La escena es de un simbolismo sobrecogedor: un zorro humanizado escribe sobre un pergamino la sentencia "Mísera humanidad, la culpa es tuya", una cita del poeta Giambattista Casti recogida de su obra Los animales parlantes. El tintero lo sujeta un fraile arrodillado que contempla al animal con devoción, mientras a su alrededor se apelotona un amplio grupo de personas de rostros demacrados por el hambre y la guerra, como si estuviesen esperando a ser juzgadas.
Se trata de un grabado de Francisco de Goya, el número 74 de la serie Desastres de la guerra, una crítica feroz al servilismo y absolutismo del Estado, que desprecia al pueblo, y a su más fiel aliado, la Iglesia, realizada en torno a 1814-1815, cuando Fernando VII ya había reinstaurado su antiliberal régimen. El zorro, que en el poema de Casti representa a un primer ministro que provoca muerte, sangre, empujando a sus ejércitos al campo de batalla, firma aquí un decreto condenatorio con el beneplácito y la intromisión del fraile.
Llama la atención que en la metáfora animalesca, que el pintor aragonés tituló Esto es lo peor!, solo aparecen hombres, personajes masculinos. No hay ninguna mujer; y no porque a Goya no le interesasen para articular su obra —todo lo contrario—, sino porque en esa crítica que hace de la inutilidad de la guerra, de la nefasta gestión política o de la injerencia de la Iglesia en las cuestiones de gobierno, ellas son eximidas de cualquier responsabilidad, se las trata con piedad y consideración. La responsabilidad de que la sociedad no tenga salida cabe atribuírsela a ellos.
La presencia de figuras femeninas en los grabados de Goya es obvia, importantísima. Así lo refleja una exposición que se ha inaugurado este martes en la Calcografía Nacional, que forma parte de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. No está dedicada exclusivamente esta muestra a abordar la presencia de la mujer en los aguafuertes del pintor de Los fusilamientos —tarea que se acometerá en un futuro próximo con una monográfica, la primera en este sentido—, pero sí constituye este aspecto uno de los ejes discursivos.
"Hemos querido destacar la forma en que Goya hace a la mujer dueña de un catálogo muy intenso de expresiones y sentimientos que no ocurre con los hombres", explica Juan Bordes, académico delegado de la Calcografía Nacional y encargado de armar la muestra, titulada Goya, tres lecturas: la mujer, la guerra y el rostro. "A ellas las hace dueñas de una sensibilidad especial, les otorga matices de expresión mucho más complejos que la brutalidad que sobresalen en los rostros masculinos".
La exposición recoge medio centenar de los grabados originales de tres series icónicas del maestro: Caprichos, Desastres de la guerra y Disparates, dejando a un lado otras como Tauromaquia. Los personajes femeninos son una constante en las dos primeras. En los Caprichos, una sátira concebida como medio para combatir los vicios de los hombres y los absurdos de la conducta humana, la mitad de las 80 estampas tienen como protagonistas a mujeres. No solo en situaciones cotidianas, sino como víctimas de abusos y de la violencia masculina, denigradas por la prostitución y condenadas a los matrimonios de conveniencia.
El artista retrata en esa serie una sociedad española —y el mundo en general— extravagante, plagada de vicios y manejada a su antojo por un poder corrupto. Sus dibujos buscan corregir esos efectos. En Desastres de la guerra, un alegato contra la violencia —Goya había vivido en sus carnes la Guerra de la Independencia— la mujer sigue siendo víctima de la infamia del odio humano, manifestado en violaciones y humillaciones perpetradas por los militares, pero también se le confiere tintes de heroísmo, luchando como una guerrillera valerosa. Ellas son las únicas que salen bien paradas de estos grabados del aragonés, como evidencian ¡Qué valor! o Y son fieras.
Los dibujos referentes a la guerra no hablan de hazañas militares, sino de sus consecuencias sobre la población: los éxodos, los saqueos, el hambre... Goya y sus significados son infinitos, resalta Bordes: "Son imágenes terriblemente actuales, vuelve otra vez a gritar con rabia", opina. La exposición, según desvela el escultor, está dedicada a un intrépido visitante que un día manifestó su malestar con la Calcografía Nacional por exponer a un presunto antipatriota como Goya. ¡Terrible delito! "Tenía un profundo amor por su país que manifestaba denunciando las injusticias para hacerlo mejor", rebate el experto.
El tercer puntal de la muestra está dedicado a sumergirse en el "brutal" rostro goyesco. "Lo hace a partir de las tres líneas de fisiognomía de la época: los animales, el rostro de los locos, y el caricaturesco; unos códigos que entendían todos los estamentos sociales", expone Bordes. Un aspecto que adquiere una mayor gama de expresiones y profundidad en el caso de las mujeres, las protagonistas a las que Goya absolvió con su obra gráfica.