A sus 19 años, el destino de Patty Hearst parecía predecible: era una joven multimillonaria, buena estudiante, que vivía con su novio en un apartamento del campus de la Universidad de Berkeley. Él era un profesor asociado en la universidad, un poco de izquierdas, ella, estudiante universitaria, era la nieta del magnate de la prensa amarilla, William Randolph Hearst, y parte de una de las familias más ricas de EEUU. Le esperaba un futuro sin sobresaltos hasta que el 4 de febrero de 1974 todo cambió.
Ese día, sobre las 21 horas, unos desconocidos entraron en su piso y la secuestraron a punta de pistola tras reducir a su novio. Al día siguiente, Patty Hearst era la portada de todos los periódicos y la apertura de todos los informativos: la nieta de uno de los hombres más poderosos de EEUU había sido secuestrada.
El secuestro fue reivindicado inmediatamente por el Ejército Simbiótico de Liberación (SLA, por sus siglas en inglés), una guerrilla urbana con una docena de miembros cuyo objetivo era "derrocar la dictadura corporativa" del gobierno de Richard Nixon.
Los miembros del SLA empezaron entonces su estrategia de extorsión de la familia Hearst. Pedían a las autoridades la liberación de dos de sus miembros que habían sido arrestados por una supuesta implicación en un asesinato y exigían a los Hearst que donaran parte de su fortuna a los más pobres. En concreto, pedían "una cesta de comida de calidad por el valor de 70 dólares" para todos los californianos pobres.
La familia gastó dos millones de dólares en un reparto de comida que resultó caótico y donde se produjeron saqueos. Molestos por como había salido el reparto y por la mala calidad de la comida distribuida, los secuestrados exigieron una inversión de 4 millones de dólares más y las negociaciones se rompieron.
De secuestrada a guerrillera
Dos meses después, sin apenas noticias de la joven, el caso daba el vuelco definitivo. El 3 de abril de 1974, Patty Hearst apareció en una grabación para anunciar que se había unido a la guerrilla y que a partir de entonces se llamaría Tania, en honor a la compañera del comandante Che Guevara, que utilizaba el mismo alias. "Patria o muerte. Venceremos", sentenciaba Patty en el final de la grabación.
A las redacciones de los medios de comunicación llegó también la foto de la nueva guerrillera posando con ropa militar, con el gesto impasible y portando una ametralladora. Detrás, la bandera con la insignia del SLA, una serpiente de 7 cabezas.
La familia no se había aún recuperado del shock cuando, diez días más tarde, los medios se inundaban de otras imágenes: Patty Hearst, fusil en puño, asaltaba un banco en San Francisco junto a otros miembros del SLA. A partir de entonces, Patty pasó a ser tratada como una criminal común por parte de las autoridades.
El 16 de mayo, Patty se vio involucrada en un tiroteo en una tienda de Los Angeles que miembros del SLA intentaban robar. Los guerrilleros lograron escapar pero una multa de tráfico que habían dejado atrás llevó a la policía a la casa donde se escondían y donde estaban más miembros de la banda.
La policía rodeó la casa y, tras un intenso tiroteo, se produjo un incendio donde murieron seis miembros del SLA. Entre ellos estaba el líder, que mantenía una relación amorosa con la joven. Los medios se habían desplazado en masa al lugar de los hechos y Patty asistió a todo desde la televisión de un motel en el que se había refugiado.
Después del incendio, la joven enviaría otra grabación a los medios en la que confesaba su amor por el líder fallecido, Cujo, "el hombre más gentil y hermoso que he conocido". "Nunca Cujo ni yo habíamos amado de la forma que lo hicimos. El establecimiento de nuestra relación fue también un compromiso con la lucha y el amor por nuestro pueblo”, dijo.
Su carrera criminal terminaría el 18 de septiembre de 1975, cuando los agentes del FBI la arrestaron en San Francisco. Ese día, la imagen en los medios era la una guerrillera desafiante, con los brazos en alto y los puños cerrados.
Síndrome de Estocolmo
A partir de ese momento dio inicio el "juicio del siglo", como lo calificó la prensa estadounidense. Patty contó que la habían maniatado y había pasado 57 días dentro de un armario. Dijo que había sido violada por dos miembros del SLA. Sólo la dejaban salir de su confinamiento para comer, vendada, para que no pudiera identificar a ninguno de sus captores.
Según su testimonio, durante ese tiempo el SLA la adoctrinó hasta que las circunstancias, el miedo, la necesidad y las vejaciones produjeron el cambio definitivo.
Los abogados intentaron alegar que la joven había sido obligada a unirse a la guerrilla y que había sido víctima del Síndrome de Estocolmo. Sin embargo, por aquel entonces, apenas se hablaba de este síndrome que define los sentimientos de empatía y apego que desarrollan los secuestrados hacía sus captores y no había jurisprudencia al respecto.
Por más que lo intentaron, los abogados no lograron convencer al tribunal. Ni ellos ni los psiquiatras que aseguraban que Patty se había convertido en una mujer con un pensamiento confuso, a la que le costaba hilar dos frases y con episodios de amnesia con respecto a su vida anterior al secuestro.
Patty Hearst fue condenada a 35 años de cárcel que, tras las apelaciones, se quedaron en siete, de los que tan sólo cumplió 22 meses, después de que el presidente Jimmy Carter le conmutara la pena en 1979. En 2001, Bill Clinton le ofreció el indulto, restituyéndole todos sus derechos civiles.
Dos meses después de recuperar la libertad, Patty Hearts se casó con uno de sus guardaespaldas, con quien tuvo dos hijas. Durante todo este tiempo se ha dedicado a trabajar en instituciones benéficas, ha tenido papeles en algunas series de televisión y películas, de la mano del director John Waters y ha escrito un libro de memorias.