Arantxa Aguirre, la sexta mujer en la Academia de Bellas Artes: "Las mujeres entramos por resquicios"
Tan solo seis de poco más de cincuenta académicos son mujeres, una cifra que va en aumento gracias a figuras como la de la documentalista Arantxa Aguirre.
23 diciembre, 2021 03:19Noticias relacionadas
La documentalista Arantxa Aguirre se ha convertido en la sexta mujer miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Un título vitalicio que ha recibido «con alegría», pero también "con mucha responsabilidad": tan solo seis de poco más de cincuenta académicos son mujeres. "Tenemos que hacerlo muy bien", reconoce en una entrevista con Efe unos días antes de su entrada en la Academia, desde la institución que será "su casa" los próximos años.
Nacida en Madrid en 1965, además de cineasta, Aguirre es doctora en Filología y autora de dos libros: Buñuel, lector de Galdós, premio de Investigación Perez Galdós en 2003, y 34 actores hablan de su oficio, la secuela de su documental Hécuba, un sueño de pasión. En los inicios de su carrera trabajó como asistente para realizadores como Camus, Almodóvar o Berlanga, para más tarde dirigir sus propios documentales centrados en el arte, como Dancing Beethoven, en torno a la coreografía de Béjart sobre la Novena Sinfonía del compositor, o Zurbarán y los doce hijos.
Ha sido reconocida con múltiples premios internacionales y, desde enero de 2020, espera la ceremonia que la convierta en miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
¿Cómo recibe este reconocimiento?
Con alegría, ese es el primer sentimiento, pero también con un fuerte sentido de la responsabilidad. Es un honor muy grande y quiero estar a la altura, no solo personalmente: somos muy pocas mujeres y tenemos que hacerlo muy bien.
Porque son 56 miembros en la Academia y tan solo seis, contándola a usted, son mujeres.
Últimamente se ha producido alguna baja en los 56 y queda alguna vacante, somos poco más de 50. Efectivamente, había seis mujeres, aunque por desgracia ha fallecido una de ellas: la pintora sevillana Carmen Laffón. Yo iba a ser la séptima académica numeraria.
La paridad vendrá con el tiempo, porque estos cargos de académico numerario son vitalicios. Llegaremos, porque es algo natural: hombres y mujeres convivimos en sociedad y tenemos las mismas capacidades y posibilidades de hacer las mismas cosas. Las mujeres llegaremos a todas partes, aunque, desde luego, si hay una ayuda de los tiempos, de las administraciones, de la opinión pública… llegaremos antes.
Un número lejos de la paridad.
Sí. Se lucha contra una inercia histórica que, por suerte, va cambiando. Yo creo que es importante ir abriendo camino y por eso me siento orgullosa no solo en lo personal, sino por ser una mujer más en esta institución tan prestigiosa y con una historia tan rica.
Y, si piensa en una mujer que le haya abierto camino a usted, ¿quién se le viene a la cabeza?
En las directoras de cine en las que me podía sentir reflejada, como Pilar Miró o Josefina Molina, que es académica también de esta institución, o Cecilia Bartolomé. Fueron pioneras, después han venido muchas más. También hay directoras extranjeras: Agnès Varda, una gran directora de la nouvelle vague, siempre fue para mí un modelo a seguir, un referente y una fuente de inspiración permanente.
¿Quién le gustaría que fuese la siguiente académica?
Ya hay una candidata. No sé si es prudente decirlo, porque todavía no está votada. Pero ya hay una candidata, además en mi sección, en la sección Nuevas Artes de la Imagen, que nos agrupa, no solo a cineastas, también a fotógrafos y a diseñadores gráficos. Además, es la sección más joven, se abrió en el año 2004, y también la que más mujeres tiene. Y creo que pronto habrá alguna más.
Su sector, el de documental, cuenta con más directoras que otros campos como la ficción. ¿Por qué?
La respuesta es bastante sencilla: el documental, frente a la ficción, es un género más barato. Las mujeres nos hemos colado ahí con más facilidad, porque lo difícil es que confíen en ti y te den los medios suficientes para hacer las grandes superproducciones.
Es más fácil que tú misma puedas levantar una producción más modesta económicamente, por eso hemos entrado por ahí. Las mujeres entramos por los resquicios, en tromba, para ocupar el espacio que podemos.
¿Ha echado la vista atrás con este reconocimiento?
Sí, claro. Lo que he aprendido a estas alturas es que no puedo dar nada por sentado. Por mucho que hayas hecho, nada te garantiza que puedas seguir haciendo proyectos. Casi tienes que empezar de cero con cada proyecto, es muy difícil. No te puedes dormir en los laureles.
Suena agotador.
Es lo que hay. Yo siempre creo que hay que tomarse las cosas de la mejor manera. Y sí, es agotador, pero también tiene un punto estimulante: el no quedarte dormido, estar siempre alerta porque siempre hay algo que sacar adelante.
¿En qué consiste este cargo?
Formas parte de una corporación con una gran historia, cuyo fin es promover las bellas artes en España. Para eso, se hacen reuniones, informes, iniciativas… estás constantemente trabajando por hacer más sólida la enseñanza y la promoción de las artes en nuestro país. En ese sentido, me siento muy feliz, porque es algo en lo que creo profundamente: creo que un país necesita la cultura, y las artes, como un asunto casi de salud pública. No es un adorno, es algo necesario, imprescindible, para las personas.
¿Tiene buena salud la cultura en España? ¿Está bien cuidada?
Desde mi punto de vista, lo más importante en un país es la educación, la sanidad y la cultura. Yo creo que todos los recursos que se dediquen a estos campos son ganados para nuestro país, porque incidirá en nuestra convivencia y en el funcionamiento de nuestra sociedad. Nunca son suficientes, siempre se pueden hacer las cosas mejor.
Entra a formar parte de la Academia, ¿qué me puede adelantar de su discurso?
Los miembros de la Academia nos dividimos en profesionales y teóricos. Yo he entrado por la rama profesional, así que lo normal es que no siente cátedra, sino que hable de mi trabajo. Así que, por un lado, hablo de un cortometraje que me encargó la Academia para explicar lo que era, y esto me da pie a reflexionar sobre mi propio trabajo.
Pero, por otro lado, al hablar de la Academia se produce un juego de espejos, ofreciendo un punto de vista peculiar. Cuando tienes que contar una historia, lo primero es elegir el punto de vista, y cuando estás demasiado dentro, pierdes perspectiva, pero cuando estás lejos no tienes empatía. Yo creo que ahora estoy en un punto interesante para dar una perspectiva sobre la Academia. Esa mirada, que es profana, pero no totalmente ajena, es la que doy.