Paz Vega salta a la dirección: “Me siento orgullosa cuando viajo y digo que soy española”
“Pretender gustar y caer bien a todo el mundo es una quimera y te convierte en alguien muy mediocre, ¿no crees?”
Tiene Paz Vega un primer recuerdo punzante y andaluz, de cuando iba en verano a la casa de sus abuelos en Ronda, donde nació su madre. Allí, en un pajar enorme, inmenso, al menos en su memoria diminuta, cuenta que le gustaba escalar, inventar historias y dejarse caer. “Me encantaba la sensación de meterme ahí a jugar y saltar, aunque saliera medio maltrecha”.
Y así, desafiando a un henar, conquistando un cobertizo, empieza la historia de una niña intrépida destinada a acaparar las miradas de la sociedad de su época. Tras un precoz momento ‘eureka’ que ella misma describe, lograría interpretar papeles “en más de cincuenta películas y series internacionalmente”, trabajando con Aranda, Almodóvar, Astorga o Medem, ganando un Goya por Lucía y el sexo y pasando a jugar en primera liga mundial de la ficción con diferentes superproducciones de Hollywood —como Maria Callas junto a Nicole Kidman en el biopic de Grace Kelly o con Scarlett Johanson en la trepidante The Spirit—, atravesando una lluvia de flashes en las alfombras rojas de los Oscar o Cannes, un trayecto mediático alucinante no exento de oscuridades y aprendizajes.
Vestido de Redondo Brand y anillo de Wempe
No tenía miedo a caerse…
Yo saltaba, como en esos parques de goma de ahora. Recuerdo la sensación de lanzarme a jugar y de terminar con unas ronchas tremendas, a mi madre hirviendo manzanilla y poniéndome infusión en las heridas... El olor, su cuidado hacia mí... Ese bloque es sin duda mi primer recuerdo.
¡Y ahora se lanza a dirigir!
Sí. Desde que tuve la idea de Rita hasta el día de hoy han pasado nueve años. Quería dirigir, pero lo veía como algo abstracto e inalcanzable, a pesar de haber hecho más de cincuenta películas y series en diferentes países. Me pilló la pandemia de por medio, ha sido un viaje tortuoso pero hermoso. ¡Una primera película! Me siento llena de orgullo.
¿Por qué cree que esta historia la atrapó frente a otras?
Lo más importante cuando dices que vas a hacer algo es sentarte a hacerlo, ese es el pistoletazo de salida. Cuando empecé a escribir, tenía dos guiones en los que trabajar y no tenían nada que ver. Y hubo un momento en que esta historia empezó a fluir de un modo natural y surgieron cosas muy bonitas en la escritura. Creo que fue el carácter autobiográfico a la hora de ubicar a estos personajes, esa infancia en Sevilla, en ese barrio, eso es muy cercano a mí, y era normal que fluyera de manera más natural.
¡Bébete el zumo antes de que se oxiden las vitaminas!, su película es una colección de frases de los 80 como esa… ¿Cómo diría que se han entrelazado sus recuerdos con la ficción en este guion?
Es un homenaje a esa infancia que hemos vivido los que tenemos una cierta edad, que merece ser recordada con sus luces y sombras. Aquello que fuimos, cuando España salía de una dictadura y entraba en una supuesta modernidad. Pretende ser, pese a todo, una película amable y una carta de amor a nuestra infancia.
También es una carta a la maternidad como un lugar de ternura incondicional, que usted describe en esos términos, primero como hija y después como madre…
Absolutamente. Esta película es también mi particular homenaje a esas madres y abuelas que lo sacrificaron todo, que dejaron de ser ellas por ser madres y esposas. No tenían alternativa. Posiblemente, muchas fueron felices yendo a ver a sus hijas y nietos, pero pocas estudiaban o podían trabajar.
Era una época predominantemente machista…
La película refleja cómo el mundo adulto, con sus miserias, puede afectar a los niños. Antes se perpetuaban unos roles, pero ahora pasan otras cosas: como adulto, darle a un niño pequeño un móvil o ponerlo delante de un iPad para que se calle y se distraiga, me parece una manera de no cuidar a nuestra infancia. Y lo digo yo como madre, que también lo he hecho. Ojo, que no soy la madre Teresa, pero luego hablamos de salud mental y de gente con problemas, y lo primero que indagan cuando vas a psicoanalizarte es en cómo te has formado. Para los que somos padres, es un tirón de orejas…
Camisa de The 2nd Skin Co, pantalones de Beatriz de la Cámara y pendientes de Wempe
Como actriz, usted ha sido dirigida por algunas de las mejores mentes del mundo… ¿La han inspirado esas direcciones o diría que ha creado su propio estilo?
Ambas cosas. Soy autodidacta, he aprendido a base de trabajar, de estar en proyectos y de adaptarme a diferentes criterios, idiomas, maneras y presupuestos. He aprendido con mi trabajo. Eso no quita que también haya desarrollado una mirada propia, ambas cosas van de la mano. Yo no soy una directora novel al uso, juego con la ventaja de la experiencia. Siempre he cuestionado las decisiones de los directores, ¡al menos en mi cabeza! [Sonríe]. Pensaba ‘este plano sobra, seguro que no lo va a montar’, o ‘yo la cámara no la pondría ahí’, iba creando mi propia película.
¿Ha habido alguna dirección mejor? Una de la que no cuestionó nada, ni una coma…
Es que hay directores que son únicos y geniales, como Almodóvar. No puedes cuestionar nada de su dirección, porque su mirada es muy particular.
¿Es muy diferente, como actriz, trabajar para una película con un grandísimo presupuesto al de una pequeña producción?
En esencia, no. Es verdad que las condiciones no son las mismas en un proyecto en el que ruedas dos páginas al día, a otros en los que se graban quince… Cuando empecé en esta profesión, las películas duraban ocho semanas, Lucía y el sexo incluso más. Ahora todo se ha reducido mucho.
Como actriz, ¿tuvo usted un momento eureka?
Sí que existió. Tuve esa revelación con 16 años, cuando entendí cuál iba ser mi camino. Hasta lloré. A mis hijos les digo que ojalá les suceda algo así. Fue como un flechazo, como cuando te enamoras de alguien, que ya no ves nada más. Intenté el periodismo como alternativa a ser actriz para poder formar a mi familia, pero no salió bien. Así que me lie la manta a la cabeza con veinte años, me fui de casa y vine a Madrid, pensando ‘que sea lo que tenga que ser, pero lo tengo que intentar’. Hay tanta gente tan buena que no cumple sus sueños por contentar a sus padres o a la sociedad… Se vive solo una vez, y hay que apostar.
Inevitablemente en una carrera hay momentos duros, ¿cuáles han sido los peores?
Duro, de verdad, no he tenido porque no me lo he permitido. Si ocurre un problema no me quedo en mi casa debajo de una manta: siempre me he movido, por eso quizás mi carrera es tan ecléctica. A todo el mundo, incluso al mejor actor, le llegan tiempos de vacas flacas. Es duro que no te llamen porque no puedes pagar las facturas, pero puedes esperar a que te ofrezca el guion perfecto o buscar el modo de sobrevivir.
Siempre ha querido mantener un balance entre vida personal y profesional.
El agarre es fundamental. No concibo mi trabajo sin el tesoro más grande que tengo, que son mis hijos y mi familia. Obviamente, he tenido la suerte de poder desarrollarme y ejercer la maternidad, y tener una carrera creando una familia numerosa. Eso conlleva muchísimo trabajo, sacrificio, pero compensa.
Vestido y botas de Fendi y brazalete de Bárcena
¿Qué es lo que le gusta más y menos de España a día de hoy? Nos ha visto desde fuera y desde dentro.
Me siento orgullosa cuando viajo y digo ’soy española’. Lo que más me gusta del país es que el español es valiente, no tiene miedo al cambio. Somos pioneros en muchas cosas cuando nos lo han permitido, como en igualdad o en derechos LGTBI, y somos una sociedad moderna sin miedo a los avances. Lo que no me gusta y me da rabia es el complejo que tenemos de no creérnoslo. Está bien tener memoria, pero seguimos pensando en el pasado en vez de mirar al futuro. El americano cree mucho en lo que hace, puede tener veinte errores y un acierto y solo pone el foco en el acierto, mientras que aquí es todo lo contrario: tú tienes veinte aciertos y un error, y el foco va al error. En España hay mucho talento, el carácter es maravilloso, tenemos un país geográficamente privilegiado, una democracia plena, otra cosa es cómo funciona y quién nos representa a veces, pero el sistema es sólido.
¿Cree que se protege bien a los artistas?
Mira, la cultura es el bálsamo, lo que hace que todo sea más soportable y lo que une en todas las diferencias. Y el apoyo político es fundamental. Porque, al final, los presidentes pasan, pero los cuadros de Goya quedan. Los franceses protegen mucho a los suyos, y lo tenemos al lado como ejemplo, a ver si se nos pega un poquito. Creo que el Instituto Cervantes es un organismo fundamental en esto.
¿Y con los medios?
Siempre he tenido una relación muy buena con los medios de comunicación. Entiendo que en todo este proceso hay una parte imprescindible, que es la comunicación. Y nos necesitamos. Otra cosa es que a mí me da mucho pudor todo. Hablar de mí me da vergüenza: mis hijos me dicen que no me pega ser actriz porque soy una persona reservada. pero, ¿a quién le interesa mi opinión?
Conjunto de chaqueta y falda de Sportmax, zapatos de Sandro y pendientes de Wempe
¿No le gustan los focos?
Te podrá parecer contradictorio, pero así es, cada vez más me cuesta y me da un poco de miedo tanta exposición. De mí nunca vais a ver un reality.
¿Alguna idea preconcebida de usted o algo que le gustaría puntualizar?
Hay cuestiones que no son exactas. Pero no me voy a meter ni en las cosas que pasarán, ni en la política.
¿No habla nunca de política?
Prefiero no hacerlo. Se ha dicho que soy de derechas y de izquierdas, y no tienen ni idea. Tenemos un discurso demasiado simplista para la sociedad tan compleja en la que vivimos. Prefiero centrarme en contar mi película, que también es una manera de hacer política.
El otro día leía que ahora a los actores se nos pide posicionarnos políticamente porque si no te cancelan. ¿De verdad? Si es que yo me veo como una simple titiritera que se ha movido de un país a otro con su maleta, soy una ciudadana con su opinión, posiblemente condicionada por la familia en la que ha nacido, pero no debería interesarle a nadie.
Anillo de Tous
¿Qué mujeres diría que la han inspirado?
He trabajado con grandes mujeres, actrices y directoras increíbles, pero diría que me he inspirado mucho una mujer muy luchadora, Ana María Pérez del Campo. Es muy mayor y su figura habría que reivindicarla.
¿Y qué espera sentir cuando lea las críticas de su película? Siendo la primera…
Como actriz he leído muchas críticas, y siempre pienso ‘algo de razón habrá’. ¡No pasa nada! Pretender gustar y caer bien a todo el mundo es una quimera y te convierte en alguien muy mediocre, ¿no crees?
Lanzarse al pajar, sin miedo…
Aunque luego te pique un poco la pupita y te tengan que venir a curar, con el agua de manzanilla.
Agradecimientos especiales al Colegio Ofical de Arquitectos de Madrid (COAM)