Los cambios cíclicos de los niveles de estrógenos y de progesterona, así como los cambios de temperatura durante el ciclo menstrual, pueden ser los responsables de que algunas mujeres dos o tres días antes de la regla no gocen de un sueño reparador.
"Otros factores que pueden influir en la calidad del sueño son el estrés, la enfermedad, la dieta y los malos hábitos. Asimismo, en el periodo premenstrual se da sensación de hinchazón, dolor de cabeza, irritabilidad, cambios de humor y calambres, que pueden estar contribuyendo a crear problemas de insomnio o de somnolencia y fatiga durante el día", reconoce en El insomnio, cómo combatir las noches en blanco (Amat Editorial), la licenciada en Psicología clínica y especialista en patología del sueño Victoria De la Fuente.
Según revela en una entrevista con Infosalus, las hormonas también tienen que ver con la estructura de la vigilia y del sueño, y con la menstruación a veces algunas mujeres presentan un estado anímico por el que están más irritables, se alteran frente a determinadas situaciones emocionales. "Hay personas para las que los cambios hormonales durante la menstruación les provocan un insomnio de días. Lo mismo pasa en el posparto, o en la menopausia, que cambia la estructura del sueño", remarca esta experta.
Entre las recomendaciones para esta etapa, De la Fuente aconseja establecer una serie de rutinas previas al sueño y mantener unos horarios regulares; así como cuidar el entorno (evitando los ruidos, las temperaturas extremas, y asegurándose de la comodidad de la cama); cenar ligero y evitar las bebidas estimulantes (café, colas), así como el tabaco; no realizar ejercicio a última hora del día; procurar acostarse relajada y evitar pensamientos que no favorezcan el sueño.
El hambre
Mientras, el doctor Javier Salvador Rodríguez, miembro del Área de Neuroendocrinología de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), aclara en otra entrevista por qué las hormonas en determinadas etapas de la vida de la mujer pueden llegar a incrementar su nivel de hambre.
"Las acciones de las hormonas sexuales sobre el comportamiento alimentario no se encuentran bien definidas. Las variaciones hormonales propias del ciclo menstrual explicarían que la situación en la mujer sea más cambiante que en el varón", coindice este especialista con De la Fuente.
Así, subraya que en el periodo justo previo a la menstruación, cuando existen valores elevados de estradiol y de progesterona en la mujer fértil, esta etapa se asocia con una tendencia al aumento de peso y a un comportamiento alimentario compulsivo en algunas personas.
"Los mecanismos íntimos que explican este efecto no se encuentran completamente establecidos", aprecia el experto, citando que en aquellos casos con síndrome premenstrual disfórico --caracterizado por síntomas cíclicos somáticos, psicológicos y conductuales que se agravan en la fase luteal del ciclo menstrual (los días 10-15 días de antes del sangrado)-- se ha observado que dicha sintomatología se asocia con un mayor deseo por la ingesta de alimentos dulces que poseen una alta densidad energética.
"Dicho cuadro se asocia con alteración y en la respuesta al estrés que potencialmente pueden generar las alteraciones metabólicas asociadas. Los efectos sobre el comportamiento alimentario pueden verse mediados por las interacciones de las hormonas sexuales, como el estradiol, con reguladores de la ingesta, como la leptina y la hormona de origen intestinal GLP-1", aprecia el miembro de la SEEN.
El doctor Javier Salvador Rodríguez hace mención en este contexto al caso de la menopausia, donde dice que existe cierta controversia al respecto, dado que algunos estudios abogan por la influencia de la edad, que conforme avanza a través de múltiples mecanismos se produce un aumento de la masa grasa y del peso corporal.
Otras investigaciones, por el contrario, señala que han demostrado que la deprivación hormonal que se produce en la menopausia --como consecuencia de la detención de la función ovárica--, se asocia con un patrón de distribución de grasa más masculino, con un aumento de la grasa abdominal y visceral, que aumenta el riesgo de diabetes, de dislipemia, de hipertensión y de otras complicaciones asociadas a la obesidad.
El experto también hace mención de la gestación, una etapa en la que se produce un progresivo aumento de la ingesta, especialmente en las primeras semanas, y que según sostiene, se atribuye a un efecto estimulador de la ingesta de la progesterona de origen placentario, que posee efecto inhibidor de la acción estrogénica, si bien confirma que los mecanismos implicados en estos efectos moduladores "no están totalmente esclarecidos".