El documental que emite Telecinco sobre la vida de Rocío Carrasco ha removido muchos cuerpos y muchas almas pero sobre todo, ha dado material para que los programas del corazón y las redes sociales sigan posicionándose a favor o en contra de duro testimonio.
Si algo positivo puede extraerse de esta marejada es que todo el mundo esté hablando de violencia de género e incluso de tipos de violencia que no siempre son tan visibles como un brazo roto, una paliza o un ojo morado, como reconoció la misma Irene Montero en un abrumador tuit de apoyo a Carrasco.
En este caso, uno de los tipos de violencia que denuncia la hija de Rocío Jurado en Rocío: contar la verdad para no morir es la llamada violencia vicaria. Según la psicóloga clínica y forense Sonia Vaccaro ese tipo de violencia instrumental toma el adjetivo vicario cuando responde al sentido "en que se toma el lugar de otra persona o cosa, como un sustituto; o como castigo vicario, que ha sido sufrido o realizado por una persona en lugar de otra".
Rocío Carrasco narró entre lágrimas en el episodio cero que "él [Antonio David] ha conseguido lo que me dijo cuando nos separamos, 'te vas a cagar, Rociito'. Me ha quitado lo más importante que tengo en mi vida. Me los ha quitado, no porque hayan desaparecido, me los ha quitado teniéndolos. Ha hecho que me odien. Que tengan esa imagen de mí. Que es mucho más cruel todavía, si cabe. Yo los he tenido muertos en vida".
Asesinato
El Código Penal la describe como "un tipo de violencia intrafamiliar que incluye toda aquella conducta realizada de manera consciente para generar un daño a otra persona, ejerciéndose de forma secundaria a la principal. Dicha violencia es una forma de maltrato infantil que puede ir de la visualización y presenciación por parte del menor de agresiones por parte de uno de sus familiares a otro o por el padecimiento de agresiones directas como método para causarle un perjuicio. En muchos casos el hijo o hija es utilizado de manera instrumental con el objetivo de hacer daño al auténtico objetivo de la violencia, la pareja".
El caso más extremo es cuando uno de los progenitores asesina a sus hijos o hijas para provocarle el mayor daño posible a su pareja, como ocurrió en el caso José Bretón o con el hombre que se tiró de una ventana del Hospital de La Paz con su bebé en brazos tras discutir con su mujer. Aunque en ninguna de sentencias aparece siquiera el término violencia vicaria en el texto, como recuerda Rosa Pilar Sáez, especialista en Derecho de Familia.
"Judicialmente, ese individuo sabe que no tiene derechos sobre su pareja, pero sí sabe que conserva poder y derechos sobre las hijas y los hijos. Por lo mismo, los transforma en objetos para continuar el maltrato y la violencia. Sabe que esa mujer será capaz de callar, tolerar, ceder y seguir aguantando muchas cosas sólo por sus hijos e hijas. Sabe que la amenaza más efectiva (que siempre está presente en todos los casos de maltrato en la pareja) es: te quitaré a los/as niños/as", explica la psicóloga clínica Vaccaro especialista en estos temas.
La psicóloga recuerda que la mujer cree que cuando se separa acabará la violencia, sin embargo, si existen hija o hijos menores, con este tipo de padres violentos se inicia el calvario porque ellos se convierten en el "instrumento" para hacerle todavía más daño.
Según datos del Consejo General del Poder Judicial en España, sólo el 3,1% de los casos de violencia de género en España terminan con la suspensión del régimen de visitas a los padres que han maltratado a sus mujeres; y apenas en un 5,2% los jueces dictan la retirada de la guarda y custodia a los agresores como medida cautelar de protección de los menores.