A una amiga de Heather la violaron mientras que el agresor empuñaba un cuchillo directamente en su garganta. Además del trauma con el que tendría que lidiar de por vida, había quedado embarazada. En un hospital expuso su caso y cuando expresó su deseo de abortar, en lugar de la intervención médica recibió un sermón sobre promiscuidad.
Las mujeres en la década de los 60 hasta los primeros años de los 70 en EEUU -sin importar la raza ni el estatus social- estaban desprovistas de derechos, de poder de decisión sobre sus cuerpos y destinos. Si no estabas casada no podías tener la píldora, ni acceder a algún método anticonceptivo, si estabas embarazada no podías trabajar, de la tutela de los padres se pasaba a la de los maridos. Y si querías abortar por la razón que fuese, tenías dos posibilidades: ir a parar a la cárcel o morir.
“¡Fue indignante!”, revive su furia Heather tras más de 50 años al recordar a su amiga que terminó en la camilla de un inescrupuloso tío que formaba parte de la mafia de las prácticas abortivas. Eran charlatanes y carniceros, muchos abusadores sexuales, que cobraban por un servicio de precarias condiciones en el que se trataba a las desesperadas mujeres con absoluto desprecio.
A Heather, Marie, Jody, Abby, Judith, Eleanor, Martha, estudiantes veinteañeras en Chicago, les pudo la rabia y la impotencia, por lo que se unieron para conformar el colectivo 'The Jane'. Se trataba de una red encubierta cuya misión era ayudar a las mujeres a abortar de forma segura, asequible y sin distinción de raza ni poder adquisitivo, lo que se traducía a salvarles de una muerte casi segura. Algunas de ellas eran sobrevivientes de un aborto clandestino, y todas vieron desangrarse y hasta morir a muchas chicas como ellas.
Antes de ser descubiertas lograron organizar un perfecto entramado. Entre 1968 y 1973 practicaron más de 11 mil abortos en Chicago, adonde llegaban féminas de varias partes del país. No todas tenían los suficientes recursos para ir a Nueva York (el único estado donde se había legalizado el aborto en 1970), ni mucho menos al Reino Unido (legal desde 1967).
Con la despenalización del aborto en 1973, las siete que habían sido encarceladas en espera de juicio con la amenaza de cumplir una condena de más de 100 años para cada una, fueron liberadas. Durante cinco décadas, las Janes no dieron entrevistas, no figuraron en ningún reality show ni se hicieron notar. No tenía sentido ya contar nada, ni alzarse como heroínas, pero se vieron en la necesidad de romper el silencio.
Lo que las motivó a dar sus testimonios frente a una cámara, la de Tia Lessin y Emma Pildes para la realización del documental The Janes, fue el inminente contraataque que amasa la Corte Suprema de EEUU de revertir la legalidad del aborto. A las aguerridas Janes, hoy setentonas y peinando canas, otra vez les pudo la rabia y la impotencia.
¡Llama a Jane!
“Pregnat? Call Jane” (¿Embarazada? Llama a Jane), se leía en avisos en periódicos alternativos y en lugares claves de Chicago. Eran blancas, de clase media, la mayoría universitarias o con una formación profesional, feministas. Muchas estaban involucradas en diversos movimientos contra la guerra de Vietnam y pro derechos civiles, luchas de las que se vieron excluidas por ser mujeres.
En realidad, el perfil de las Janes desentonaba con el de la mayoría de su clientela. Las más afectadas por “la ilegalidad” eran las mujeres de bajos recursos, las que tenían varios hijos y las afrodescendientes. Con el tiempo, el colectivo implantó la modalidad “paga lo que puedas” para beneficiar a las féminas menos favorecidas económicamente.
Al principio tuvieron un nombre más rimbombante: The Abortion Counseling Service Of Women’s Liberation (El Servicio de Consejería de Aborto de Liberación de la Mujer), y escogieron “Jane” como nombre código para el entramado que comenzaba con una llamada de teléfono a un contestador automático.
“Algunas se olvidaban de dejar su número de teléfono para llamarlas de vuelta”, dice una de las antiguas Jane en el documental. Los casos eran archivados en grandes ficheros con algunas descripciones como “No tiene dinero, 18 años con un hijo” o “¡Atención! Su padre es policía”. A quienes respondían eran recogidas en un lugar determinado de la ciudad para trasladarlas con los ojos vendados entre dos puntos de acción: The Front (donde esperaban, o descansaban durante unas horas y comían después de la intervención) y The Place (donde se practicaba el aborto).
Las Janes desarrollaron una cultura de sororidad. Les brindaban no solamente un servicio a las mujeres, sino también compañía en la soledad y el miedo, ayuda en el cuidado para sus hijos mientras la duración del procedimiento, seguimiento, además de empatía y solidaridad.
“Eramos capaces de montar una clínica en 15 minutos y de salir de allí en 5 en caso de que corriéramos peligro de un allanamiento policial”, describe Jody quien se convirtió en una Jane después de que en primera instancia le negasen un aborto legal a sabiendas de que su vida corría peligro ya que era paciente oncológica. Para aquel entonces, era madre de dos niños y, como muchas, era una prisionera del sistema sanitario en el que el 95% de los médicos eran hombres.
“Jugó a favor de nosotras el hecho de que los hombres subestimaran las habilidades de las mujeres”, comenta una de las Janes que abandonó el silencio para describir las actividades del colectivo.
Las mujeres que se ponían en las manos de las Janes, que pronto se perfeccionaron al punto de prescindir de los hombres para las operaciones porque aprendieron a practicar abortos tal y como médicos, sabían que estaban traspasando los límites de lo legal.
“Había una obligación filosófica de nuestra parte de desacatar una ley que absolutamente menospreciaba a las mujeres”, resume Jody en el documental. En él también se relata que en Chicago, a pesar de las altas cifras de deceso a causa de abortos mal practicados y de que la sala séptica de abortos en el hospital local -a donde iban a parar las mujeres desangradas y en peligro de muerte- siempre estaba abarrotada, no había una reacción a nivel político ni de la iglesia católica, que seguía permeando las estructuras políticas.
Mientras esto ocurría en el entorno de las Janes, los movimientos feministas ejercían presión en ciertas esferas políticas y sociales en otras regiones. Finalmente, en 1970 en Nueva York se legalizó el aborto, y tres años más tarde la Corte Suprema estableció el derecho constitucional a la interrupción del embarazo.
El documental The Janes y la película de ficción Call Jane (basada en la historia del colectivo The Jane, dirigida por Phyllis Nagy, protagonizada por Sigourney Weaver y Elizabeth Banks) llegan en un momento oportuno para recordar cómo fueron los años cuando las mujeres estaban despojadas del poder de decisión.
“Siento terror de tan solo pensar que ese panorama sea el futuro de las mujeres en EEUU”, afirmaba la codirectora Emma Pildes en una entrevista en el marco del Festival de Sundance.
¿Estocada a Roe vs. Wade?
La legalización del aborto en EEUU se hizo realidad a raíz del fallo en el caso de Roe versus Wade. La querella judicial la protagonizaron Jane Roe (seudónimo de Norma McCorvey), una mujer texana que en el quinto mes de embarazo de su tercer hijo quiso practicarse un aborto porque su vida estaba en peligro. Henry Wade era el fiscal del distrito del condado de Dallas (Texas).
La regulación sentó un precedente, permitiendo la interrupción de la gestación hasta en la vigésima cuarta semana para proteger la salud y la vida de la mujer. En todo caso, el fallo venía a significar que se le otorgaba a las féminas el derecho constitucional a decidir terminar con un embarazo, es decir, a tomar decisiones sobre su cuerpo y a ejercer el derecho reproductivo.
“No se trata solamente del aborto, sino de un amplio espectro de los derechos reproductivos y de la justicia”, comentaba alarmada la codirectora Tia Lessin en una sección de preguntas y respuesta en el Festival de Sundance. “No se puede esperar a que la Corte Suprema dé a conocer su decisión para ocuparnos de este tema. Te puedes involucrar ahora mismo porque lamentablemente está ocurriendo en todas partes y va para peor”.
No es un secreto que desde hace dos décadas se ha estado intentando sistemáticamente de revertir la legalización del aborto en EEUU. Actualmente, en la Corte Suprema, que son puestos vitalicios, predominan los magistrados de tendencia conservadora, lo cual aunado a una politización del aborto conforman una bomba que está a punto de estallar.
De más está decir que las mujeres serán las víctimas de la criminalización del aborto, lo cual parece toda una paradoja si se piensa que se trata del país de las libertades, así como del movimiento feminista #MeToo.
Definitivamente, es un momento para la ira. Con la publicación del borrador de la nueva sentencia de la Corte Suprema, el pronóstico no es el mejor, y se teme que este será el principio de una reacción en cadena de la supresión de derechos civiles en EEUU. Sí, allí donde se defiende la democracia y se abandera el ser libre. ¡¿Quién lo diría?!