"Persona gestante" o "que menstrúa": ¿un agravio contra la mujer o lenguaje inclusivo trans?
Hablamos con Laura Freixas, Rosa María Rodríguez Magda, Carla Antonelli y Mar Cambrollé sobre esta 'guerra lingüística'. ¿Es "madre" una palabra ofensiva? ¿Y decir "personas menstruantes" en lugar de "mujeres"?
22 septiembre, 2020 01:09Las guerras políticas son primero guerras culturales y lingüísticas. Es lo que está sucediendo ahora -o desde hace año y medio, con especial recrudecimiento en el presente- con palabras que quieren ser inclusivas, como "persona gestante" -para referirse a los hombres trans que se quedan embarazados- o "persona menstruante" para hablar de las mujeres cis que tienen la regla -que no son todas, pensemos en las niñas o en la llegada de la menopausia-.
Es complejo. Respecto a esta última acepción, recuerden el zafarrancho que se montó cuando la escritora J. K. Rowling compartió en Twitter un artículo de opinión -ajeno- llamado Creando un mundo post-Covid-19 más igualitario para la gente que menstrúa, e ironizó con que “esa gente que menstrúa solía tener un nombre”, en alusión a la palabra "mujer".
Expresiones como "persona gestante" también son recogidas por las leyes de Igualdad LGTBI y, según dicen sus defensoras -como Antonelli y Cambrollé, con las que hablamos en este artículo-, se limitan a "nombrar una realidad", la de los hombres trans que tienen útero y, por tanto, capacidad de parir. Negarles la denominación significa negar sus derechos -revisiones ginecológicas, seguimiento médico, incluso la decisión de abortar-. Ellas, en concreto, no apoyan que "la palabra madre sea fascista" ni que discrimine a nadie, como sí han deslizado otras activistas.
Tampoco usan el "personas menstruantes". Les parece una especificidad, no más que un tuit o una ocurrencia personal convertida en categoría, que no representa al grueso del colectivo trans. Creen también que estas "anécdotas" son exageradas por las feministas radicales para crear contra ellas un "discurso de odio", pero lo cierto es que proliferan mucho en las redes sociales: ahí el activista trans Pol Galofre comentando que "el embarazo es un proceso corporal increíblemente feminizado".
El @Polgos sempre ha tingut clar que volia tenir fills: “Moltíssims nois trans no s’ho arriben a plantejar perquè l’embaràs és un procés corporal increïblement feminitzat” pic.twitter.com/APOhGq4TTh
— Planta baixa TV3 (@plantabaixatv3) July 8, 2020
Las feministas radicales, por su parte, señalan que esta nueva terminología, lejos de ser "lenguaje inclusivo", es más bien un "neolenguaje" que acaba borrando a la mujer, porque al no nombrarla se eliminan o se invisibilizan las violencias específicas que sufre por el hecho de haber nacido mujer, como explicará más adelante Laura Freixas. Lo que no se nombra no existe: ya lo saben ustedes. Hasta la propia diferenciación entre "mujer cis" y "mujer trans" les parece excluyente, porque, según cuentan, la mujer pasa de ser la mitad de la población "a un subgrupo".
Para avanzar en el debate y ahondar en las diferentes posturas sobre este encontronazo lingüístico, hablamos con Freixas y Rodríguez Magda -en representación del bloque feminista radical que cree que estas palabras son una afrenta- y con Antonelli y Cambrollé -que, por su parte, defienden algunos de estos conceptos y otros creen, efectivamente... que se han ido de madre en las redes sociales-. Todas ellas lo explican mejor por sí mismas.
Laura Freixas: escritora y presidenta de honor en Clásicas y Modernas, asociación para la igualdad de género en la cultura.
Como dice la gran Celia Amorós, "conceptualizar es politizar". Según las palabras que se usen, las consecuencias políticas son radicalmente distintas: no es lo mismo, por ejemplo, decir "sus labores" que "trabajo doméstico gratuito": dejar de hablar de "mujeres" para hablar de "identidades de género" tiene efectos políticos perversos. Un cartel de ONU Mujeres resume a la perfección el peligro de esta deriva. Es una foto de una chica (con un hiyab rosa y el puño alzado) y dice: "Definir el propio género es un derecho humano".
Es decir, se borra el objetivo de igualdad entre mujeres y hombres, se borra a las mujeres como grupo oprimido y sujeto de lucha política, y en su lugar se propone elegir individualmente entre "identidades de género". Que a las niñas y mujeres víctimas de matrimonios forzados, embarazos no elegidos, mutilación genital, trata, violencia machista, trabajo gratuito... todo lo que se les ofrezca sea una quimérica posibilidad de "elegir su género" es un escarnio. Como si a la clase trabajadora les dijéramos que "elijan su identidad de clase", o a los parias de la India, que definan su propia casta.
El sexo biológico es relevante porque configura buena parte de nuestra vida, objetiva y subjetivamente. Por ejemplo, para las mujeres, la capacidad de ser madres hace que debamos decidir si lo somos o no, de qué manera, cuándo, con quién... y si lo somos, tiene consecuencias a todos los niveles. Pero además, en una sociedad patriarcal (y todas lo son, en distinto grado y modalidad), el sexo biológico nos coloca en una determinada posición social: por ejemplo, estadísticamente sabemos que los hombres ganan más dinero y acceden a más puestos de poder que las mujeres, que quienes piden excedencias sin sueldo para cuidar a familiares son mujeres, que las personas prostituidas son casi todas mujeres y los puteros todos hombres, etc. Borrar conceptualmente a hombres y mujeres no cambia esa situación, solo la invisibiliza. Ya no son ellos los que oprimen a ellas, sino "elles les que oprimen a elles", como dice Raquel Rosario Sánchez.
Separar las "identidades" de los cuerpos implica que por una parte, se elabora una "identidad" con un contenido político, afectivo, solidario, etc., para quien pueda permitírsela, y por otra, se reducen los cuerpos (sobre todo, los de las mujeres pobres) a objetos inertes. Palabras como "mujer" o "madre" tienen un gran contenido, histórico, político, iconográfico, emocional... (por más que cada generación, grupo, persona, deba reinterpretarlas).
En cambio, "persona gestante", "persona menstruante", "persona lactante", son palabras puramente técnicas, que evocan objetos inertes, mecánicos, desmontables, y tanto más fácilmente mercantilizables. Usar esas palabras deshumaniza a las mujeres (es pues una nueva versión de algo que el patriarcado siempre ha hecho) y las desactiva políticamente. No es casual que quienes utilizan a mujeres pobres para satisfacer, en cuerpo ajeno, sus deseos de paternidad/maternidad, insistan tanto en llamar "gestante" a la madre (la que está embarazada y da a luz es madre, por supuesto) y en borrar su nombre, su rastro, de los documentos.
Rosa María Rodríguez Magda. Escritora, filósofa, especialista en pensamiento contemporáneo y feminismo. Autora de La mujer molesta.
Yo creo que estos nuevos términos responden a una perversión del lenguaje inclusivo, que surge, precisamente, para eliminar cualquier viso androcéntrico y sexista de la expresión: lo que hace muchas veces con los neutros o con los genéricos no es más que invisibilizar a las mujeres. “Cuerpos gestantes”, “menstruantes”, “progenitor gestante…”, sí, nos dicen que son palabras pensadas para no dejar a nadie fuera, pero lo que hacen es negar a las mujeres.
Esta es la idea que traté en mi libro: por qué la mujer molesta y por qué empieza a molestar la misma noción de “mujer”. Se entiende como un ataque. Yo creo que hay que distinguir y analizar lo que está pasando: este neolenguaje, cayendo en la paradoja del lenguaje inclusivo, nos debería hacer reflexionar sobre la idea del borrado de mujeres, no más que una dinámica misógina disfrazada de modernidad o de progresismo.
¿Que si podrían convivir palabras como “madre” y “persona gestante” o “mujer cis” y “mujer trans”? Pero ¿qué problema hay en que se nombre a la mujer? Si nosotras renunciamos a la palabra “mujer”, renunciamos a la visibilidad, a la genealogía, a la reflexión de nuestro propio cuerpo. Nos ha costado muchísimo tener visibilidad a través de la palabra. El hecho de que se admita decir “mujeres cis” también es curioso, porque una de las cosas frente a las que ha luchado el feminismo es la heterodesignación, el que otros nos nombren y nos digan quiénes somos. ¿Ahora vamos a dejar que unos nuevos nos nombren? Cuando nos nombran como “mujeres cis” al grueso de las mujeres, dejamos de ser un sexo (la mitad de la población) para convertirnos en una subclase de las mujeres.
¿Que “el embarazo está muy feminizado”? No, es que es femenino. En unas convocatorias, hace poco, se hablaba de “cuerpos feminizados” para obviar la palabra “mujer”, y claro, es otra estrategia de desaparición. No somos un cuerpo feminizado. Somos un cuerpo cuyo sexo es el femenino y por tener ese sexo se espera un determinado comportamiento, un determinado género que ha justificado la opresión sobre las mujeres. Precisamente si pensamos en la prostitución, la pornografía, en la ablación, en los abortos selectivos de niñas… todo eso ocurre porque las mujeres tenemos un sexo, que es el sexo femenino. Negar ese sexo y por otro lado, aplicar un neolenguaje para borrar a las mujeres es una estrategia del patriarcado.
“Identidad de género”: me parece muy peligro usar en leyes conceptos que no están contrastados ni científica ni sociológicamente, ni siquiera están debatidos. Además, “identidad de género” es una contradicción en sus propios términos, porque el género es el constructo cultural de la masculinidad o la feminidad, es algo externo al individuo.
Cuando se habla de “identidad de género” se dice que el género es “sentido”, es decir, pasa de ser algo cultural a algo que está dentro de mi propia alma, o mi propio cerebro, y define mi propia identidad… es una contradicción total. Por otro lado, los géneros son puros estereotipos sexistas: es lo más cutre y reaccionario que hay. Lo que ha hecho siempre el feminismo es intentar luchar contra esos estereotipos: quien los defienda y los naturalice, como mínimo, no es feminista.
Carla Antonelli: actriz, política y activista transexual de los derechos LGBT. Desde el 2011, es diputada de la Asamblea de Madrid por el Partido Socialista Obrero Español, la primera mujer transexual de España en acceder a dicho cargo.
Todo el ruido que se ha metido contra conceptos como “cónyuge gestante” no es nuevo, porque ya aparecían en la ley de Igualdad LGTBI, de la legislatura pasada. Lo que pasa es que al año siguiente, Podemos registró una Ley integral Trans que repetía muchas cosas de las que ya estaban en la Ley de Igualdad LGTBI. Bien. Eso para ir desmontando las falacias. Jamás dice “cuerpo gestante”, sino “progenitor gestante” o “cónyuge gestante”. Se ha metido mucha suciedad en este tema y se ha dicho que esas palabras contribuyen al borrado de las mujeres. A las mujeres no nos van a borrar, yo jamás defendería eso, porque además de ser mujer soy binaria, no soy neutra. Soy Carla y soy mujer.
Un dato: en la Ley de Igualdad LGTBI sale 15 veces la palabra “gestante”. ¿Sabes por qué lo definían así? La FELGTB estaba dispuesta a llegar a acuerdos: no era una cosa insustituible, se refería específicamente a la filiación de los hijos, porque se da el caso de hombres trans que se han quedado embarazados, y eso es una realidad. Tú no puedes tapar el sol con un dedo. Si tú no reflejas la situación legal de estas personas te puedes ver en una problemática, en un limbo, por eso pusieron lo de “cónyuge gestante”. No puedes llamarlo “mujer gestante”.
Esa palabra, ya te digo, aparece 15 veces. ¿Cuántas veces crees que aparece la palabra “mujer” en todo el texto? 29 veces. Es mentira que se borre a la mujer. Aquí se han vendido muchas mentiras para soliviantar a las personas y hay gente que realmente se ha malinformado y se ha ofendido. Desde hace unos meses apareció la palabra “transgénero”, de birbirloque, intentando dar un paso atrás, porque entonces empezaron a decir estas señoras que no tenían nada en contra de las personas transexuales (aunque hasta casos de violencia de género nos niegan). Con “transgénero” quieren hablar de las personas que no se han operado los genitales. En un primer momento empezaron contra lo “queer”, aunque ya sabía yo que iban a ir a por todas.
Ahora hablan de ser “hembra humana” y de que se “nace mujer”: recurren a cuestiones biologicistas absurdas que además la ciencia también las desmonta. Se nace de muchas maneras y no siempre la anatomía sexual morfológica externa tiene por qué coincidir con la interna, los genitales no tienen por qué coincidir con lo interno con la propia identidad sexual o expresión de género. La Organización Mundial de Salud nos avala. No tenemos ningún trastorno. Y si no tenemos ningún trastorno, no se puede exigir ningún diagnóstico, no es diagnosticable como un cuadro médico. El derecho a la autodeterminación en sí mismo lo registró el PSOE en 2017: es claro. Habla del derecho a la autodeterminación y a la despatologización. La propia declaración de la persona es su manifestación y su autodeterminación.
Están grabadas las palabras de Pedro Sánchez. Hay un compromiso del presidente, del Ministerio de Igualdad y de la ministra. No voy a renunciar a los derechos por los que llevo peleando toda mi vida.
¿Que qué hay de la polémica del “persona menstruante” para referirse a las mujeres, aquello que comentó J. K. Rowling…? Mira, no podemos elevar la singularidad a categoría de totalidad. En un mundo casi virtual, qué vamos a hacer, ¿coger un tuit y hacer bandera de él con todo un colectivo? Somos cientos de miles de personas en todo el mundo, ¿porque alguien diga o haga eso nos representa a todos? Pasa igual con lo de la crítica a la palabra “madre”. ¡Es que es un tuit! ¡Alguien en su casa poniendo un tuit, no se nos puede atribuir a todo un colectivo…! Eso es como si cuando alguien pone una denuncia falsa, que es un 0,0%, decimos: ah, vamos a quitar la ley de violencia de género. ¡Es una aberración!
Me preguntas por la “e”, por el “niñes”, por ejemplo. Bueno, no borra a la mujer tampoco. Yo nunca hablo en “e”, porque para mí no es el denominador común del conjunto, sino una definición específica de un grupo de personas. Yo no soy e, soy a. En muchas intervenciones o charlas, yo saludo diciendo “hola a todas, a todos y a todes”. Claro que si vamos a nombrar, nombramos todo. No puede ser que por visibilizar una situación se invisibilice otra.
Decir “mujer cis” ¿ahora también es invisiblización? Pero si se están quejando del borrado de la palabra mujer, pues ahí está. Lo de “cis” viene de Latinoamérica y se pensó porque siempre se señalaba a las personas trans como si vinieran de otro mundo: así que se pensó en llamar al resto de la población que no era trans, cis. Yo tampoco uso cis, sino “mujeres trans o mujeres no trans”, aunque es peligroso porque dependiendo de quien lo diga puede tener una actitud peyorativa. Hay una maldad de fondo en “¿pero tú eres mujer; mujer trans?”. Es una especificidad, como ser mujer gitana, o canaria, o lo que sea.
De repente, según este discurso, parece que a todas las mujeres trans nos gustan las mujeres, y no es así. Mira, yo tengo un defecto, y es que soy heterosexual, podría ser perfecta y ser lesbiana, pero es lo que hay. Se nos “acusa” a las mujeres trans de querer estar siempre y sospechosamente con otras mujeres, cuando no es así, aunque puede ser también. ¡Anda, que ese tuit que dice que si no te quieres acostar con una mujer trans eres tránsfobo/a…! También ha recorrido el mundo. Las relaciones personales y sexuales son un acuerdo de dos, si alguien está conmigo es porque le gusto y punto. ¿Y si no me gusta un hombre porque es muy alto, que tengo, altofobia, hombrefobia? Se hacen unos discursos de redes que son completamente delirantes. Si alguien te presiona para acostarte con esa persona sin que tú quieras, es forzamiento.
Todo esto me da mucha pena. El feminismo siempre ha luchado por demostrar que las mujeres son más que un útero, más que una vagina, y que no han venido al mundo a procrear ni a servir al hombre. En eso seguimos.
Mar Cambrollé. Activista por los derechos de las personas transexuales.
El lenguaje es un vehículo que vale para comunicarnos y además vale para crear las bases de una posible liberación o no, o para seguir perpetuando una opresión. En este sentido, las personas y los colectivos hemos luchado en esa dirección para librarnos de discriminaciones cuando hablamos de “cis” y de “trans”, que es lo mismo que hablar de “hombres” o “mujeres” o de “homosexuales” y “herosexuales”. El término cis no es discriminatorio ni vejatorio: tan sólo, señora, estoy señalando que usted no es trans. De hecho, “trans” sí era discriminatorio, porque al decir “cis” uno hablaba de “mujeres biológicas”, y yo digo: ¿yo qué soy, biónica?
Las normas sociales o lingüísticas no están hechas de manera selectiva, son para toda la población, así que hasta el propio colectivo trans ha usado un discurso peyorativo hacia sí mismo, repitiéndolo, como cuando las mujeres repiten frases machistas siendo mujeres. Las mujeres trans hemos repetido frases como “ser una mujer de verdad”… ¿y qué eres, una mujer de ficción? Era absurdo. Ahí no hay nada peyorativo. Cuando te llamo cis, es que no eres trans; como cuando te llamo homosexual para decir que no eres heterosexual. Eso sí, si tú quieres practicar una superioridad y te quieres considerar más auténtica y natural que yo, estás siendo cissexista. No es lo mismo decir que eres cis a que practiques cissexismo.
Hay que nombrar la diversidad humana. Por ejemplo, cuando hablamos de “personas con capacidad gestante”. Bueno, yo más que de eso hablaría de “hombres con capacidad gestante”, porque son una realidad. Es verdad que hay hombres trans que pueden y quieren parir. Y además no sólo tienen derecho a parir, sino a abortar, y a ir al ginecólogo, y a hacerse revisiones. ¿Cómo vas a restarle más derechos a quien no los tiene? Eso no significa quitarle nada a las mujeres. ¿Qué hacemos, le cosemos la vagina? ¿No le consideramos sujeto de derecho? no viene a sustituir al sujeto mujer, que ya está reconocido. De ninguna manera queremos atentar contra el sujeto mujer.
Las mujeres trans no podemos parir, ni abortar, pero venimos a poner en valor que hay una gran diversidad de mujeres: blancas, negras, pobres, ricas, lesbianas, trans, heterosexuales, homosexuales… venimos a decir que el sujeto mujer es un sujeto diverso. Pero hay cierto feminismo que sólo escucha a las mujeres blancas, de posición de estudios universitarios, feministas de universidad. Es algo que tiene que ver con los totalitarismos, ¿no? Negar la diversidad.
Su discurso, curiosamente, encuentra el abrazo de la ultraderecha y del totalitarismo más rancio y religioso. El fundamento es el mismo. Sin embargo, cuando hablamos de “transfobia”, no hablamos de miedo irracional hacia las personas trans. Cuando nos asesinan no es porque nos tengan miedo. Cuando nos dan una paliza en las calles. Nos tienen odio, y nos tienen odio también gracias a un discurso normalizado en las redes sociales y que justifica estas agresiones. No hay mayor índice de suicidio que entre las personas trans. Tenemos la exclusión laboral más dura de todos los colectivos humanos.
Mientras, Lidia Falcón, a través de sus escritos, nos llama “proxenetas”. Nos llama “puteros”. Nos dice que usamos vientres de alquiler y nos criminaliza diciendo ¿qué pasará si estas mujeres entran en el vestuario de nuestras hijas? ¿Qué quiere decir con eso? ¿Que somos violadoras? Eso es un discurso de odio. Eso sería como decir “tengo hijos pequeños y no quiero que vivan negros y magrebíes en mi edificio”. Pero fíjate, ahí lo vemos y aquí no. Ambas cosas son un delito de odio.
Este feroz ataque no es ni comparable a la dictadura. Hemos pagado mucho las mujeres trans: se nos despojaba del derecho a tener una familia, se nos expulsaba de los hogares, no podíamos estudiar… pagábamos con la cárcel. ¡Y ahora cambian mi terminología por ‘teoría queer’, que es un concepto académico! Dime tú a mí: mi padre me dio mi primera paliza con seis años, y no fue por ninguna teoría queer, fue porque yo me comportaba como una niña. Ese concepto teórico y académico vale menos que nuestras vidas.
¿Que si creo que pueden convivir palabras como “persona gestante” y “mujer”? ¡Claro! Se reconoce la realidad de los hombres gestantes y no pasa nada. ¿Qué van a hacer si no, negarnos la salud, negarnos los derechos sociales? Ahora dicen: “¿Y qué pasa si entran en las cárceles de mujeres?”. Son tan ignorantes que no saben que en las cárceles de mujeres entramos desde 2006. ¿Cuántas mujeres hay violadas en las cárceles por mujeres trans, mi arma? El respeto a la identidad y el derecho a la autodeterminación es fundamental.
Las mujeres, igual que nosotras, han vivido discriminaciones brutales por no ser sujetas de derecho. ¿Olvidan el permiso marital? ¿O que no podían heredar ni votar? Eran mujeres tuteladas por el Estado y por sus familias. La libre determinación se concreta en las personas trans como sujeto de derecho, y que dejen de tutelarnos como las tutelaron a ellas.
Están utilizando la biología para discriminarnos, como cuando se decía que los negros genéticamente eran inferiores a los blancos o que las mujeres eran más tontas que los hombres. ¡También era eso “científico”, entonces! Por favor: utilizan la ciencia, la moral y la academia para legitimar un discurso de odio que es rancio. No queremos quitares derechos a nadie.