Lady Candy está lista para la lucha. Pestañas postizas, maquillaje, cabellera suelta en ondas que le llegan a los hombros, hotpants, musculosa negra con letras doradas. Cuando sube al ring la anuncian como La chaparrita de oro. Trepa por una de las esquinas ayudándose con las cuerdas del cuadrilátero y, de sopetón, dobla su estatura, levanta el puño y parece rugir. El público se enardece, la eleva.
Aquella noche, después de violentas acrobacias con su contrincante dentro y fuera de la lona-escenario, tras cogerse por la melena y arrastrarse varios metros, con golpes secos en el suelo que se cuelan entre el griterío del público, saltos desde las alturas y llaves que dan prueba de su fuerza, Lady Candy se alza una vez más como campeona.
En la lucha libre, a esta mexicana la llaman Lady Candy pero en su vida real, Candy es una empleada de una funeraria en Ciudad Juárez que, a sus 23 años, cambia sus ojos vivaces por un río de lágrimas cuando habla de sus hijas que no ve desde hace seis meses cuando el padre, un maltratador, las cruzó a El Paso (Texas) sin su consentimiento.
Candy parece una mujer vulnerable pero muy luchona que entrena cada día para ser la mejor en la lucha libre, un camino que se antoja el único para volver a ver a sus nenas. Sobre el ring parece transformarse, de bajita a gigante, de indefensa a toda una heroína sin súper poderes. La metamorfosis es tal que, aparentemente, no tiene ningún parecido con las tantas mujeres desprotegidas que cada día sortean la muerte que las acecha en las esquinas de Ciudad Juárez.
Sin embargo, esa es la gran tumba en la que viven Lady Candy, Baby Star y Mini Sirenita, las protagonistas del documental Luchadoras, de Paola Calvo y Patrick Jasim, que recoge las peripecias de las mujeres que practican lucha libre mexicana en esta ciudad fronteriza.
Ciudad Juárez
El nombre de Ciudad Juárez, de dos millones de habitantes, ha estado unido desde hace tres décadas con su incipiente industrialización, el asentamiento de las maquiladoras, y desde ese entonces, el reinado de los carteles de la droga y la desaparición de miles de mujeres en escenas dantescas y comunes en un desierto que amanece sembrado de cuerpos mutilados, sobre todo de féminas.
La violencia sostenida y sin tregua ha colocado a Ciudad Juárez en el mapa de las urbes más peligrosas del mundo. Pero es precisamente allí donde convergen la lucha libre femenil – tal y como le llaman en México-, y los movimientos de defensa de los derechos de la mujer para tomar un nuevo significado.
"Hay una energía superpositiva para lograr un cambio y no solo en el mundo de la lucha", comenta la directora y guionista Paola Calvo. "En Juárez hay muchos movimientos luchando para que cambien las cosas, para que sea una ciudad donde se pueda vivir".
Los dos directores se interesaron por las noticias provenientes de la frontera mexicana-estadounidense y sacudidos por las llamadas Muertas de Juárez, decidieron ir a ver todo aquello. Pero al encontrarse con las luchadoras quisieron poner el foco en ellas como una forma también de "mostrar lo que significa ser mujer en esa ciudad", apunta Calvo.
Feminismo
Junto a Lady Candy está la siempre enmascarada Baby Star, proveniente de una familia estructurada y cuyo padre es luchador profesional. También Mini Sirenita, madre soltera y abuela prematura, trabajadora en la maquila al igual que las mujeres en su familia y que ha encontrado en el ring una salida laboral que la acerca más a sus sueños.
Son mujeres que comparten un entorno hostil con el resto de compatriotas, permeado por el machismo, la misoginia y la violencia de género. Aunque también están apareciendo grupos y movimientos feministas que encabezan protestas, resquebrajan la cultura del silencio levantando la voz e impulsando trabajos de divulgación, información y educación.
Pero ¿cómo se conecta la lucha libre y su tremenda carga de testosterona con los feminismos? Aunque los hombres predominan el ideario de ese deporte-show con sus máscaras y vestimentas vistosas, muchas mujeres han hecho carrera profesional como luchadoras desde los años 30 del siglo pasado, pese a las prohibiciones y las afrentas.
En México la lucha libre ha tenido su época dorada y su decadencia. Se ha reinventado, ha evolucionado y ha traspasado fronteras. En el desarrollo de esta disciplina las luchadoras han jugado un papel crucial, como hizo Lola Dinamita González, quien se subió al ring por primera vez a los 16 años, luchando férreamente y enfrentando los tradicionales retos de cortarse la cabellera en caso de perder, y de despojar de la máscara a su contrincante al salir vencedora.
Lola también ha sido reconocida por alzar la voz y sentar una posición de defensa de la mujer, aunque en el seno de la lucha libre sus opiniones no han tenido siempre buena acogida.
'Dinamita' González
Desde la capital, Lola González afirma que la conexión entre la lucha libre y el feminismo "es muy sutil e imperceptible". Siendo toda una leyenda dentro y fuera de México, durante casi cuatro décadas le tocó el doble trabajo de hacerse un lugar como luchadora, ganar el respeto de sus colegas (sobre todo hombres), promotores y del público que pronto la acogió como toda una campeona.
Aunque a lo largo de su vida muchas veces Lola venció el rechazo, el machismo y los prejuicios, para su pesar aún siguen allí, y pone fe en las nuevas generaciones que vienen con nuevos impulsos.
"En la lucha libre dicen ¡ah, usted es feminista, mejor que no se junten con usted!", apunta. "Entonces me digo que de todas maneras me ignoraban y me rechazaban cuando era jovencita y me abría camino, ahora que levanto la voz, mínimo pongo dos o tres palabras concisas, macizas y precisas, si no más porque tampoco soy una superhéroe ni una supermujer, pero sí existe el valor, la dignidad para vivir, toda esa parte del heroísmo que rescata Paola de las mujeres luchadoras".
Paola Calvo, quien durante varios años ha seguido de cerca el trabajo y desarrollo de estas guerreras, afirma que si bien ellas se mueven en un campo muy masculino y los roles de las mujeres dentro de esa práctica deportiva continúan cargados de clichés, se está peleando duro para romperlos. Para ello es clave el público y el apoyo de los seguidores que ven en las luchadoras una inspiración y referencia para las generaciones más jóvenes.
"El feminismo está allí", señala la también directora de fotografía de origen venezolano formada entre España y Alemania. "Algunas lo practican más que otras dentro de la lucha libre, sin embargo, hay mucho coraje contra el arraigo del machismo y la misoginia".
Para Calvo lo más importante es que se tematice, "que los espectadores y las luchadoras establezcan conversaciones y hagan notar la situación que están viviendo las mujeres- dentro y fuera del ring- porque la gente no lo ve o no quiere darse cuenta de ello".
Gritos en el desierto
La cámara de Paola Calvo y Patrick Jasim que se pasea a lo largo y ancho de la ciudad fronteriza deja ver una infinidad de anuncios de mujeres desaparecidas junto a las pintadas de "Ni una más", "Viv@s l@s queremos" y las inmensas letras blancas en una montaña que alienta a leer la biblia. A veces se escucha o se ve en la televisión las noticias de asesinatos de mujeres, como el de Isabel Cabanillas del colectivo Hijas de su maquilera madre.
En los años 90, Ciudad Juárez empezó a acaparar titulares y noticias. Se reportaban miles de desaparecidas y de feminicidios, una palabra que se convirtió en una constante al hablar de esa localidad fronteriza debido a los brutales crímenes contra las mujeres.
"Se inventaban historias como que había un asesino en serie, lo que creó mucha confusión al principio pero la verdad no pudo estar oculta mucho tiempo", recuerda Lola González que cuenta que en gran parte le deben mucho a los medios de comunicación internacionales.
"En aquel tiempo el movimiento de los turnos rotatorios de 24 horas en las fábricas en Ciudad Juárez se aprovecharon para asesinar a muchas mujeres, algunas provenían de otros poblados atraídas por el trabajo, muchas eran niñas inexpertas, provincianas y analfabetas, eran presa fácil, se las llevaban al desierto y las abandonaban moribundas", relata Lola el origen de las Muertas de Juárez.
Sobre ello en Luchadoras en un diálogo con Mini Sirenita, Lady Candy hace referencia a una de las tantas leyendas que casi 30 años más tarde ronda por la ciudad como el olor a peligro y a muerte. Le cuenta sobre los gritos de las malheridas o agonizantes en el desierto que llegaban con claridad a los oídos de su abuela y los vecinos. "Por temor (la gente) ni siquiera se asomaba", relata Candy, "mi abuelita dice que esos gritos se van a escuchar hasta que se mueran por no haber ayudado a esas mujeres".
Cada día son asesinadas 10 mujeres en México. Desde el punto de vista judicial existe una diferencia entre feminicidio, homicidio y homicidio doloso, aunque se está tratando de cambiar el enfoque de género para hacer más palpable la violencia hacia las féminas.
Vivir con miedo
En 2020, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, se registraron en México 940 feminicidios y 2.783 homicidios. Ciudad Juárez encabezó las cifras de feminicidios con 19 casos. La corrupción de las estructuras gubernamentales y policiales, el poder de los carteles de la droga y la impunidad, hacen que muchos casos no salgan a la luz o que no se tipifiquen como actos criminales o de violencia de género.
"Está feo vivir así con el miedo de no saber si estás en el lugar equivocado, miedo a desaparecer. Estos tipos vienen, nos llevan, y nadie se va a dar cuenta. ¿Cómo denunciar si la misma autoridad lo permite? ¿Quién nos protege o en quién podemos confiar?", se pregunta Candy en Luchadoras, y da la sensación de que habla por todas las mujeres que viven con la zozobra pegada a los talones, pero que no pueden permitirse que el terror las engulla.
"Me duele hablar de esto pero hay que hacerlo, es una herida latente", dice Lola González: "Se dice que en Juárez la vida de las mujeres no vale nada..." A Dinamita González se le entrecorta la voz, "a mí me toca las fibras más profundas de mi corazón porque es la ciudad donde yo nací y viví, y sigue siendo foco mundial del abuso y de la desaparición de tantas mujeres".
"En Ciudad Juárez reina la ley del terror y la muerte. Hay que tener valor a pesar del dicho que reza: 'De tragones y valientes están llenos los panteones'. Pero no veo otra manera, las protagonistas de Luchadoras también lo están viviendo, la gente en Ciudad Juárez se ha hecho muy resiliente y quienes se han quedado están dispuestos a soportar todo hasta la muerte", añade.
Precisamente es Lola quien en el documental, subida en el ring, da el ya legendario grito de Juárez en uno de los tantos eventos que ha unido la lucha libre femenil con el activismo contra la violencia de género, por la recuperación de las desaparecidas, y los diferentes movimientos feministas que le han dado una sacudida de atención al país.
"¡Porque vivas se las llevaron, vivas las queremos!", le sale de las entrañas y el público corea a viva voz y revienta en aplausos entre furioso y esperanzado.