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Cazar leones en Escocia (Espasa), la primera novela de la vicepresidenta de El Español, abogada y activista por los derechos humanos Cruz Sánchez de Lara, resulta un frasco de esencias de ella misma: pasión por la memoria familiar, histórica y sentimental, inteligencia fina, juegos de palabras, ponderación de la lealtad, la elegancia y la pureza de espíritu, rechazo al esnobismo y a la impostura social y una búsqueda luminosa de la felicidad, que no será otra cosa que encontrar un lugar en la tierra donde crecer sin máscaras y envejecer con tus personas favoritas.
Es un libro salpicado de sabiduría, lleno de pistas como miguitas de pan en camino hacia la alegría: maneja el colosal savoir vivre de quien sabe escuchar y dar, maravillarse con lo sencillo, mirar al fondo del ojo del otro y atisbarle el alma a la gente, tratar idéntico al banquero y al mendigo y al poeta y al fontanero, reivindicar el rito y el símbolo, bailar con su amor en la habitación de un hotel -y que sea esa la fiesta más fabulosa-, creer en las redes de mujeres que se cuidan o coserse los dolores con lecturas y museos y amigos gays y pizzas de foie y vino y toneladas de esperanza. Al fin y al cabo, ¿qué más hay?
En Cazar leones en Escocia, Sánchez de Lara teje la historia de tres mujeres fuertes y sensibles -en ningún caso es una contradicción-, tres generaciones de españolas zarandeadas por los imperativos retrógrados y machistas de su época, esos que quisieron convertir sus vidas en un escenario de cartón piedra donde actuar siempre para los demás, donde servir a sus esposos grises y al maldito protocolo.
Cada una de ellas puso en marcha su pequeña rebelión, siempre clandestina -excepto Miranda, la nieta, a quien la lucha de sus matriarcas le allanó el camino para la libertad-, y aprendieron a colocar su cerebro, su sexo, su ternura, su lealtad y sus detalles en quien realmente los merecían, a ratos al estilo de la Dama, dama, que cantaba Cecilia. Hay quien llama a eso “doble vida”. Pero, ¿acaso no tenemos todos vidas dobles, triples, múltiples, poliédricas? Cuántas mujeres hay dentro de una sola mujer.
Si esta novela tiene un mensaje clarividente, es éste: hay que huir de la mediocridad. Sabemos que es difícil: está en el aire. Pero Cruz Sánchez de Lara, como una escritora con dotes de hada -como si supiese del ser humano más que el resto, como si poseyese una verdad clara que nosotros aún no-, va dejando señales en sus páginas donde nos enseña cómo hacer de la felicidad una alcanzable necesidad. Aunque las protagonistas nadan en la abundancia -dice Cruz que prefirió amasar personajes sin dificultades económicas ni médicas para que pudieran ocuparse de los sentimientos-, el verdadero mundo opulento, hermoso y brillante que impacta en el lector es el mundo interior de la autora.
Hay una apuesta por lo fundamental de la vida, o, al menos, lo más interesante: lo que no se puede medir. Es decir, la ternura. La generosidad. El romanticismo. El arte. El erotismo. La imaginación. La cultura. ¿Vieron que en lo crucial nunca caben lógicas numéricas? Reivindica el amor: el de verdad, no los sucedáneos. Al que se refería Alvite: “El amor es eso que sucede cuando un cuerpo encuentra a otro que pareciese que llevase siglos preguntando por el suyo”. Sánchez de Lara ha escrito un libro conmovedor -ojo, con toques de thriller- del que se sale perfumado, limpio de prejuicios, con ganas de vivir y de seguir jugando. Hoy la autora se desviste sentimentalmente en esta conversación de mujer a mujer.
P.- Es un libro que vertebra la historia de España de los últimos cien años a través de tres mujeres. La protagonista, su madre y su abuela. ¿Qué tienes tú de tu madre, qué de tu abuela… y qué es lo que no tienes de ellas? El feminismo, entiendo, más desarrollado, ha hecho más cosas por tu generación que por las suyas.
R.- Sí, soy producto de esta generación. De mi madre me gustaría tener muchas más cosas: es un ser de luz, bondadoso, con una generosidad implacable, entregada a los demás. Eso me da muchísima envidia. Es toda dedicación. Es mucho mejor que yo. A mi abuela materna la perdí cuando era muy pequeña, pero tengo unos recuerdos extraordinarios de ella. El día que ella murió probablemente haya sido de los peores de mi vida. Tenía ocho años. Mi otra abuela era menos cariñosa pero cada vez la entiendo más: cuando vas cumpliendo años, entiendes a esa mujer a la que no le gustaban los niños y tuvo cuatro.
P.- ¡Pasaba mucho! Casi en secreto…
R.- Sí. No le gustaban los niños y los nietos le gustábamos…
P.- Moderadamente.
R.- Sí (sonríe). Ella fue abnegada, como todas las de su generación. Nació en 1900. Me acuerdo poco de ella, pero yo, que soy de orígenes andaluces, sí recuerdo lo que me impresionó la primera vez que vi La casa de Bernarda Alba, porque eso era un poco la infancia de mi padre. Mis abuelos tenían una finca en la que trabajaba mucha gente. Mi abuela y todas las demás mujeres rodeándola. Cada vez la entiendo más.
"Hay que ponerse en la piel de esas mujeres que se equivocaban con 18 y se morían al lado de su equivocación, es decir, su marido"
P.- ¿Qué decisiones has podido tomar tú que no pudieran tomar ellas por su contexto histórico y social?
R.- La primera, divorciarme. Tenemos la opción de, cuando nos equivocamos, cambiar nuestras vidas. Pero hubo muchas mujeres que tomaron una decisión siendo muy jóvenes y se quedaron ancladas para siempre en relaciones en las que no eran felices. Yo me divorcié con 29 años y tuve la fortuna de poder tener muchas más oportunidades en la vida. Trabajé en lo que quiero y fui mucho más libre que ellas. Es algo que no valoramos lo suficiente: hay que ponerse en la piel de esas mujeres que se equivocaban a los 18 y se morían al lado de su equivocación.
P.- Qué duro. Me ha parecido aterrador de repente.
R.- Es un pasado que no está tan lejos. Tenemos que agradecer todo lo que nos ha venido dado. Eso es un poco lo que yo hago en el libro, un homenaje a las que nos han precedido. No me gusta nada la gente que dice “yo no haría eso en la vida”: no. Hay que verse en las circunstancias. El “yo soy yo y mis circunstancias” era así en el caso de los hombres y era una losa en el caso de las mujeres.
Maternidad
P.- Es un libro que desacraliza a la figura de la madre de cuerpo entero. Cata, un personaje fabuloso, era una madre “por responsabilidad” y no “por vocación”. Habla de la pérdida de libertad que supone tener hijos, la renuncia a la propia vida. Es un tema del que se habla cada vez más, de las llamadas “malas madres” que no lo son tal, sino que son críticas con la maternidad convencionalmente entendida. ¿Cómo lo ves tú, cuál ha sido tu caso?
R.- Yo tengo un vínculo extraordinario con mi hijo. Va más allá de lo que pueda expresar con palabras. En mi caso, la maternidad fue en solitario y eso no fue por elección, y eso para mí siempre ha sido la responsabilidad más grande de mi vida. Creo que se nos explica demasiado poco cómo es ese sentimiento que tú tienes interiormente que no se puede compartir con nadie si eres madre sola, como era mi caso, de responsabilidad. Generas una relación con tu hijo que va más allá de cualquier cosa: cuando está bien, para que siga estando bien. Y cuando está mal, necesitas de cualquier forma intentar poner todo de tu parte. Eso tiene un nombre: responsabilidad. Soy la madre de un hombre noble, he tenido mucha suerte. Es un hombre bueno.
P.- Eso es muy interesante. ¿Cómo se educa a un hombre bueno?
R.- No creo que los hijos vengan con manual de instrucciones, si no todo el mundo lo haría bien. Yo muchas veces aún le digo: “Hijo, siento mucho en lo que me haya equivocado”. La maternidad es una asignatura dificilísima para hombres y mujeres. Tengo una experiencia muy satisfactoria pero para mí ha sido complicado, he intentado hacerlo bien pero me ha tocado hacerlo sola, y creo que la maternidad sólo se debe afrontar sola cuando es por elección. Yo siempre supe -y llevo divorciada desde los 30- que no quería volver a ser madre.
"He intentado ser buena madre pero me ha tocado hacerlo sola, y creo que la maternidad sólo se debe afrontar sola cuando es por elección"
P.- Una psicóloga conocida mía decía que es mejor un mal padre que un no padre.
R.- No lo sé. No he tenido la posibilidad de elegir. Pero un no padre es una faena para el hijo y para la mujer que decidió ser madre con él. Yo no he tenido un mal padre y mi hijo tuvo muy poca vinculación con su padre porque así lo decidió su padre… no sé hablarte de la diferencia. Alabo y elogio a los buenos padres porque quienes pueden ejercer su maternidad con un buen padre tienen una fortuna y un privilegio que tienen que saber valorar. De hecho, siempre digo en tono de broma a mis amigas: “El hombre más importante es con el que elegís reproduciros, porque ese vínculo es para siempre”.
P.- “Hay que elegir a un buen exmarido”, dicen algunas sabias.
R.- Sobre todo, a un gran padre para tus hijos. Porque realmente tener un vacío, una soledad no escogida, no es lo deseable. Pero sí, un primer marido nos enseña muchas cosas.
El dinero y sus espinas
P.- Este relato gira en torno a una herencia millonaria… ¡o multimillonaria! Querida: cómo mola.
R.- (Ríe). ¡Hombre, y es gratis! Así todo es más cómodo. Yo no lo conozco, pero debe ser la despreocupación de la vida cotidiana.
"He conocido a gente rica muy desgraciada: la avaricia es una cadena perpetua"
P.- Me recordaba a Woody Allen cuando decía que quería hacer películas donde sus protagonistas vivieran en áticos luminosos y siempre tuvieran un teléfono muy cerca, que no tuvieran ni que levantarse; quería hacerles la vida cómoda porque la vida ya es lo bastante difícil en el plano real. Así podrían centrarse en sus sentimientos.
R.- Claro. Para mí la trama es un pretexto para hablar de las emociones, que es lo importante. Yo creo que tenemos las mismas todos, quienes tienen una vida tan fácil y quienes tenemos que trabajar a diario.
P.- ¿Es mentira eso de que los ricos sufren menos?
R.- Sufren menos para cubrir sus necesidades, pero he conocido a mucha gente muy rica y muy desgraciada. Creo que la dinámica de la ambición, cuando se transforma en avaricia, se convierte en una cadena perpetua. La ambición es maravillosa aunque tenga mala fama, pero la avaricia es una cárcel, porque siempre deseas más. No estar satisfecho con lo que uno tiene, aunque seas un potentado, es un drama. Es una fuente de sufrimiento brutal. Por eso, porque he conocido a pobres muy felices y a ricos muy infelices, he pretendido que los problemas que tengan mis personajes nunca vengan de su cuenta bancaria. O de su salud.
Si estás enfermo o tienes un familiar enfermo, si no tienes para ir a hacer la compra y dar de comer a tu familia, pues, de verdad: el amor, la lealtad y las reflexiones sobre lo humano pasan a un segundo plano, porque te conviertes en un superviviente. Eso es lo que nos caracteriza a todos los seres humanos. Nuestro instinto de supervivencia es nuestro rasgo más animal.
P.- ¿Para qué sirve el dinero?
R.- Para no tener que pensar en él. Esa es su función.
P.- La protagonista del libro va recogiendo todo el rato enseñanzas que son tuyas, sin duda, acerca de la felicidad. Me gusta mucho que sepa hacer de las cosas algo especial. Cree en el ritual, en el símbolo, disfruta pidiendo una pizza y tomando un vino maravilloso u ordenando el armario para desechar los recuerdos que no interesan. Reivindica bailar en una habitación de hotel. ¿Qué sabes tú de la felicidad, qué nos recomiendas para ser felices?
R.- Yo sé mucho de la felicidad porque para conocer el cielo tienes que conocer el infierno, y desde muy joven me propuse ser feliz. Hay gente que quiere ser rica, gente que quiere ser famosa. Yo quiero ser feliz. Ese es mi objetivo diario. Si en algún momento no estoy feliz, lo digo: “Yo sé ser feliz y no lo estoy siendo”. Creo que la felicidad depende mucho de crear un espacio que no tiene que ser opulento, sino en el que te sientas bien, protegido, en tu hogar, en tu sitio, rodeado de personas con las que te sientas tú mismo y con las que puedas descansar. Hacer un trabajo que te gusta. Y no pretender ser algo que no eres. Creo que en Cazar leones en Escocia se ha notado que mi mundo es muy interior. Yo soy feliz escribiendo.
Impostura, crítica y fiestas superficiales
P.- Hay un rechazo por parte de la autora, que eres tú, y por parte de las protagonistas, hacia esa falsedad de los altos círculos, de lo que en el libro llamas “El Club”, de las élites, su impostura, sus amistades tramposas, su obsesión por la pose. ¿Cuál ha sido tu experiencia en esas fiestas?
R.- Yo creo que la pose no está solamente en las altas esferas. También hay una pose underground.
P.- Sin duda, pero esta es la que nos ocupa ahora mismo. No te escapas…
R.- (Ríe). A mí no me gustan las cosas de mentira. Soy muy real y muy humana y procuro que toda mi vida sea así. Cuando estás tan expuesta como estoy yo, que además vengo del anonimato, y pasas de la noche a la mañana a un mundo de exposición y a volverte el talón de Aquiles de un hombre que se considera invencible, evidentemente tienes que generar un escudo protector. Y el escudo protector es la distancia. Yo tengo un escudo protector porque si no estaría muerta o en la cama.
"Me convertí en el talón de Aquiles de un hombre que se considera invencible"
P.- ¿Cómo te proteges de los malos?
R.- He tardado mucho en aprender.
P.- ¿Has sido inocente?
R.- Tengo un problema y es que no entiendo la maldad. Este mundo en el que yo vivo ahora es muy complicado, porque puede ser que se vea sólo una foto con un vestido bonito o una sonrisa, pero es un mundo muy difícil. Si yo pudiera hacer algo para cambiar el pasado, habría acortado mi tiempo de aprendizaje. Dicen que eso es un rasgo de liderazgo y creo que yo lo he hecho fatal. Sufrí mucho al principio con la exposición, lo pasé francamente mal, porque yo soy esto que te está hablando, y lloré muchísimo. Pero nadie me vio llorar. Y estuve muy indignada, pero nadie lo sabía. Ahora ya me da igual, por eso podemos estar hablando tú y yo así. El aprendizaje ha sido difícil.
"Me preocupan más las ventas que la crítica"
P.- Te has hecho fuerte a base de esquivar puñaladas.
R.- Ya venía fuerte. Pero es una pena tener que vivir un aprendizaje así. A nadie le gusta que construyan un personaje falso sobre tu persona o que digan barbaridades y tú saber que el silencio es la mejor opción. Sobre todo cuando te conviertes en la parte vulnerable de un hombre al que intentan hacer daño de todas las formas. Lloré demasiado tiempo. Ahora, de cara a mi novela, me preocupan más las ventas que la crítica.
P.- Inteligente.
R.- Es triste tener que aprender así.
P.- ¿Has tenido algún tipo de pudor a la hora de escribir la novela, precisamente por eso que dices, por ser el talón de Aquiles de un hombre al que se le quiere herir porque es influyente? Esto de decir “ay, me autocensuro, que no se me vean las costuras, que no se hagan lecturas tramposas y empiecen otra vez a hablar”…
R.- No. Que cada uno lea lo que quiera. Eso es lo bueno de un libro: la imaginación de cada uno, la percepción. Ahora llego a un sitio y dicen “ay, pero si es encantadora”. Es lo bueno que tiene el haber mantenido el silencio. Es lo mejor que he hecho, el tiempo te pone en tu sitio. Es duro porque crean bulos que no se contestan, falsas imágenes… pero este no es un libro autobiográfico, aunque sí es un libro sobre lo muchísimo que he aprendido de la vida.
P.- ¿Crees en las venganzas poéticas, en este caso, venganzas literarias?
R.- No conozco el rencor. Cuando algo no me gusta, me aparto. No tengo nadie de quién vengarme. Tengo el cuerpo lleno de cicatrices, pero ninguna herida abierta.
P.- En los agradecimientos decías que se lo dedicabas también a las que han intentado ser tus enemigas sin conseguirlo, porque te han enseñado de quién apartarte en la vida. ¿Quiénes han sido estas enemigas?
R.- Uy, pues ha habido bastantes candidatas. Las mujeres, cuando sumamos, multiplicamos; pero también tardé tiempo en aprender que cuando alguien quiere competir contigo, le tienes que dejar ganar la primera batalla y alejarte. No debemos perder nuestras energías en eso. Yo no compito con nadie que no sea conmigo misma. He dejado ganar muchas batallas por eso, y no me arrepiento.
"Tengo el cuerpo lleno de cicatrices, pero ninguna herida abierta ni nadie de quién vengarme"
P.- ¿Por elegancia, que es un concepto que se repite mucho en la novela?
R.- La generosidad, la elegancia, el dar tiempo, el preguntar cómo estás…todo eso es puramente egoísta, porque son cosas que te hacen feliz. No hay nada que te haga más feliz que ser generoso o que apartarte de los problemas que puedes evitar. Hay tantas cosas que tienen que ver con las bajas pasiones… a los que nos gusta la filosofía sabemos que esos problemas derivados de las bajas pasiones son los mismos de los que hablaba los griegos en el ágora. Y lo más inteligente, desde mi punto de vista, es no entrar. Elegir tus batallas en la vida.
P.- La madre de la protagonista le recomienda continuamente que sea generosa, que se rodee de trabajadores que la aprecien personalmente y que además los tenga muy bien pagados. ¿Así se combaten las envidias?
R.- Con dinero no, pero es muy importante generar un equipo que esté contento. Ahora que me he estrenado como editora, siempre les digo a los chicos del equipo que para mí es fundamental que estén felices trabajando. El trabajo es un sitio donde pasamos mucho tiempo y alguien que esté contento con su trabajo va a rendir muchísimo más. Desafortunadamente, en el mundo real los sueldos se ajustan a las cuentas de la empresa; en el mundo onírico que te permite escribir puedes dar todo lo que te gustaría dar a la gente que está contigo.
Infidelidades (y otros romances)
P.- Hay un tema que sobrevuela la novela y es la hipocresía, el vivir hacia un escaparate, el qué dirán… no sé si crees que es algo viejo, nuevo o eterno. ¿Somos más libres ahora que antes, o quizás no, porque las redes sociales han hecho que el escaparate sea mundial? ¿Por qué nos hemos empeñado tanto en demostrar a los demás que somos felices, incluso a costa de nuestra propia felicidad real?
R.- Es un tema complejo. Ahora somos más libres porque hasta podemos permitirnos que nos insulten, o sea, hasta el mero hecho de recibir un insulto es una libertad que antes no tenían: antes si te insultaban estabas perdido. La crueldad de las redes me preocupa muchísimo, sobre todo por las chicas jóvenes. Ves influencers que acaban suicidándose. Es preocupante que haya generaciones creciendo al amparo de un like. Pero tenemos libertad para vivir otros mundos, para escaparnos, para crearlos. Antes la vida y el destino venían escritos. Ahora somos más libres de darle un volantazo al destino. Aun así, me preocupa mucho lo esclavos que somos y lo fácil que es mancharte tu vestido blanco de los domingos con cuatro mentiras o con cuatro verdades que no tienen por qué saberse, el airear tu intimidad.
"Somos más libres porque hasta podemos permitirnos que nos insulten"
P.- ¿Por qué España es un país -será en todos, pero éste es el que conocemos, el que nos duele y el que también amamos- en el que la gente prefiere ser infiel a buscar otros modelos de relación? Prefiere la mentira a la ruptura o a abrir la relación. Pienso en las polémicas que hay siempre entorno a Nuria Roca y su marido, que la gente se lleva las manos a la cabeza… ¿qué hacemos con nuestro modelo de amor y con el deseo sexual que se siente hacia otras personas?
R.- Hay que entender de dónde venimos. Venimos de una sociedad en la que hablar de amor o de sexo era un pecado. Durante mucho tiempo, el aguantar por los hijos era un mantra que se repetía en muchas personas. La ley del Divorcio es del 81. Tú eres muy joven, pero había muchas madres de la generación de tu madre o de tu abuela, que vivían de cara al qué dirán. Yo, de hecho, que voy a cumplir 50 años y soy una chica de pueblo, o de pueblos, conozco perfectamente lo que yo identifico con Middelmarch, que es cubrir las apariencias de ser lo que los demás esperan que seas.
P.- ¿Y por qué los demás siempre esperan que seamos lo mismo?
R.- Porque tienen miedo. Porque la diferencia da miedo. La distinción da miedo. Y siempre es más fácil juzgar a los demás que a uno mismo. El otro día leía una entrevista a Carmen Posadas en El Español y decía que todo el mundo tiene un lado oscuro, y es verdad. Toda nuestra vida juzgada desde algún prisma, tiene una parte criticable.
P.- ¿Cuál es la tuya?
R.- La mía, muchas… yo soy muy imperfecta.
P.- ¡Hablemos de taras y vicios!
R.- Vicioso es mi intento permanente por ser feliz. Pagué muy caro intentar ser feliz. Cuando una tiene claro que el amor ha llegado a tu vida, si descarrila, que descarrile.
La era del ego (y también de la amistad femenina)
P.- Hay varios mitos machistas que desmontas en el libro, como que las mujeres se odian y se apuñalan entre sí, que no hacen equipo; o que la suegra y la nuera siempre se odian porque compiten por el amor del hijo. Aquí hay una relación muy especial entre una suegra y una nuera.
R.- Las mujeres buscamos amigas, confidentes. Amigos también, ¿eh? Soy una firme defensora de la amistad entre hombres y mujeres y tengo relaciones con amigos estrictamente amistosas y generosas y despojadas de cualquier tipo de pasión sexual. Pero las mujeres buscamos amigas, y la comunión entre dos generaciones es algo maravilloso. Existe una forma de trasladar un legado, un relevo generacional. Con la madurez lo estoy descubriendo: quiero que a las jóvenes les vaya bien. Yo cuando era joven recibí mucho de muchas mujeres.
Esa comunión entre almas femeninas es algo que enriquece muchísimo la vida. En el caso del libro -aunque no quiero revelar nada-, son dos mujeres que se unen porque tienen en común una misma estructura vital. Tenían que adaptarse a la realidad para poder ser felices. Se multiplican entre ellas. Ahí pongo el acento. Para mí es muy importante ver crecer a las jóvenes a mi alrededor, soy una captadora de jóvenes nata. Cuando veo el talento, me encanta y procuro potenciarlo.
"Con la madurez descubro que quiero que a las jóvenes les vaya bien: yo también recibí mucho de otras mujeres cuando era joven"
P.- En la forma en la que describes las relaciones sociales, los eventos y el cómo comportarse, me recuerdas mucho a la inteligencia aguda de Oscar Wilde en esas cuestiones. Y hay otra cosa que me recuerda a Almudena Grandes, y es el relato de mujeres malditas -malditas porque no hacían lo debido- que se protegen entre sí… ¡y acaban haciendo lo que quieren! Tienen poder subterráneo.
R.- Sí, pero con el poder subterráneo hay que tener cuidado. Me acuerdo de una escena que me sorprendió mucho de la película de Sexo en Nueva York -una serie que marcó a mi generación-. Ellas viajan a Abu Dabi y debajo del burka, todas llevan Dolce & Gabbana. Yo no quiero llevar burka.
P.- Pero sí quieres llevar Dolce & Gabbana… ¡yo quiero, al menos!
R.- (Ríe). Encantadas, claro, si nos escuchan y quiere, la próxima entrevista la hacemos con su producción. Pero quiero decir que quiero poder exhibir lo que soy. Es muy triste esconder lo que realmente eres y eso es algo que han sufrido muchas generaciones de mujeres y me preocupa muchísimo que lo sufráis las venideras. La libertad se aprende en el camino, pero mientras aprendes a ser libre, vas perdiendo juventud. Las jóvenes tenéis que acortar los tiempos del aprendizaje. Tengo una amiga que, cuando yo salté al escenario público, me dijo: “Dos consejos: no se llama photocall, se llama paredón. Y el otro: no eres tan importante como te crees”.
"Una amiga me dio dos consejos: uno, no se llama photocall, sino paredón. Dos: no eres tan importante como te crees"
P.- Eso último es muy apropiado para todos en la era del ego.
R.- Sí, precisamente en la era del ego, cuando alguien habla mal de ti, parece que todo el mundo está hablando mal de ti.
P.- Sensación de conspiración.
R.- Sí. Pasan los años y lo cuentas y ya nadie se acuerda de ese titular malo. Todo vuelve a su sitio. Perdemos mucho tiempo en sufrir por lo accesorio. Eso te lo digo ahora que voy a cumplir 50 y después de haber llorado mucho.
P.- ¿Y es verdad que es un paredón el photocall?
R.- Depende de tu actitud. O sea: al principio, y si tú no aprendes, sí es un paredón. Ves modelos espectaculares, chicas guapísimas, actrices jóvenes… y comentarios al lado de “tiene unas piernas que parecen dos tubos de escape”. Ves cómo la gente hace comentarios crueles contra gente que no se los merece. Pero cuando pasa el tiempo entiendes que esto es un juego.
P.- Un juego peligroso estilo ruleta rusa.
R.- Sí, pero la ruleta rusa no deja de ser un juego, y los demás van a jugar siempre a que pierdas.
P.- ¿Qué ha sido lo que más daño te ha hecho?
R.- La mentira. Recuerdo una anécdota… mis amigos la conocen todos. Yo lloraba porque habían publicado un titular que decía “dos encapuchados paramilitares roban el despacho de Cruz Sánchez de Lara para llevarse unos papeles de Pedro J”. Estaba tocando mi parte profesional. No era verdad. Y todos mis clientes llamándome… y yo lloraba y le decía a Pedro “es que esto es mentira”, y él decía: “Uy, pues el periodista que lo ha escrito es muy bueno”. “No me fastidies, pero es mentira” (risas). Lo que pasa es que ya te lo cuento con paz. Creo que nadie me imagina a mí llorando en esos momentos.
P.- Te imaginamos como la protagonista del libro: en unos escenarios espectaculares, en unos hoteles de París divinos…
R.- Pero eso depende de tu cabeza también. Yo soy de una generación que solo tenía dos canales en televisión. Y creo que si tu actitud es entornar los ojos y ver la vida como una película en blanco y negro, no hay cama que no pueda tener dosel.
P.- Qué hermoso.
R.- Lo importante es como tú lo veas.
"No hay cama que no pueda tener un dosel; todo depende de la actitud"
P.- Es bonito eso de pintarse los labios, ponerse el mejor tacón, sonreír… como decía un poema de Karmelo C. Iribarren, “ni una sola pista a los enemigos”. Está bien que los demás no conozcan nuestras vulnerabilidades.
R.- Sí. Mira, yo he llevado muchísimos divorcios en mi vida profesional y cuando las mujeres sufrían, yo siempre les decía: “En el bolso, junto al paquete de clínex, una barra de labios”.
P.- Pensé que ibas a decir “una pistola”.
R.- (Ríe). Qué va, qué va. Eso nunca merece la pena y la agresividad no es buena. Una barra de labios da mejor resultado.
P.- Eso creía también Coco Chanel.
R.- Cuando alguien me decía: “Quiero contratar a un detective privado para darme cuenta de la realidad”, yo decía “gástate ese dinero en irte un fin de semana a Italia tú sola, que vas a venir con el ego por las nubes, no te gastes el dinero en la foto de una realidad cruda”. La actitud es todo. De eso habla de Cazar leones en Escocia. Todo tiene un puntito de cómo queramos ver nosotras la vida. “Si te empeñas en ser desgraciada”, le dice Cata a su hija, “lo acabarás consiguiendo”.
P.- Me interesa el tema del poder.
R.- Yo no sé qué es el poder. ¿Qué es el poder?
Tentáculos del poder
P.- En el caso de uno de los personajes de tu libro, por ejemplo, el poder lo tiene una mujer que sale de forma clandestina con un ministro franquista e influye en sus decisiones. Ostenta poder político.
R.- ¿Y tú crees que eso es el poder? Yo no lo tengo muy claro. ¿Sabes qué me pasa con eso? Que yo oigo hablar del poder como una aspiración o una medalla que se cuelgan muchos y yo todavía no he entendido qué es.
P.- Supongo que es influencia. El poder es influir en la vida de la gente.
R.- Y si eso es el poder, ¿qué quieres saber sobre el poder?
P.- De qué forma te sientes tú poderosa.
R.- Yo no me siento poderosa. Soy muy humilde y cero soberbia. Espero que si mis palabras influyen en la vida de algunas personas… (se detiene). Sonrío porque me estaba acordando de mi profesor de Literatura, que en primero de BUP nos decía “no es influencia, se influye”, que es un galicismo. Los maestros son importantes. Bueno: espero que si influyo en alguien, sea una buena influencia, pero tengo muy desmitificado eso de los teléfonos rojos y las películas que se crean… será que vivo en una casa en la que dicen que hay poder y yo no lo percibo como tal.
"Dicen que vivo en una casa en la que hay poder y yo no lo percibo como tal, probablemente por eso esté tan enamorada"
P.- ¿No? Eso sí que no me lo creo…
R.- Te doy mi palabra. Por eso probablemente esté tan enamorada: no percibo el poder de una forma vulgar, vulgar de vulgo. Comprendo que nadie va a estar de acuerdo y que es una excentricidad mía en mi forma de tratar con el poder.
P.- Hay muchos caminos por los que tú eres influyente. Van tres: en tu trayectoria como abogada, como activista por los derechos humanos y como integrante fundamental de un periódico con lo que eso supone -a nivel de creación de opinión y de movimientos de ideas-.
R.- Tiene que ser una losa tremenda vivir con la sensación de que eres poderoso.
P.- O sea, ¿que Pedro J. no es poderoso?
R.- Para mí es mi marido y el hombre al que quiero, así que para mí no es un hombre poderoso. Creo que soy la persona más crítica con Pedro J. y creo que él está, en parte, enamorado de mí, porque dice “es que nunca te impresiona conocer a nadie”. Será por el activismo, pero para mí todas las personas son iguales. Y otro de mis aprendizajes, que ha sido ir despojándome de mis prejuicios, ha hecho que no me impacte ni me deslumbre el poder, si es que existe. Si tú tratas a alguien como a alguien poderoso, esa persona -que está harta de que le traten así- sigue en su esfera.
Si tú tratas a alguien como a alguien normal de quien te interesa su esencia, se desarma. La clave está en entender que todos somos iguales y que solamente estás en un sitio o en otro. A lo mejor es una visión ingenua. Antes me has preguntado por la ingenuidad… bueno, sí, soy inocente, soy ingenua. Y esa es la parte de mi vida que me hace más empática, algo que es buenísimo para los demás y horrible para mí, porque la empatía duele mucho. Se sufre más siendo empático que siendo soberbio.
"Si te tratas a ti misma como si fueses de una clase inferior, estás dándole a los demás el poder de que te traten así"
P.- En el libro hay un consejo a este respecto: decía que a los poderosos hay que hablarles con firmeza, sin dudar, sin genuflexiones, sin rendir pleitesía.
R.- Si tú te tratas a ti misma como una clase inferior, estás dando poder para que te traten así. Tú tienes que estar contenta y segura siempre de lo que eres para poder hablar mirando a los ojos.
P.- Si les tratas como a una estrella, te tratarán como a un fan.
R.- Eso es. No podía estar mejor dicho. Sobre todo, porque nadie quiere ser una estrella.
P.- ¡Yo pensaba que nadie quería ser un fan!
R.- (Ríe). Bueno, yo no quiero ser fan. Si me preguntas con quién quiero cenar esta noche, te diría que con mi marido. No soy mitómana en absoluto. Pero piensa en cuánta gente establece un clasismo inverso: en tratar a alguien como si fuera superior, que es lo que le dota de poder.
P.- ¿Cómo se puede persistir siendo cándida en un mundo de hienas?
R.- Es muy difícil. Te tienes que poner el disfraz de hiena para que no te hagan más daño, pero yo no quiero perder mi vocación de ser feliz, y esa la pierdes en el momento en el que sientes la indefensión aprendida. Yo creo que la gente tiene todavía mucha capacidad de hacerme daño porque yo no quiero volverme fría. Yo no quiero perder mis sentimientos de humanidad, porque al final son por lo que he luchado toda mi vida. Procuraré seguir siendo cándida y seguir teniendo mi disfraz de mala, que creo que lo hago bastante bien (ríe).
Hablemos de erotismo
P.- ¿Qué importancia tiene el sexo en la vida? Esta es una novela muy impregnada, si no de sexualidad, sí de sensualidad y de erotismo. Y digamos que coloca el éxito de una relación o de un amor muy en lo físico o en lo químico.
R.- Es que el sexo es la forma más poderosa de comunicación entre dos personas. Y una pareja sin comunicación no funciona. Tú puedes tener muy buena comunicación conmigo o con un amigo, pero si la comunicación no se transmite través de la piel, de las caricias, de los besos… no vale. Si las caricias de quien tú quieres no te permean, eso no es amor, es otro sentimiento.
P.- Pero es algo que no se puede ni elegir. Las cartas están marcadas.
R.- ¡Las feromonas, ya me dirás…! Hasta las hormigas. Por eso lo que dice el personaje de Cata, lo de que hay que “vaciar para llenar”, es importante. Hay que tener la vida vacía y no llenarla con cualquier persona que en un momento te pueda resultar conveniente o atractiva, porque probablemente, la persona que sea una historia de amor para ti, no sea ni la más atractiva en principio, ni la más conveniente.
P.- Me preocupaba en el libro -y me preocupa en la vida- el hecho de que te guste mucho alguien, te fascine y te parezca muy atractivo… te vayas enamorando sin que haya habido un encuentro físico, y cuando lo hay, por fin, sea decepcionante. ¿Qué hacemos con eso?
R.- Esa es una situación muy habitual. De hecho, ¿cuántas mujeres tienen clarísimo el hombre con quien querrían pasar una noche loca porque lo tienen idealizado? Seguro que luego sería un desastre. Yo creo que el amor y la pasión y una relación duradera está en encontrar el sexo, el amor, la conexión de los cerebros y una conexión de las almas.
"¿Cuántas mujeres tienen clarísimo el hombre con quien querrían pasar una noche loca porque lo tienen idealizado? Seguro que luego sería un desastre"
P.- La ternura, que es un concepto al que recurres también en el libro.
R.- Sin duda, la ternura es el desabrigo, es el desnudarte y entender y proteger las debilidades del otro. Las vulnerabilidades se cubren de amor.
P.- ¿Cómo se hace para mantener esa pasión? En el libro haces una defensa acalorada del amor pasional, del amor que es un estallido, del que, como decía Cortázar, es como un rayo que te deja estaqueado en mitad del patio, o, como decía Sabina, no es “civilizado” ni tiene “recibos y escena del sofá”. ¿Cuánto dura, se puede mantener para siempre?
R.- Yo creo que sí y espero que sí. Creo que la pasión es… iba a decir algo un poco cursi, “como una planta, como un jardín”, pero es cierto. Tienes que sentirte protagonista de tu propia historia de amor y ser consciente de que tienes que escribirla. A veces la vida es compleja, difícil. Pero yo creo que he aprendido mucho al divorciar tanto, porque he escuchado muchas historias de amor y de desamor. Hay un día en el que el amor empieza a morirse.
P.- ¿Cómo se detecta?
R.- La mayoría de la gente no lo detecta, por eso acaban en rupturas. Pero si tú estás alerta, ese día tienes el botiquín a mano. Hay que estar siempre vigilante para que no decaiga. Hay que ser hasta un poco plasta. “Oye, que esto tenemos que cuidarlo porque somos unos privilegiados, tenemos una historia satisfactoria y plena de amor”. Amar es un trabajo que ocupa muchas horas.
P.- Yo de hecho estoy a favor de la baja por amor.
R.- Por desamor.
P.- No, y también por amor: cuando estás enamorándote, piensas todo el rato en ello, pones todo de tu parte para levantar el asunto…
R.- Pues crisis económica, seguro (ríe). Si tuviéramos baja por amor y por desamor, viviríamos en baja permanente. Habría gente que tendría incapacidad permanente total. Realmente no trabajaría casi nadie, porque quien no ama no vive. Estaríamos cargando a los empresarios con nuestra vida sentimental. Sería un absentismo laboral absoluto…
P.- ¿Cómo sabes tú que estás enamorada, cómo lo distingues?
R.- Hay muchas veces en la vida que podemos decir, de forma frívola, “ay, estoy loca de amor, estoy enamoradísima”, pero no es eso. Cuando tú de verdad identificas que tus sentimientos son tan fuertes como para querer remar en el mismo sentido que la otra persona, ese día es un día grave. Porque tú eres consciente de cómo te limitas la vida.
"La persona con la que Pedro J es más poderoso es conmigo"
P.- Es trágico, incluso.
R.- Sí, es tragicómico. Realmente el día que apuestas por una historia de amor, cedes poder sobre tu vida a otra persona. Eso sí que es poder. Tu felicidad, tus emociones, tu bienestar… va a depender mucho de que vuestra relación de equipo funcione. O sea: yo creo que la persona con la que Pedro J. es más poderoso es conmigo.
P.- ¿Qué es lo que los hombres -aunque sea una generalización, pero nos sirven para simplificar y ordenar el mundo a veces- aún no han entendido del erotismo o del placer femenino?
R.- Yo creo que nosotras necesitamos lírica. Hasta las más sexuales, hasta las que sientan el sexo como algo físico u ocasional y buscan el placer por el placer. Las mujeres -al menos las que yo conozco y con las que yo hablo- todas necesitan lírica y relato.
P.- Teatro en el mejor de los sentidos.
R.- Eso es. Necesitamos contexto.
P.- Y ellos a veces han pecado un poco de brocha gorda en este sentido, de no detenerse a elaborar un relato…
R.- A veces hablamos del machismo como si las únicas perjudicadas fuéramos nosotras, pero el machismo también ha perjudicado muchísimo a los hombres, porque les ha dicho que no se llora, que no se habla de sentimientos, que “sentir” es cosa de niñas. Ha habido mucha castración emocional a una generación de hombres.
Los chicos de hoy en día son unos privilegiados con respecto a sus abuelos, que tenían que ser sí o sí el hombre de la casa, el macho proveedor, y que estaban bastante castrados afectivamente. El machismo ha privado a los hombres de muchas cosas. Por eso yo creo que las feministas son tan buenas amantes, porque buscan la igualdad en la relación, y eso es algo extraordinario.
P.- Esto que has dicho molesta muchísimo a los machistas, eso de que las feministas son amantes estupendas y grandes conocedoras del sexo.
R.- No me refiero sólo al sexo, sino a las relaciones. Si tú quieres que te traten como a una igual, vas a tratar al otro como un igual. La igualdad en una relación es un prodigio, y a la vez es lo que deberíamos tener todos, porque nadie es más que nadie.
"Cuando tienes un proyecto con alguien lo tienes que cuidar día a día y también noche a noche"
P.- Eres una gran defensora del “dormir juntos”. Tengo entendido que lo de dormir separados se estila mucho en las casas grandes de familias opulentas. Algo que, por otra parte, no podría hacer ni aunque quisiera una pareja que vive en un piso de 60 metros cuadrados.
R.- Yo no he dormido separada salvo prescripción médica. Cuando tienes un proyecto con alguien que cuidar día a día también tienes que cuidarlo noche a noche. Cuando duermes con alguien sabes si está bien o no está bien, si tiene preocupaciones…. la soledad en la noche es muy mala consejera.
P.- ¿Porque te pones a pensar…?
R.- Bueno, cuando tienes una relación de pareja que no funciona bien. Yo, desde luego, soy firme defensora de tocar a la persona a la que quieres, también en los sueños. Aunque haya días en los que una diga “hoy dormiría sola estupendamente”.
P.- Mira lo que hacían Diego Rivera y Frida Kahlo, que tenían dos casas unidas por un puente para tener cada uno su espacio.
R.- Yo respeto cualquier decisión porque cada pareja pone sus reglas. De hecho -esto no sé si le va a molestar al director, luego se lo preguntamos-, cuando nos fuimos a vivir juntos, yo le dije: “Yo quiero dormir contigo todos los días”.
P.- Guau.
R.- Y él me dijo: “¿Todos los días?”. Porque eso no estaba en su cabeza. Y ahora cuando tengo un juicio fuera o algo, procura que vuelva a dormir a casa, porque eso engancha.
P.- ¡Ah! Así que los tipos duros se ablandan…
R.- Claro.
P.- En el libro dices algo hermoso y es que la seducción se encuentra en el mediastino. Esta cosa de localizar corporalmente sensaciones. Te quería preguntar cómo seduces tú.
R.- Soy muy poco seductora. Nunca he tenido la conciencia de ser seduciendo.
P.- Venga ya…
"Mi autoestima nunca me ha dado la conciencia de estar seduciendo"
R.- Es probable que las mujeres, o muchas de nosotras, tengamos problemas con la autoestima. Entonces mi autoestima nunca me ha dado la conciencia de estar seduciendo. De hecho, toda mi vida me ha pasado que yo he creído que una relación no estaba llegando a nada y un día me he encontrado una sorpresa.
P.- Con la gente enamoradísima ya, en un estadio muy avanzado.
R.- (Ríe). Pues no sé si enamoradísima, pero sí entendiendo la historia de forma distinta a cómo la estaba entendiendo yo. Yo estoy teniendo una conversación contigo en el mismo tono en el que tendría una cita. Para mí todas las personas son importantes y probablemente, si seduzco a alguien, será por eso. Porque no me deslumbro.
P.- Te devuelvo el guante. ¿Qué te seduce?
R.- La bondad y la inteligencia cuando se unen. La forma y el relato. No soy de vísceras: la víscera más potente en mí es el corazón, y a mí se me seduce más con la sonrisa que con la carcajada. Me apasiona el ingenio, la inteligencia fina y la confianza. Necesito confiar. No soporto la mentira ni la traición, es superior a mis fuerzas. Si alguien me quiere no debe mentirme nunca, porque el día que me mienten, rompo un vínculo. Esa es una de las claves de este periódico: no nos gusta la mentira.
*Si desea consultar la entrevista completa en vídeo, puede hacerlo aquí: