Las mujeres de Irán han comenzado a hablar y hacer públicas las situaciones de acoso sufridas a lo largo de los años. Tres años después de que comenzase el 'MeToo' en Estados Unidos y se extendiese por el mundo, las iraníes se han unido y han comenzado su propio movimiento.
A través de las redes sociales, cientos de mujeres han compartido sus experiencias, y entre los acusados hay importantes empresarios y artistas del país, que en muchas ocasiones están relacionados con los gobernantes. Uno de los nombres más destacados es el de Aydin Aghdashloo (de 79 años), uno de los artistas más reconocidos del arte moderno y contemporáneo de Irán.
Todo comenzó a principios de agosto, cuando un grupo de periodistas publicó en Twitter un vídeo en el que narraban sus experiencias con el acoso sexual e incidían en que las violaciones no son la única manera de agredir a una mujer.
"Esta es una historia repetida, pero otras mujeres periodistas y yo decidimos hablar de ello y pedirles a los demás que no se queden callados ante el acoso. El acoso sexual no es solo una violación. A veces, un toque, una palabra, una mirada pueden destruir profundamente la psique de una persona", escribieron en el tuit, que iba acompañado de un vídeo con declaraciones de diferentes profesionales de la información.
La historia de Sara
Poco a poco más mujeres comenzaron a contar sus historias, pero todo estalló cuando, a finales de ese mes, la periodista Sara Omatali hizo una revelación que se hizo viral: acusó a Aydin Aghdashloo de haberla agredido en 2006 cuando fue a hacerle una entrevista.
"Escribir estas pocas líneas es una de las cosas más difíciles que he hecho. Vas a leer una historia que podría cuestionar completamente a una persona que, para muchos de ustedes, es una persona sabia, culta y un intelectual popular", comenzó su historia.
Omatali explicó que ese año ella era reportera del Grupo de Arte de la Agencia de Noticias de Patrimonio Cultural y el Museo Nacional, y le mandaron hacer un informe sobre una exposición de ropa de cama sasánida del museo. Pensó que sería buena idea contar con el punto de vista de Aghdashloo porque sabía que había hecho una investigación detallada sobre los lechos sasánidos.
El artista accedió a la entrevista pero, según relata la periodista, le insistió en que ella fuese primero a su oficina y saliesen juntos hacia la exposición. Al llegar, Omatali esperó fuera del edificio, pero él le dijo que aún no estaba listo y que le esperase dentro. Para no ser descortés aceptó, pero decidió quedarse fuera del despacho y llamar a la puerta.
Cuando le abrió, Aghdashloo, que en ese momento tenía 66 años, estaba desnudo y solo tenía una túnica echada al hombro. La agarró e intentó besarla, pero, según cuenta Omatali, que entonces tenía 24 años, consiguió zafarse y salir corriendo hacia un supermercado que había al otro lado de la calle.
"No sabía lo que estaba haciendo. Compré una botella de agua, me senté en el suelo de la tienda y me lavé la cara con agua. Quería disolver los labios besados en ácido. Odiaba mis labios más que nada", relata. "¿Cuántos minutos pasaron? No lo sé. el "maestro" -como se conoce a Aghdashloo- salió de oficina y, como si nada hubiera pasado, se acercó a mí y me dijo: '¡¿Vamos ?!'. Fui y entré al Museo Nacional como un cadáver en movimiento".
Omatali cuenta que no recuerda qué pasó el resto del día y que la mañana siguiente hizo el informe "como si el caso fuera a cerrarse escribiendo y me fuese a librar de la embestida de estos sentimientos contradictorios y contaminados".
"Todos estos años he estado en silencio por miedo a aquellos que digan que no tengo evidencias para probar esta afirmación, o aquellos que no están dispuestos a admitir que Aghdashloo es un acosador sexual", pero, asegura, ya no puede seguir callada.
Drogadas y violadas
Su testimonio animó a cientos de mujeres a sincerarse pero muchas, por miedo a las consecuencias, lo hicieron de forma anónima. Y es que Irán continúa siendo uno de los países donde menos derechos tienen las mujeres. Las violaciones y agresiones sexuales son todavía un tabú, incluso en el seno de la familia, y en la mayoría de las ocasiones los culpables no son condenados ni juzgados.
Otro de los hechos que propició que alzaran la voz fue la denuncia de un grupo mujeres que aseguraron haber sido violadas después de perder el conocimiento cuando un hombre les sirvió unas bebidas. Estas acusaciones también se hicieron por internet a través de los hashtag #MeToo y #Rape (#Violación), pero el movimiento generado fue imparable.
Expertas consideran que el hecho de hacerlo público, denunciar la inacción por parte del sistema y exigir cambios es un primer paso muy importante para la sociedad iraní. "Este movimiento debería haber comenzado mucho antes", dijo Hana Jalali, una contable de 25 años de Teherán a AFP.
"Creo que hablar de estos temas, que se publiquen, es una gran cosa. Ahora estamos viendo chicas que parecen dispuestas a pararse en la plaza central de la ciudad y hacer tales acusaciones", afirmó.