La primera ministra finlandesa, Sanna Marin (34 años), ha estado en la picota desde que asumió la presidencia de su país en un Gobierno conformado por cuatro partidos, todos ellos dirigidos por mujeres. Se convirtió en la líder más joven de un país y ha demostrado que se puede gobernar de otra forma, incluso en la pandemia.
De hecho, muchos analistas han incluido su gestión entre las mejores frente al coronavirus gracias a decisiones como pedir la colaboración de influencers en esta lucha desde el principio o apostar por las redes sociales para llegar a todos esos "que no leen la prensa ni se informan por radio o televisión".
Sin embargo, el peso de ser mujer y joven sigue siendo la espada de Damocles sobre la que pende todo su trabajo. Si su boda ya se consideró un escándalo, pese a celebrarla en la intimidad y sin invitados puesto que ya estábamos en la pandemia, su entrevista ahora en un revista Trendi ha llevado el escándalo a este país escandinavo sólo por un aspecto: su escote.
La primera ministra posa con un traje de chaqueta de esmoquin, muy de moda ahora, con un escote en pico, sin sujetador y un collar joya. La respuesta de muchos no se ha hecho esperar: "de mal gusto", "inapropiada", "ridícula" o que lo único que consigue es "erosionar su credibilidad" son algunos de los calificativos que han aparecido en las redes... y en otros círculos.
En un blog, el famoso empresario finlandés Aki Pyysing llegó incluso a burlarse de sus pechos por pequeños y la acusó de querer únicamente llamar la atención con ese tipo de fotografías.
El escote de Sanna Marin se ha convertido en objeto de discusión en las redes donde los seguidores y detractores de la primera ministra no han ahorrado esfuerzos para apoyarla o llamarla de todo.
Muchas mujeres han subido fotos con el mismo modelo que Sanna Marin bajo el hashtag #ImwithSanna ("estoy con Sanna"), advirtiendo que la polémica es un ejemplo más del machismo que sufren las mujeres tanto en la sociedad como entre la clase política.
Es más, incluso sus seguidores, han puesto fotos de Silvio Berlusconi o Putin con la camisa abierta o el torso descubierto preguntándose qué ofende más, si el escote de la primera ministra finlandesa o el pecho desnudo de los políticos.
La foto que más ha corrido en redes ha sido la comparación de la imagen de Marin con la del eurodiputado del Partido Finés, Teuvo Hakkarainen, advirtiendo de que no hay color en la crítica.
El escote ha sido otra piedra más que han lanzado contra esta joven política que está marcando una nueva forma de gobernar en un país bastante envejecido. Antes la criticaron por haber sido cajera de supermercado o por haberse criado en un hogar homosexual con dos madres, entre otras cosas.
El problema es que las críticas a su aspecto y su vestimenta no son nuevas para las políticas de cualquier lugar del mundo, sometidas a una mayor presión social que sus compañeros hombres. En Reino Unido, sin ir más lejos, aún se recuerda todo lo que tuvo que aguantar la diputada británica Tracy Brabin por hablar en el Parlamento británico con una camiseta con un hombro caído. La llamaron desde fulana hasta borracha y ella misma tuvo que salir en televisión a denunciar el machismo que estaba sufriendo en redes.
Y hasta la sobria Theresa May aguantó lo suyo cuando, siendo la todopoderosa ministra de Interior, se atrevió a ir a una cena de gala con un vestido de noche sin hombros.
En España, tampoco las políticas (de uno u otro lado) se han librado de la crítica por su forma de vestir. Si no, que le pregunten a Soraya Sáenz de Santamaría o a las ministras del Gobierno de Zapatero por sus entrevistas en revistas de moda.