María Blanchard, una de las figuras fundamentales del cubismo, aunque gran olvidada por la crítica internacional, vuelve ahora a la palestra tras la compra de La Boulonnaise por el Museo del Prado, pese a que el grueso de su obra se encuentra en el Reina Sofía.
El Real Decreto de 1995 marca el límite de las obras del Reina Sofía y el Prado en la fecha del nacimiento de Pablo Picasso, octubre de 1981. Blanchard está en el límite, nació unos meses antes que el autor del Guernica, en marzo.
Fuentes del Museo del Prado y del Ministerio de Cultura aseguran que la compra se ha hecho conforme marca la ley, que pone la línea divisoria en esa fecha y, además, establece una serie de excepciones.
Aunque cumple con la normativa vigente, lo cierto es que el grueso de las obras que existen en España de María Blanchard (Santander, 1881 - París, 1932), y el resto del arte cubista, se encuentra en el Museo Reina Sofía, institución que en 2012 le dedicó una retrospectiva y atesora quince de sus cuadros.
El catedrático de historia del arte de la Universidad de Málaga, Eugenio Carmona Mato, gran conocedor de la obra de la pintora cántabra, advierte de la dificultad de "delimitar la historia con una frontera", es como "poner puertas al campo".
Aun así, cree que la obra de Blanchard tiene más sentido en un museo donde las vanguardias son el punto de partida de su discurso y no el final, como es el caso del Reina Sofía.
El Prado se ha hecho con La Boulonnaise de Blanchard gracias al dinero que una desconocida Carmen Sánchez, maestra y directora de un instituto de Madrid, le dejó como herencia, 800.000 euros para adquirir y restaurar cuadros. El museo presentará este año todas las obras compradas con este dinero.
La adquisición, adelantada por el ABC, ha reavivado el debate sobre qué autores corresponden a cada uno de esos dos museos nacionales. Hace una década, ambos protagonizaron un pequeño culebrón por la propiedad del Guernica, cuando Miguel Zugaza, entonces director del Prado, quería que colgará del Salón de Reinos.
La obra y figura de Blanchard es una gran desconocida para el gran público, "pero al mismo tiempo no lo es", defiende Carmona, que hace unos años fue comisario de una exposición sobre su figura y la de Juan Gris en el Museo Carmen Thyssen de Málaga. "Cuando uno conoce a Blanchard, se enamora de ella y de su obra", dice el experto.
A nivel internacional su figura no ha tenido la proyección de compañeros de generación, pero muchos testimonios de la época la consideran "la gran teórica" del cubismo. Ella, Juan Gris y el escultor Jacques Lipchitz trabajaban "al unísono", según comentó tras uno de sus viajes a Francia Ramón Gómez de la Serna, que en 1915 les dedicó una exposición en Madrid, Los pintores íntegros.
Blanchard se hizo un hueco en el ambiente de las vanguardias parisinas pese a ser mujer y tener una gran discapacidad. Desarrolló una obra con una personalidad muy definida, un cubismo muy personal. La historia la sepultó en primer lugar, por ser mujer y, en segundo, por la complejidad de su obra, explica Carmona.
Pese a esto el interés por la artista santanderina no ha decaído y, en los últimos años, Sotheby’s ha vendido varias de sus obras, aunque no alcanzan, ni de lejos, los de sus coetáneos. El año pasado Carro de hielo fue vendido por poco más de 100.000 dólares (unos 82.500 euros al cambio actual) y en 2018 El monograma alcanzó los 146.000 euros. Hay que remontarse a 2012 para ver cómo una de sus obras, Apolo tocando el laúd, alcanzaba el medio millón de euros.