Refugiada palestina por documento y apátrida por sentimiento, Heba Iskandarani tiene, por fin, con 26 años, una nacionalidad: la española, tras descubrir el secreto familiar de sus orígenes judíos sefardíes.

"Sefardí, judía, palestina, libanesa, musulmana, española y dubaití, también", acepta con sorna una aparente "identidad contradictoria" en entrevista por videoconferencia desde Emiratos Árabes Unidos (EAU), donde nació.

En ella se agrupan todas estas identidades, pero hasta el mes pasado, legalmente, lo que tenía era el estatus de refugiada de su padre. Hasta que desentrañó su árbol genealógico y averiguó que sus antepasados fueron judíos expulsados de España por los Reyes Católicos, que se convirtieron al islam en algún momento de su exilio por Oriente Medio.

Heba y su hermana, con sus pasaportes españoles. Efe

"Nacionalidad actual: Palestina", consta en la solicitud que envió Heba al Ministerio de Justicia español para iniciar el proceso de nacionalización de sefardíes por carta de naturaleza, oportunidad que abrió una ley aprobada en 2015.

Una "particular" solicitud que su abogado Giorgio Guarneri no había visto en las decenas de nacionalizaciones que tramitó hasta el año pasado, cuando terminó el plazo, reconoce desde Barcelona.

Para cumplimentarla, Heba pasó más de tres años buscando respuestas a un interrogante que se abrió por casualidad un día tras una búsqueda aleatoria de su apellido en Internet: lo tenía también una familia judía de origen argentino.

"Personalmente no sabía que era ser sefardí. En Oriente Medio vives en una burbuja, no sabes nada del otro lado (Israel), dadas las circunstancias (los países árabes rechazaron la creación de Estado judío). Entonces empecé a investigar", explica.

Secretos de familia

Cuando se lo comentó a su padre, renegó. Este había nacido en Líbano, de madre libanesa y de un padre que había huido de la ciudad palestina de Yafa, hoy Israel. Con la creación del Estado judío en 1948, fue uno de los 700.000 habitantes de la Palestina histórica que escaparon de la guerra y se establecieron en campos de refugiados por todo Oriente Medio. Hoy los 5,6 millones de huidos y sus descendientes no pueden volver a las localidades de las que salieron y la mayoría tampoco puede obtener la nacionalidad del país donde reside.



"Si perdemos la visa de trabajo en Dubai, ¿dónde voy? ¿A un campo de refugiados en Líbano? Ni este país (Emiratos Árabes Unidos), ni Palestina ni Israel me acogerán nunca", ilustra sobre el desasosiego que ha marcado su vida.

"Vosotros lo dais por sentado (una nacionalidad) porque la tenéis, pero el mundo no sabe que hay un tanto por ciento de población que no tiene tierra", interpela.

Ese sentimiento de "ciudadana de segunda clase, sin derechos" es lo que llevó a Guarneri, de origen italiano y con un pasado migrante en EEUU, a implicarse personalmente en su caso.

"Cuando me contactó por primera vez sentí que estaba sufriendo por no tener identidad", remarca este letrado de Extranjería, que se sintió también afectado por la incomprensión que Heba afrontaba como descendiente de judíos en países árabes, y como árabe en su búsqueda judía. Por eso, ella mantuvo oculta la historia que fue destapando hasta que el mes pasado ella y su hermana tuvieron el pasaporte español en la mano.

Como su abuelo, el primer Ahmad de la familia tras una sucesión de nombres judíos como Ruben o Jacob. Este había ocultado y cambiado el nombre de su padre Iyob cuando se refugió en Líbano. El documento de identidad que Heba encontró del Mandato Británico de Palestina de los años cuarenta desveló el secreto. Nadie de la familia sabía el por qué y nadie había hablado de ello.

Determinante fue comprobar que el apellido de su bisabuela era Djerbi (judío de origen tunecino) para conseguir el certificado de la Federación de Comunidades Judías de España, documento indispensable para iniciar la tramitación de nacionalización.

La historia comenzaba a encajar y una investigación de la Universidad de Colorado situó a sus antepasados en la calle De Cal de Barcelona. Expulsados en 1492 por los Reyes Católicos, migraron de Marruecos a Alejandría hasta establecerse en Yafa como mercantes en el siglo XIX con el Imperio Otomano.

Ahora, su padre entiende por qué de pequeño elaboraban en familia huevos haminados, una tradición sefardí. Dispuesta a celebrar las Navidades como española, el Ramadán como árabe musulmana y Rosh Hashaná como sefardí, Heba no para de dar gracias por sentirse, ante todo y por primera vez, "un ser humano dentro de unas fronteras con derechos".

Cree que autodenominarse española todavía es temprano, al no haber residido nunca en España, como nunca ha visitado Palestina, pese a tener esa condición. Pero sus hijos lo serán.

El pasaporte permitirá que sus descendientes crezcan con "los derechos y la protección" que a ella le fueron privados, sueña. Incluido el visitar sus orígenes, en el pueblo natal palestino de su abuelo, hoy parte del Estado judío, que también ansía conocer porque, defiende: "Se puede vivir con ambas identidades".