Las mujeres pasamos de media, 2.920 días de nuestra vida menstruando. Lo hacemos, de promedio, durante 40 años, una vez al mes y, sumándolo todo, es como si estuviéramos 8 años enteros sangrando. Sin embargo, a día de hoy, todavía nos pedimos los tampones entre susurros y los escondemos en la manga del jersey cuando vamos al baño en el trabajo. Seguimos diciendo cosas como "estoy mala" cuando realmente tenemos la regla. Y los anuncios de compresas siguen utilizando un eufemístico líquido azul para ejemplificar el flujo menstrual. ¿Por qué la regla sigue siendo un tabú?
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"El problema no es menstruar, el problema es quién menstrúa en esta sociedad”, dice Erika Irusta, pedagoga, escritora e investigadora, miembro de la americana Society for Menstrual Cycle Research. "Es un tabú porque quien lo hace son los cuerpos que no dominan ni ordenan el mundo", señala.
Según un estudio de 2018 de la organización Plan International en Reino Unido, dos tercios de las mujeres siguen sintiéndose incómodas hablando de la regla con los hombres que conocen (padres y novios incluidos). En estos tiempos de encierro, al haberse reducido los espacios de intimidad, esta sensación se agudiza. A un cuarto de las mujeres les da vergüenza hablar de ello con compañeros de trabajo. Un 50% de las estudiantes dice que no hablaría del tema con una profesora y un 75% jamás lo haría con un profesor. Y esto sin salir de Europa.
"Menstruar no es sólo un hecho fisiológico, es un hecho cultural y político. No se vive igual aquí que en la India, por ejemplo. Cada cultura, cada sociedad ha construido su propia concepción de lo que significa el hecho de menstruar y eso nos influye", apunta Irusta.
Si miramos a otras partes del mundo, menstruar puede convertir la vida de las mujeres en un infierno. En Nepal, pese a que la práctica fue tipificada como delito en 2017, se sigue haciendo el chapaudi, una tradición hindú que prohíbe a las mujeres entrar en casa cuando están menstruando porque se consideran impuras y las obliga a dormir muchas veces en los cobertizos destinados a los animales. Y en la India, a finales de febrero, un monje advirtió de que cocinar con la regla es malo para la reencarnación: "Si cocináis con la regla os convertiréis en perras y vuestros maridos en bueyes", dijo.
Hoy por hoy, en las sociedades occidentales, ya no valen las palabras del viejo testamento donde se lee que la mujer con la regla "permanece impura durante siete días" y "todo lo que toque se volverá impuro", pero Irusta denuncia que seguimos viviendo las consecuencias de esa herencia. "A nosotras, en nuestra cultura judaico-cristiana, nos han enseñado que hay que avergonzarse de la regla, que es algo privado y un proceso del que no se habla y que hay que ocultar y eso se refleja en todos los ámbitos de la sociedad", completa.
El silencio, la vergüenza y el desinterés científico por la menstruación han extendido un conjunto de mitos que Irusta ha recopilado en su último libro Yo menstrúo, un manifiesto.
Desde el "dicho absurdo de que una se transforma en mujer cuando menstrúa, como si nuestra identidad se definiera por la regla" hasta otros que llegan a poner en peligro la salud de la mujer. "Menstruar duele: ese es uno de los más extendidos y uno de los que más daño puede causar. Menstruar no debe doler y si duele hay que investigar por qué, porque puede haber una enfermedad grave detrás, a la que no se está prestando atención. Pero como se ha extendido el mito de que duele, pues te dan un ibuprofeno y a casa y no se investiga qué puede estar provocando ese dolor. Te aguantas, porque te dicen que es normal", cuenta Irusta.
Pero, además de no ser normal, muchas veces ese dolor es el principal síntoma de enfermedades graves, como puede ser la endometriosis. "A lo largo de los años se ha dado poca importancia al dolor en una mujer, siempre se ha tomado como algo normal y no lo es", dice Pilar Viana, ginecóloga del Hospital Ruber de Madrid. "La tendencia, a lo largo de los años, es creer que el dolor menstrual es normal y asumible, que tampoco es para tanto. Hay que desterrar esas creencias porque pueden estar tapando problemas importantes".
Y no sólo enfermedades graves, sino también dolencias habituales, con consecuencias menos graves, pero muy molestas a la hora de hacer una vida normal.
"Desde que tengo la menstruación he sufrido hongos, candidiasis, picores, dolor menstrual… Después de muchos años yendo a distintos ginecólogos que me decían que era normal pensé que no podía ser que con 20 años tuviese tantos problemas todos los meses", cuenta Paloma Alma. "Me puse a rebuscar por internet, encontré la copa menstrual y las compresas de tela. Empecé a usarlas con mucha vergüenza y sin decírselo a nadie, y me ha cambiado la vida. Pero hasta los 22 años no conocía su existencia, nadie me había hablado de alternativas al uso de las compresas y tampones normales", dice.
Educación menstrual
Con base en su propia experiencia, Paloma Alma creó I love Cyclo, una empresa que empezó vendiendo productos ecológicos para la menstruación, como las copas menstruales y las compresas de tela, y que terminó creciendo hacia un lado más didáctico y enfocado a la educación menstrual.
"La mayoría de las mujeres, incluso las más jóvenes, la única educación menstrual que han recibido es de una perspectiva biológica y muy simplista. La mayoría de ellas no reconoce las fases de su ciclo, los cambios que experimenta en cada fase, y que son normales y positivos. Se dice mucho que cuando estamos con la regla estamos de bajón, o tenemos menos energía... pero nadie se enfoca a que, cuando estamos ovulando, por ejemplo, estamos a tope de energía. Conocer nuestro ciclo nos ayuda a respetar mejor nuestros ritmos", dice.
Para ello acaba de lanzar “The Menstrual Club”, una comunidad en la que las mujeres inscritas podrán acceder a material pedagógico y clases sobre el ciclo menstrual.
Allá por 2015 Erika Irusta creó la primera comunidad educativa del mundo sobre el ciclo menstrual: la comunidad "Soy 1. Soy 4" que ha involucrado a mujeres de todo el mundo. Irusta señala que todo el conocimiento científico que se tiene sobre la menstruación y el ciclo menstrual viene de la industria farmacéutica y de médicos, hombres, que todo lo tratan desde una perspectiva androcéntrica.
"Nos decían que nuestras hormonas eran un problema que había que solucionar o anular. ¿Por qué son un problema? No son un problema, somos cíclicas. Tenemos que ser nosotras las que validemos nuestro propio conocimiento a partir de nuestras vivencias y escribir nuestro propio relato. Las mujeres tenemos que dejar de ser el objeto de estudio y pasar a ser el sujeto que crea".
La comunidad tiene tres áreas diferentes: "la social, una red de cuidados diseñada y programada desde cero, a medida de las usuarias. La pedagógica en la que se genera material didáctico y personalizado. Y la de laboratorio, para crear un conocimiento colectivo sobre distintas áreas", resume.
Uno de los aprendizajes esenciales que ofrece la comunidad es el conocimiento del ciclo. La pedagoga defiende que éste debe ser vivido en toda su plenitud para que las mujeres dejen de enfocarse simplemente en el hecho de tener la regla y vivirlo como una especie de tormento. Si la vida de las mujeres se pudiera organizar alrededor del ciclo, todo fluiría mejor, defiende.
Así, entre el día 1 y el 6 del ciclo se da la fase menstrual: "Estamos sensibles y seguramente el cuerpo nos pida descanso". Entre los días 7 y 13 se da la fase preovulatoria: "Caracterizada por fuertes picos de actividad y una sensación de no querer parar". De los días 14 a 20 del ciclo se entra en la fase ovulatoria: "Estamos muy sociables, muy comunicadoras". Y, del 21 al 28, llega la fase premenstrual: "Es posible que notemos más rabia, más irritabilidad por la imposibilidad de bajar el ritmo como demanda esta fase".
"Conocernos y conocer nuestro ciclo nos ayuda a entender las fases por las que pasamos y nos puede facilitar la vida", dice Erika. Sin embargo, cuando preguntada por cómo llevar esto al entorno laboral, Erika señala que siempre se ha negado a dar formación menstrual a empresas.
“Me da mucho recelo que Recursos Humanos entren en nuestras bragas. Que intenten enfocar todo nuestro ciclo hacia la productividad, en sacarle beneficio económico. Uno de los objetivos de lo que hago es mejorar el cuidado y no creo que las empresas ahora mismo estén enfocadas en ello”, dice. "Todavía no hemos evolucionado lo suficiente. Si cambiasemos la manera como vemos a las trabajadoras, y las vésemos como personas, en vez de verlas como capital, sí que podría ser muy interesante que los ciclos se tuvieran en cuenta, porque toda la diversidad se ha de tener en cuenta. Pero para que mejore su calidad de vida y no su productividad".
Por su lado, Paloma Alma sí se ha adentrado en la formación a empresas. "Cuando las mujeres nos incorporamos al trabajo lo hicimos en un esquema masculino y por eso nuestros ciclos no se respetan. Estoy convencida de que si las empresas se enfocaran más a respetar los ciclos de sus trabajadoras, estas serían más productivas y estarían más felices en sus puestos de trabajo", dice. "No hay una manera correcta de hacerlo, y quizás unas empresas pueden hacerlo y otras no, pero darle a la mujer facilidades para trabajar en remoto algunos días al mes por ejemplo, o poder organizar determinado trabajo en función de su ciclo ayudaría a todos: trabajadoras y empresas. Para ello hay que seguir rompiendo el tabú".
Sangre azul
El año pasado, en Australia, cuando una marca de compresas decidió utilizar un líquido rojo para representar la menstruación en un anuncio de televisión, los espectadores se revolvieron y presentaron varias quejas a la entidad reguladora de la publicidad del país. Las quejas incluían acusaciones de "mal gusto", "humillación a las mujeres por exponer un tema privado" y "por obligar a los niños a ver a una mujer sangrando". Después de analizarlo, la entidad reguladora concluyó que "representar la sangre en un anuncio de productos de higiene femenina no va en contra de ningún principio ético" y que "se trataba de la representación rigurosa de una ocurrencia física natural".
"Los anuncios de florecitas me ponen enferma: que si el empaquetado es discreto, que si oculta el olor… A ver, discreto ¿por qué? ¿Por qué tenemos que ocultar que estamos con la regla? ¿Qué hay de malo? Y la sangre menstrual no huele, es sangre y ya está", se indigna Paloma Alma.
En sus redes sociales, las publicaciones de I Love Cyclo son bastante explícitas. En ellas se brinda con copas menstruales llenas de sangre y hay compresas y bragas con manchas rojas. "En Instagram nunca nos han censurado ninguna, pero en Facebook, algún anuncio sí. Somos un poco brutas y a veces pensamos que nos estamos pasando un poco pero la verdad es que las fotografías con más likes son las más explícitas. Creo que las mujeres estamos muy hartas de que se nos trate como princesitas. Todas sangramos, la sangre es roja, ya está bien de eufemismos", dice.
Erika Irusta habla de un tabú 2.0: "Parece que se ha superado pero en realidad lo que hay es una actualización del tabú, como un tabú 2.0. Puede que ya nos de menos vergüenza, antes nos escondíamos las compresas y ahora nos hacemos fotos con ellas, pero en realidad seguimos hablando poco del tema, de cómo nos sentimos, de dónde nos duele".
Se trata de una herencia pesada que se irá con el tiempo pero que hoy por hoy sigue vigente. "A mí me sigue costando asumir en determinado día, que no me apetece hacer algo por la regla. Me cuesta y me siento mal, no puedo evitar sentir que estoy como fallando en algo. ¡Yo! Que estoy súper concienciada", dice Irusta. "Pero es lo que hay. El tabú menstrual lo llevamos nosotras en nuestras bragas, en el patriarca que todas llevamos dentro. Somos todas hijas de una cultura machista y deconstruir eso cuesta mucho".