Los dibujos y grabados alegres de Eva Armisén (Zaragoza, 1969), dominados por mujeres, sonrisas y emociones cálidas, positivas, que pretenden hacer de lo cotidiano un hecho extraordinario, se conocen más en Corea del Sur que en España. Al otro lado del mundo, la artista aragonesa es conocida como "la pintora de felicidad", capaz de congregar a casi medio millón de personas en algunos de los centros artísticos más importantes del país. También en otros lugares como Hong Kong, Singapur o Tailandia.
"Empecé a pintar muy jovencita porque era muy tímida y encontraba una manera fácil de explicar lo que sentía a través de la pintura. Es como un vehículo para explicar historias y, sobre todo, para fijar emociones", explica Armisén a MagasIN. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, completó su formación en la Rietveld Akademie de Ámsterdam y con una beca de la Fundación Joan y Pilar Miró de Palma de Mallorca. Actualmente vive y trabaja en Barcelona, pero con una obra dispersa por todo el planeta: desde las muestras en Seúl hasta los autobuses turísticos de San Francisco.
Ahora desembarca en Madrid, en el Espacio Sin Título, con la exposición Vida, que reúne una veintena de creaciones gráficas, sobre papel y óleos que se podrán ver hasta finales de enero. "Mi obra está centrada en la emoción. Es como la fantasía de poder detener el tiempo: cuando algo me emociona o me hace sentir algo especial, tengo la necesidad de atraparlo y fijarlo con la pintura", describe la artista maña.
Pero la pandemia, el confinamiento y las incertidumbres de la actualidad también han alterado el mensaje: "El hecho de tener la muerte tan presente a diario hace que la vida tenga un valor distinto", reflexiona Armisén. "Esa sensación de soledad que hemos experimentado todos tiene la parte triste, pero también la de enfrentarte a ti y ver cómo es tu latido, qué es lo que sientes, sin estar tan condicionado por la marcha que llevamos habitualmente. Ha sido como una suspensión en el tiempo y hemos hecho ese proceso de sentir la vida como algo más extraordinario de lo que creíamos".
Sus pinturas, cargadas de humanidad, son retratos insertos en paisajes y acompañados de frases que describen esas emociones positivas: luz, confianza, felicidad... "La mayoría de mis personajes tiene una sonrisa porque aparecen en los momentos en los que conectan con ellos mismos, con una parte que les está haciendo sentir bien incluso en momentos que no son especialmente felices. No es tanto el ser feliz como el no perder la sensibilidad hacia lo que pasa a tu alrededor", reconoce la pintora.
Eva Armisén asegura que su obra es muy autobiográfica y que tiene "una sensibilidad muy en clave de mujer". "Es imposible no ser feminista ahora mismo porque los hechos son los que son y no verlos sería de ciego", dice. "En el mundo del arte está clarísimo que las mujeres estamos muy poco representadas. Cuando vas a una facultad de Bellas Artes la mayoría son mujeres, pero después lo que consigue vivir del arte no guarda la proporción en absoluto".
"Tenemos que seguir rompiendo con una serie de roles establecidos que no nos ayudan y una serie de cargas que vienen por el hecho de ser mujer, pero a nivel social es una responsabilidad de todo el mundo", añade la pintora.
Un momento fundamental en su trayectoria fue conocer y colaborar en la candidatura de las "Haenyeo" a Patrimonio inmaterial de la humanidad. Se trata de un grupo de mujeres buceadoras de la isla de Jeju, en Corea del Sur, que llevan sobreviviendo siglos en base a lo que pescan en el mar. "Vi clarísimo los valores que más admiro: ellas, sin tener nada —viven muy humildemente—, tienen un orgullo por su fuerza física, por su trabajo y por la capacidad de decisión —son las encargadas de organizar socialmente la comunidad— que me sirvieron de inspiración y para tener en cuenta lo importante que es el valorar lo que nosotros hacemos", asegura Eva Armisén.
Quizá ese apoyo también sea otra explicación a su éxito en el país asiático, donde se dice que es más popular que Picasso. "Eso me parece algo exagerado", matiza la artista, "pero es verdad que llevo doce años trabajando allí, se me ha permitido hacer proyectos que aquí no he podido y la gente ha conectado conmigo desde la primera feria a la que fui". "Quizá son sociedades en donde las emociones aún cuesta más expresarlas, y valoran mucho encontrar imágenes que puedan representar lo que sienten; les gusta mucho estar rodeados de imágenes que les hacen conectar con su propia sensibilidad", opina Armisén sobre el éxito de sus creaciones.
La artista, como ilustradora, también ha reconvertido sus dibujos y pinturas a fines didácticos, publicando tres libros para niños. Asimismo, ha colaborado en campañas publicitarias de marcas punteras en todos los ámbitos. "Mi obra puede adaptarse a formatos muy distintos y eso me apasiona: creo firmemente que el arte puede dar otra visión a gente que no va a verlo cuando se lo encuentra", despide. "Me parece una manera de participar de la vida que me interesa mucho".