La egiptóloga onubense Victoria Almansa Villatoro, investigadora de la Brown University (Estados Unidos) donde cursa su doctorado, ha descubierto que una de las creencias religiosas de los egipcios era que el cielo era un recipiente de hierro que contenía agua, del cual podían caer sobre la tierra trozos en forma de meteoritos. De esta forma, ha llegado a la conclusión de que la antigua civilización conocía la existencia de estos cuerpos celestes, que contenían hierro y que provenían del espacio, 1.000 años antes de lo que se pensaba.
Este descubrimiento lo ha llevado a cabo en una investigación realizada sobre los textos religiosos más antiguos del mundo, que se encuentran grabados en las paredes de una serie de pirámides en Saqqara —entre 2300 y 2100 a.C. aproximadamente—, que comenzó en 2016 y se ha publicado en el Journal of Egyptian Archaeology, una de las revistas científicas más prestigiosas sobre egiptología del mundo, según ha indicado a Europa Press.
Almansa ha explicado hasta ahora se creía que la relación entre el hierro y el cielo en el Antiguo Egipto no existía hasta el segundo milenio a.C. Sin embargo, los textos estudiados están fechados en el tercer milenio a. C.
Esto, según ha detallado, "demuestra que los egipcios ya desde el tercer milenio, pero posiblemente incluso desde el cuarto, sabían que los meteoritos caían del cielo y contenían hierro". De esta manera, ha remarcado que "este es un conocimiento que, por ejemplo, no se había alcanzado en textos científicos del siglo XVIII en Europa, en los que a veces aparece escrito que los meteoritos provienen de erupciones volcánicas y no del espacio".
Este descubrimiento viene implícito en otro hallazgo que llevó a acabo durante esta investigación, ya que la egiptóloga averiguó que el signo para 'bjA' —que aparece como un recipiente de forma semicircular— se encuentra en palabras relacionadas con metales, mujeres y agua, y "hasta el momento, su significado había sido un misterio para los egiptólogos".
En este sentido, Almansa ha detallado que "notando una serie de referencias metafóricas en los Textos de las Pirámides acerca del faraón que tiene que alcanzar su posición en el cielo junto a las estrellas imperecederas —las estrellas circumpolares que los egipcios ya observaron que no se ponían bajo el horizonte— después de su muerte", vio que "había una relación constante entre el metal, el jeroglífico 'bjA' y el cielo".
Este símbolo (N 41) que se lee 'bjA', se ha traducido casi siempre como 'cobre', pero destaca que una palabra que aparece 1.000 años después es 'bjA n pt' que significa 'bjA del cielo', y esa "ya se traduce como 'hierro'. Sin embargo, algunos egiptólogos han sido reacios a aceptar que la relación entre el hierro —como material meteorítico— y el cielo se conocía ya desde la época de las pirámides —2300 a.C.—, o quizás desde siglos antes considerando una temprana composición oral de estos textos".
En este contexto, Almansa ha subrayado que "todas las referencias de los Textos de las Pirámides apuntan a que se trata de hierro, no solo por la relación con el cielo, sino también con el dios Seth, que es el dios de la tormenta —los meteoritos, que al entrar en la atmósfera producen un sonido estridente y emiten luz, se confunden en la Antigüedad con tormentas eléctricas—, y el ritual de la apertura de la boca —un ritual funerario que se debía realizar idealmente con instrumentos de hierro—".
Además, la egiptóloga comparó el signo de 'bjA' en los Textos de las Pirámides con otros textos seculares contemporáneos —la especialidad de su tesis— y vio que la palabra para 'cobre' "se escribía en el Reino Antiguo con un jeroglífico completamente distinto, y no el signo semiesférico", por lo que, con esta nueva traducción y reinterpretando varios pasajes de esos textos, apreció que existía la concepción del cielo como un contenedor de agua que el rey debía navegar en el más allá, "pero que ese contenedor estaba hecho de hierro".
En esos textos, ha apuntado Almansa, "hay varias referencias a la muralla de hierro, al hierro como una barrera que el rey debe romper y al cielo como el útero de Nut, la diosa del cielo; y, a la vez, como un huevo, señalando que "cuando un huevo se rompe toma forma semicircular como el signo de 'bjA'".
De este modo, ha subrayado que "como este contenedor de hierro es el útero de la diosa Nut y contiene agua —como las aguas maternales en las que los bebés nacen, pero también como las aguas primordiales en las que el universo se creó en la mitología de muchas culturas antiguas, incluyendo Egipto—, eso explicaría la relación del signo con palabras relacionadas con mujeres y agua".
Gran avance científico
Con esta explicación, Almansa ha indicado que "lo interesante es que si estos conceptos estaban ya tan introducidos en la escritura egipcia de 2300 a.C. quiere decir que esta concepción de un cielo de hierro y agua del que trozos pueden caer como meteoritos o como lluvia ya existía desde mucho antes de que estos textos se escribiesen".
Por tanto, ha aseverado que esto significa que "los egipcios conocían la relación entre hierro y meteoritos 1.000 años antes de lo que se pensaba, o incluso desde antes de que la civilización egipcia apareciese como tal". "Aunque un cielo de hierro pueda parecer un concepto simple o primitivo, en realidad es un gran avance científico porque quiere decir que los antiguos conocían el origen extraterrestre del hierro", ha remarcado Almansa.
De hecho, ha añadido, que en algunos textos científicos del siglo XVIII se dudaba que los meteoritos —que anteriormente se llamaban pierre de foudre/piedra de rayo, y se clasificaban junto a otros objetos inexplicables como fósiles— pudiesen venir del espacio, y se llegaron a explicar como provenientes de volcanes. "Así que la ciencia en el mundo antiguo, desde este punto de vista, estaba incluso más avanzada que la Europa del siglo XVIII".
Asimismo, Almansa ha indicado que "el hierro anterior a la Edad del Hierro en Egipto es meteorítico. Un ejemplo es la daga de Tutankamón —1.000 años después de los Textos de las Pirámides—, pero también las cuentas de collar predinásticas de Gerzeh, unos 1.000 años antes de los Textos de las Pirámides, pero quizás contemporáneos a la época en la que estos textos se compusieron de manera oral".
En muchas otras lenguas antiguas, como en sumerio que también analiza en su artículo, la palabra para 'hierro' se relaciona con el cielo, o es incluso la misma que 'cielo' —en egipcio antiguo bjA también significaba 'cielo'—. "Homero menciona un par de veces en la Odisea 'el cielo de hierro', que se ha interpretado de manera metafórica, pero es posible que esté indicando una antigua creencia griega similar a la que vemos en los Textos de las Pirámides".
A este respecto ha reseñado que "incluso nuestra palabra 'siderurgia', que viene del griego sideros, que es 'hierro', puede estar etimológicamente relacionada con una palabra griega antigua para 'estrella', quizás astro, considerando que en latín sidera significa 'estrellas'"; aunque, apunta, "es problemático, y actualmente los expertos no reconocen que exista ninguna prueba concluyente de que las palabras estén relacionadas".
Por todo ello, Almansa considera que "no es nada anormal que una de las múltiples concepciones del cielo en Egipto antiguo —y en otras culturas antiguas— sea que este está hecho de hierro, y sus trozos caen a la tierra como meteoritos. En este sentido cualquier objeto fabricado en hierro meteorítico, como la daga de Tutankhamon, estaría hecho con un trozo del cielo, y por tanto adquiriría un valor simbólico y religioso superior al de otros metales mucho más comunes, como el oro", ha concluido.