Silvia Pérez Cruz viene a quitarse la máscara y a invitarnos a quitarnos las nuestras. Farsa, su nuevo trabajo, que iba a salir el 24 de abril y ha tenido que postergarse hasta ahora por la maldita pandemia, va de eso: de cómo en el mundo moderno vamos construyendo nuestras identidades y nuestras vidas sobre una ficción donde todos somos muy guapos y estamos muy sanos y felices. “Es una reflexión que me ha ocupado mucho tiempo en estos dos últimos años. Qué peligro, ¿no? Construir tu propio robot con tanta información y tanta distancia con esa pantalla: ahí puedes inventarte lo que quieras”, sostiene.
“Eso nos afecta. Nos hace mal tender a cosas tan perfectas, tan poderosas y tan bellas. El arte es libertad y dentro de eso están las cosas más contrarias. A mí me gusta aceptar la fragilidad y ver la belleza de la imperfección y compartirla. El escenario te da como una luz y una fuerza… tampoco es real, nunca hay que olvidarse de la parte humana. Creo que tenemos que curarnos en colectivo”, propone.
Habla de nuestra autoestima “mal entendida”. De la educación. Del “ser valiente para ver nuestros procesos” y para “encontrar el eje que se nos está desplazando”. En todas estas cuestiones, su madre es un pilar fundamental que ha influido sobremanera en su persona y en su trabajo. Se refiere a ella sin parar y se le llena la boca. “De mi madre aprendí esa visión de mirar una canción como un cuadro, de entender una exposición como un baile o de mezclar sonidos con colores: mezclar toda la información… este disco tiene mucho de eso, de dialogar con otras disciplinas artísticas”.
Igual te saca en este disco un poema de Sylvia Plath que uno de Miguel Hernández que se llama Todas las madres del mundo: “Me he dado cuenta de que hablo mucho de la maternidad, no sólo en las letras, en todas partes. Sobre la mía también, sobre yo como madre: por ejemplo, quería estar más tiempo en casa y este disco lo he grabado ahí, lo he editado en casa… y a la vez es un homenaje a mi madre”, explica.
Influencias femeninas
“Ella me ha influenciado mucho, me ha dado siempre el espacio para ser. Cuando eres madre te das cuenta de lo difícil que es educar y cuánto hay de aceptar tus limitaciones en un proceso tan imposible.. y seguir acompañando, y aceptar que te equivocas, intentar ayudar y cuidar y proteger sin asfixiar, para que esa persona florezca… esa persona es otra, eso hay que entenderlo, esa persona no es tú”, sonríe.
Se encuentra en ella en los gestos, en el vestir. “Cuando yo cantaba, de pequeña, y ella se emocionaba tanto, yo le decía ay, no te pongas tan intensa… sabes esa cosa que nos da de pequeños como de vergüenza de las madres, ¿no? Joder, ahora lo siento como madre y pasa el tiempo y me veo con la misma cara y el mismo pelo”. Hay otras mujeres que viven también en ella, como Chavela Vargas o Edith Piaf. O Lola Flores. O Billie Holiday.
“Recuerdo pensar de Chavela que ella no hacía una canción detrás de otra, que esa mujer nos estaba regalando la vida y la muerte, mano a mano. Qué momento, qué ritual más sagrado, con qué respeto y con qué generosidad nos compartió sus canciones. Me hubiera encantado conocerla. La lloré mucho cuando se fue”.
Machismo en la música
Cree Silvia Pérez Cruz que “aún hay machismo en el mundo del arte”, aunque ella agradece que le haya ido bien y . “He hecho bandas sonoras y me las han premiado, que es una cosa como muy extraña aquí, o sea, vemos que se dan pasos, pero… cuando hay algo creativo, hay una tendencia a pensar que es el hombre el que lo ha hecho. Se espera que el hombre se haya encargado de la parte intelectual, del pensar y ordenar en el arte. Lo más machista que he vivido es que relacionen siempre ‘mujer’ con ‘emoción’ y no con creación u organización”, reflexiona.
“Es verdad también que ahora hay muchas mujeres instrumentistas, cuando antes eran una excepción, sólo había en el clásico. Están pasando muchas cosas bonitas. Yo el machismo en la música no lo sentí hasta los 28 años, antes nunca había pensado que fuera una mujer a nivel musical. Eso sí, en cuanto sales de tu circuito y de tu tribu… te das cuenta de todo”.
¿Y el ministro?
Oye, Silvia, y ¿dónde está el ministro de Cultura? Ríe. “Pues yo no sé. Ostras, qué le habrá pasado. Me cuesta entender que no se cuide más la cultura en España. He estado en Francia y allí no es así, lo noto en los detalles: se les cuida a los artistas hasta en el proceso creativo y en el resultado. Y aquí no sé qué está pasando, porque la cultura da comida a muchas familias y genera muchos oficios”, resopla.
“Es necesario para alimentar el alma y para acordarnos de ser libres y para acordarnos de quejarnos. No he estado en un sitio más seguro que un teatro. Es ridículo viajar en aviones llenos y que en el teatro estemos separados por tres asientos. Ya casi, como artista… lo sientes como un ataque personal”.