Había un poema gestándose mientras una nueva era arrancaba. El poema se llama The hill we climb -La colina que escalamos- y el nuevo mundo era el que quedaba libre de la presidencia de Trump, inaugurado ayer: “Cuando llega el día nos preguntamos: ¿dónde podemos encontrar luz en esta sombra interminable? / La pérdida que cargamos / el mar que debemos vadear / hemos desafiado el vientre de la bestia (...) Hemos resistido y hemos sido testigos de / una nación que no está rota / sino simplemente inacabada / somos los sucesores de un país y un tiempo / donde una chica negra y flaca / descendiente de esclavos y criada por una madre soltera / puede soñar con ser presidenta / y se encuentra a sí misma recitando para uno”, comienza la evocadora pieza.
“Nos esforzamos por forjar una unión con el propósito de / componer un país comprometido con todas las culturas, colores, caracteres y condiciones del ser humano (…) Cerraremos la brecha porque sabemos / que para priorizar nuestro futuro / debemos dejar a un lado nuestras diferencias (…) Que el mundo, al menos, diga que esto es cierto: / que incluso mientras lloramos, crecimos, / que incluso mientras nos duele, esperamos / que incluso cuando estamos cansados, lo intentamos”, esgrime.
Pero si hay algo más poderoso que el poema -recitado de forma emblemática en la investidura del presidente Joe Biden- es la poeta que lo ha escrito y enunciado con esperanza y lucidez: aquí Amanda Gorman, 22 años, Los Ángeles, el pelo largo recogido con trenzas afro, la enorme diadema roja, las manos ágiles y expresivas, el traje de chaqueta amarillo chillón, la apuesta en serio por la palabra.
Su inspiradora arenga convoca a EEUU a “vivir a la altura de su propio tiempo” y a demostrar que la democracia “puede retrasarse periódicamente, pero nunca podrá derrotarse para siempre”. Habla de un país “magullado pero íntegro, benévolo pero audaz, feroz y libre”. Habla de que “nuestra gente diversa y hermosa emergerá, maltrecha y bella, cuando llegue el día en que salgamos de la sombra, en llamas y sin miedo”. “Siempre hay luz, si somos lo suficientemente valientes para verla / si somos lo suficientemente valientes como para serla”, clausura.
Poesía social
El Capitolio que hace días era asaltado por la extrema derecha trumpista, ayer se rendía ante la juventud y el humanismo de esta mujer excepcional que ya fue premiada en 2017 por su poesía precoz -que bautizaron como “la mejor de California”- y que cree, como Gabriel Celaya, que los versos son “armas cargadas de futuro”.
Gorman no es una esteta, es una poeta social que hilvana en sus versos sus preocupaciones reales como ciudadana, desde el cambio climático a la desigualdad económica pasando por el racismo o el machismo. “Maldigo la poesía concebida / como un lujo cultural de los neutrales / maldigo la poesía del que no toma / partido hasta mancharse”, que decía nuestro Gabriel.
Su mejor presentación, su mejor biografía, es precisamente el poema que ha enunciado, donde recuerda que, afortunadamente, una chica como ella, descendiente de esclavos e hija de una madre soltera, hoy puede soñar con convertirse en presidenta -de hecho, ha recordado en otras ocasiones que formalmente quiere hacerlo y que se postulará en 2036-.
De niña, Gorman fue una especie de Matilda: genial y un poco inadaptada, quizá por un pequeño problema del habla que padeció. No veía la tele, sólo escribía y leía. Admira a la Nobel Mala Yousafzai, ha fundado una asociación sin ánimo de lucro para formar a jóvenes escritores y ha publicado un poemario -aunque tiene varios contratos abiertos para publicar dos tomos para niños-. Ha salido hasta en la MTV recitando.
El poema inacabado
Ha expresado la joven -es más: la más joven en leer en una inauguración presidencial- que empezó a escribir el poema minutos después de ser invitada por el equipo de Biden, y que leyó a Churchill para entender la retórica del poder, y que leyó a Whitman para buscar la inspiración, y que leyó al activista abolicionista Frederick Douglas para aprender a dibujar el país al que aspira.
Pero hizo falta un golpe de pánico tan espectacular como el del asalto al Capitolio para que Gorman pudiese cerrar su poema inconcluso. “Al ver esas imágenes, sentí que alguien encendía un botón en mi cerebro. Lo terminé esa misma noche”, ha confesado.
Los cinco minutos en los que ella ha tomado la palabra han sido los más decisivos y simbólicos de todo el evento, lo cual también da buena prueba de hacia dónde se encamina por fin el mundo moderno. “La poesía es normalmente la piedra angular a la que volvemos cuando tenemos que recordar la historia sobre la que nos alzamos y el futuro que defendemos”, considera la nueva estrella.