totalmente. Quien abusa suele ser un acomplejado. La frustración es una presencia en el carácter de todas las personas, sólo que unos la dominan mejor que otros. Arrasan porque es más fácil destrozar que mirarte al espejo y decirte “eh, estás equivocado”.

Collar, pendientes y brazalete de Joyas Bárcena, falda de Hortensia Maeso, blusa de Zara y zapatos de Inés Domecq by Cuplé

Foto uno de Cruz Sánchez de Lara con look cuatro
Foto tres de Cruz Sánchez de Lara con look siete

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki
Anillo de Chocrón

En el libro hablas de la diferencia entre amar y querer. Dices que amar se refiere a la pasión y el querer, a la lealtad y al cariño. Catalina buscaba las dos cosas en un hombre. ¿Cómo se encuentra a ese unicornio?

En eso creo que todas somos Catalinas. A todas nos gustaría que nos quisieran, nos amaran, y amar y querer a la misma persona. Pero para llegar a eso hay que besar muchos sapos en el camino. De todos modos, no creo en el concepto casi de Disney de que si tú no tienes una historia de amor fantástica, tu vida no tiene gracia o no es completa. Eso es una tontería, la vida es una búsqueda permanente, y todas las historias de amor son imperfectas. Yo creo que amar es un trabajo. A jornada completa. Cuando trabajas y amas, la conciliación es muy difícil.

El amor exige imaginación. Y el deseo.

Totalmente. Mucha creatividad.

Aterra que el deseo remita. Quiero decir: en un momento puntual podemos encontrar en la misma persona el sexo y el amor, pero el sexo está llamado a perder intensidad, y sobrevive la lealtad y el cariño.

No lo creo, no siempre. Bueno, yo pienso que un primer marido nos viene muy bien a todas (ríe). Te das cuenta de cosas, vives un aprendizaje. Sabes que hay que cuidar. Yo conozco a pocas parejas, sí, pero de muchísima duración, que han conseguido que el sexo no remita, sino que evolucione. Todo cambia, y tenemos que prepararnos para que nuestros cuerpos se vayan haciendo mayores. Catalina, fíjate, yo creo que eso no supo hacerlo.

¿Por qué?

Potemkin fue el gran amor de Catalina, y era un hombre muy histriónico, muy ciclotímico, montaba unos números tremendos… luego sexualmente era maravilloso. La tenía enganchada, era una relación de codependencia. Hubo un momento en el que él empezó a ser infiel con el servicio, con la que fuera, como un juego, y ella dejó de sentir que lo suyo con él era especial. Catalina, aunque hubiese nacido en el siglo XXI, hubiera necesitado películas en blanco y negro (ríe). Tenía que encontrar la parte bonita en todo, porque su vida era muy prosaica, tenía que tomar grandes decisiones de Estado. Y tenía miedo. Miedo a no ser deseada, miedo a envejecer… antes con 40 años eran ancianas.

He leído que a Potemkin le gustaba sobremanera bajarse el pantalón y enseñar su enorme falo. ¿Qué relación tienen, aún hoy, los hombres con su miembro viril?

Antes hablábamos del machismo: el machismo nos ha hecho mucho daño a nosotras y también mucho daño a ellos. El machismo ha castrado las emociones de muchos hombres y les ha hecho valorarse por razones equivocadas. En fin, valorarse por “ocupar más territorio”, por decirlo de alguna manera (reímos). Llevamos muchos siglos con el mito de que el tamaño importa, y luego te das cuenta de que el tamaño que importa es el del cerebro y el del corazón.

Ella tenía amantes jóvenes. ¿Por qué eso aún está mal visto en una mujer?

Yo siempre me he opuesto a que el carné de identidad o la fecha de nacimiento me prive de una relación. Hubiera podido enamorarme también de un hombre 20 años más joven, pero la sociedad me miraría de otra manera. Mira, hay mujeres extraordinarias, como Demi Moore, que es un cañón que te mueres, y también fue juzgada por su relación con Ashton Kutcher.

¿Qué piensa el mundo de las mujeres que salen con hombres más jóvenes?

En muchas ocasiones, que están comprando compañía, lamentablemente.

¿Qué hay de la figura de la “catadora de amantes” que tenía Catalina?

Es una figura fascinante. Era la esposa del gobernador de San Petersburgo, y además era la hermana del hombre que llevaba a toda la intendencia militar de la Corte. Entonces ella, hablando con su hermano, sabía qué jóvenes soldados llegaban y cuánto tiempo iban a quedarse. Todo se le iba filtrando. Ella les echaba un vistacillo y el que le gustaba, lo probaba…

A ver si pasaba el filtro.

(Ríe). Sí. Le decía a Catalina “adelante con éste”, o “éste no te compensa”. Si pasaban su filtro, los mandaba al médico, y luego ya, a ver a Catalina.

Fotógrafa: Magdalena Siedlecki

Foto dos de Cruz Sánchez de Lara con look seis
Foto uno de Cruz Sánchez de Lara con look seis

Vestido de Alejandro de Miguel, anillos de Chocrón, pendientes de Wempe Joyerías y zapatos de Mascaró

Qué extraño eso, ¿no? ¿No sería lo más lógico que fuesen al médico primero?

Sí, pero el médico lo ponía después de la catadora… por si le pegaban algo, supongo. Y por si se lo pegaba la catadora.

¿Tuvo más de una?

Tuvo dos, sobre todo. Hubo una anterior que era mucho más culta… pero que cometió un error, que fue liarse con un favorito de ella. Así que la echó de la corte y, para castigarla, hizo que volviese a casa con su marido.

Leí que Mussolini recurría a prostitutas en momentos de decisiones políticas importantes para desfogar y luego regresar con la cabeza fría a la mesa.

Pobres prostitutas…

Quería preguntarte, en ese sentido, cómo se llevan el orgasmo y el poder, ¿cómo debe una mujer entenderse con su propio placer para seguir gobernando, al menos, su propia vida?

Yo creo que parte de los grandes orgasmos se dan en el cerebro. Cuando eres capaz de encontrar esa combinación entre lo físico y la parte descontrolada pero con límites de tu cerebro… ese día eres mucho más dueña de ti misma. Claro, pero eso es mucho más difícil… que la técnica del carrete ésta… que usan las orientales (reímos).

Cuentas en el libro que las chicas de la corte disfrutaban del sexo “como los hombres”. ¿Crees que hoy, en la España de 2024, sabemos hacerlo?

Hay muchos roles aprendidos. Siento que las que sois más jóvenes estáis educadas de otra forma, con más libertad, pero a mi generación aún le quedan muchos prejuicios. El problema es que las chicas jóvenes salen muy mal paradas en las estadísticas, por ejemplo, con todo el tema de consumo del porno. Se creen que todo esto es como en las películas… y no. Tengo una amiga ginecóloga que me cuenta los dramas de las primeras consultas: las chicas van con un lío tremendo en la cabeza porque no quieren ser estrechas, se prohíben a sí mismas ser vistas así, y eso al final pasa por hacer cosas que no les apetecen.

Es sorprendente: dicen los estudios que ahora las nuevas generaciones tienen menos sexo que las anteriores. Quizá al vivir en una sociedad tan sexualizada…

Sí, a mí me preocupa algo muchísimo, y es que te metes en cualquier red social y ves a todo el mundo guapísimo, manteniendo contigo diálogos sin conocerte, contándote su relato, lanzándote su mensaje… y sin embargo, vas por la calle y la gente no se mira. De hecho, vas a un aeropuerto y ves a la gente prácticamente en pijama, con la cabeza metida en una pantalla. Hemos perdido el placer de aprender mirándonos. Yo voy por la calle y voy diciendo: “¿Dónde están los guapos?”. La gente se arregla un ratito, monta un personaje momentáneo y luego se descuida.

¿Cómo distinguir a la persona del personaje?

Todos tenemos un escudo permanente. Y es un escudo que es más feo que nosotros, pero que nos protege. El triunfo de una persona está en la amplitud del grupo con el que se quita la máscara. Si puedes quitarte la máscara y ser tú misma con mucha gente, eres una triunfadora. Si tienes una red que te soporta y que puede ver lo más frágil de ti misma. Si tienes eso, no necesitas más opiniones ajenas, porque además la gente opina sin pensar y sin saber. Siempre van a pensar lo que quieran. Todo depende del cristal con el que miremos… y hay que procurar limpiarse las gafas.

Este es un libro muy adaptable a la pantalla… yo me lo imagino en formato serie. ¿Quién te gustaría que lo llevase?

Yo creo que si lo cogiese Amenábar… ¡sería un sueño! Es un genio.

¿Qué le dirías a Catalina si tuvieses la oportunidad?

Le diría “ole”. Nada más. Porque es muy fácil dar consejos a posteriori, claro, pero vivir como ella vivió me parece de admirar.

¿Habríais sido amigas?

Nos habríamos llevado muy bien. Con las mujeres poderosas me llevo muy bien porque no soy pelota y si algo es bueno, lo digo, y si algo te queda mal… pues, cariñosamente, también.