En cinco años hay cosas que cambian radicalmente, y una de ellas tiene que ver con todo lo referido al consentimiento sexual. El Me Too puso sobre la mesa mutitud de prácticas realizadas por los hombres que eran agresiones claras hacia las mujeres, pero que se habían normalizado hasta considerarlas como algo usual en las prácticas sexuales por parte de muchos jóvenes. ¿Quitarse el condón sin avisar durante una relación consentida es una violación? Hace cinco años seguramente que casi todos los hombres hubieran dicho que no. Lo hubieran considerado una ‘treta’ machita. Muchas mujeres tampoco lo hubieran pensando entonces.
En estos cinco años, el empuje del feminismo ha hecho que revisemos todas esas prácticas y que entendamos que el consentimiento sexual importa. Que un hombre también puede violar a su pareja si esta no quiere tener sexo con él y él insiste aunque ella diga que no. Hemos aprendido algo más importante, que no hace falta decir esa palabra mágica, ‘no’, para que el hombre pare. Que el miedo acobarda. Que muchas víctimas acceden de forma pasiva a esa relación sexual pensando sólo en que pase rápido.
El aprendizaje ha sido doloroso. Hemos visto como aquellas víctimas que hablaban se las ponía en el disparadero. Como se las menospreciaba o no se las creía. Hemos visto a la víctima de La Manada siendo juzgada porque retomó su vida tras la violación en grupo sufrida. Hemos visto tantas cosas que había que ordenarlas. Eso es lo que hace la interesantísima película Les choses humaines, de Yvan Attal, que se ha presentado en el Festival de Venecia fuera de concurso y que supone la mejor aproximación posible al asunto del consentimiento desde el cine.
Un filme que cuenta la acusación de violación de una joven al hijo de la pareja de su padre. No es una violación forzada, sino que ella nunca dijo no explícitamente, pero él, a pesar de todo, de su estado ebrio, y de su pánico evidente, la forzó a realizarle una felación y la penetró sin preservativo. Por si fuera poco todo fue parte de un reto con sus amigos, por lo que se llevó sus bragas de recuerdo.
Lo interesante de la película es que ofrece el punto de vista de ambos. Por ello veremos que el joven, hijo de una feminista y de un reputado periodista, nunca es consciente de que lo que ha hecho es una violación. Piensa y sigue pensando que era completamente normal. Ella, por su parte, toma el paso de denunciar un acto que, todavía, para muchos, no es más que ‘un mal polvo’. Además de escucharles y ver el proceso que siguen ambos, la película muestra el juicio.
Aquí es donde vemos cómo se escrutina a la víctima. Si ha tenido relaciones antes, que por qué no dijo que no explícitamente, por qué no gritó, si se sentía atraída por él, si se excitó en algún momento… Preguntas que dejan claro que queda mucho por hacer. Ese mucho pasa por la educación de los jóvenes, y es aquí donde Attal, que adapta la novela del mismo nombre, ofrece también una mirada crítica y necesaria.
“Sentí que me preocupaba y me devolvió a mi historia de hombre, de hijo y de padre … El poder de los hombres y su abuso, la ceguera del deseo masculino y sus consecuencias
Este joven es alguien formado, en una universidad, de lujo, pero al que siempre se la ha dejado salirse con la suya y que ha visto como su padre siempre ha sido un machito poderoso. Su propio padre dice un clásico del patriarcado: “¿Si no querías nada por qué te fuiste con él a solas?”. Una versión modernizada del, ‘no te pongas minifalda si no quieres que te pase nada’. Este personaje también dirá otra gran frase: “el consentimiento está lleno de grises”. Una sentencia que replicará la víctima: “los grises son la excusa de los hombres para justificar todos sus actos”.
Attal ofrece un proceso judicial sin mostrar nunca exactamente lo que pasó, y dejando que el espectador escuche los argumentos de ambos abogados para que tome sus propias decisiones. No es maniqueo y no simplifica a los personajes. La mujer a veces se contradice, el hombre no es un violador villano, sino alguien que piensa que lo que ha hecho fue consentido porque no entiende lo que realmente es el consentimiento y alguien que también sufre las consecuencias brutales de su acto desde el primer segundo.
El director se sintió conmovido por el libro de Karine Tuil. “Sentí que me preocupaba y me devolvió a mi historia de hombre, de hijo y de padre … El poder de los hombres y su abuso, la ceguera del deseo masculino y sus devastadoras consecuencias, la cultura de la violación, la zona gris del consentimiento, las redes sociales, la justicia republicana y el tribunal popular que condena sin dejar margen a la defensa y lleva a linchamiento. Todo el desafío está contenido en la posibilidad de hacer una película que no sea maniquea, sin que esto se interprete como una traición a la causa de las mujeres víctimas. La idea es poner al público en la piel de un jurado, que en todo momento se pregunta qué pensar para hacer justicia”, explica Attal de un filme que hará que se vuelva a hablar sobre un asunto tan importante como el consentimiento y la importancia de una ley como la del ‘sí es sí’.