En la isla surcoreana de Jeju todavía se conserva una tradición que tiene más de 400 años de historia: cuando llega el mes de octubre decenas de mujeres se meten en el mar y se sumergen hasta 10 metros sin utilizar oxígeno para conseguir alimento de las profundidades.
Las haenyeo (mujeres del mar) se pasan desde que son adultas hasta los ochenta años bajando a las profundidades marinas. La mayoría tiene más de 60 años y son capaces de aguantar la respiración más de dos minutos.
Estas mujeres peinan el lecho marino en busca de tesoros culinarios que acaban en los restaurantes de Corea y Japón (desde algas marinas, pepinos de mar, caracolas, una suculenta alga llamada tot y, lo más preciado de todo, el abulón), y que hace años servían como sustento para sus familias.
Una vez recogidos los productos marinos, los depositan en redes flotantes que les permiten volver a sumergirse rápidamente, siempre atentas de los vientos y corrientes.
Cuando llegan a la superficie, las haenyeo producen un característico silbido agudo, que algunos describen como "parecido al grito de un delfín", y luego otro. Llamado sumbi, ese sonido sirve para avisar de que están fuera, expulsar la última reserva de aire de sus pulmones y prepararse para llenarlos de nuevo.
Según Atlas Obscura, la existencia del haenyeo data del siglo XVII, debido en gran parte a que el suelo volcánico de la isla de Jeju hizo que la agricultura fuera insostenible. Aunque no se sabe cómo las mujeres asumieron este papel, muchos historiadores creen que se debió a la muerte de numerosos hombres de las islas en la guerra o en el mar.
Pero incluso cuando las mujeres de Jeju se lanzaron para mantenerse a sí mismas y a sus familias, convertirse en haenyeo se consideraba deshonroso. Poco a poco fue cambiando la percepción hacia estas valientes mujeres, y la UNESCO las incluyó en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2016, convirtiéndose en el orgullo de la isla.
Aunque hoy en día las haenyeo juegan un papel importante en el turismo de Jeju, la realidad es que la tradición se está extinguiendo, hasta el punto de que las más jóvenes tienen más de 50 años, cuando antes empezaban sus inmersiones entre los 11 y 13 años.