María Irazusta es escritora y periodista de formación y corazón (licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid) y directiva y empresaria de profesión (a través de su agencia de consultoría estratégica, Irazusta Comunicación). No se considera experta en lenguaje sexista sino "en el correcto uso del lenguaje". Frente a quienes reclaman un lenguaje inclusivo, para una lengua sexista, ella quiere recalcar que "el uso del lenguaje es un reflejo de la sociedad y la sociedad sigue siendo desgraciadamente machista; debemos cambiar la realidad y las palabras empezarán a ajustarse a la nueva realidad".

Para apoyar sus palabras, están las numerosas quejas que, cada año, provoca la publicidad sexista, aquella que emplea lenguaje sexista, ataca a la dignidad femenina o utiliza roles y estereotipos de género. 

María Irazusta ha escrito Las 101 cagadas del español (Espasa, 2014, que ya va por su cuarta edición) y Eso lo será tu madre (Espasa, 2015, que tiene por subtítulo La biblia del insulto). En este último, hay un capítulo titulado El insultante sexismo, en el que la autora demuestra que el sexismo que predomina en el lenguaje tampoco conoce límites en el terreno de los insultos y las ofensas.

Por eso, nos cuenta, "los genitales masculinos tienen connotaciones positivas («esto es cojonudo», «esto es acojonante», «esto es la polla»...); y los femeninos, negativos («esto es un coñazo»)".

También recoge ejemplos como el hecho de que, si algo resulta divertido o estupendo, en México se usa la expresión «está padre», pero en España se cambia por un «de puta madre».

Pero, cuando se hace más patente es en otros ejemplos en los que la misma palabra, cuando de insultar se trata, "muestra una injusta polaridad semántica, siempre a favor del género masculino". He aquí diez ejemplos que recoge en su libro:



  1. Gallo (fuerte y valiente) y gallina (pusilánime y cobarde).
  2. Zorro (un hombre astuto) y zorra (prostituta).
  3. Fulano (alguien sin identificar) y fulana (prostituta).
  4. Golfo es un (pillo, juerguista) y golfa (prostituta).
  5. Un cualquiera (un don nadie) y una cualquiera (prostituta).
  6. Lobo (animal) y loba (femme fatale, devoradora de hombres, hasta –¡cómo no!– una prostituta…).
  7. Perro/perra: Aunque ambos pueden significar mala persona, en el caso masculino su uso coloquial se adscribe más a vago en el caso del hombre y al de prostituta en el caso de la mujer.
  8. Guarro/guarra: aunque ambos pueden corresponderse con personas poco preocupadas por la limpieza, en femenino también tiene la acepción de prostituta.
  9. Nada tiene que ver un respetable hombre público con una mujer pública, expresión que equivale a una prostituta.
  10. Aquel que no tiene un destino determinado y está perdido nos produce cierta aflicción, mientras que una perdida (sin acento) es una prostituta.

"¡Qué obsesiones continúan adheridas a nuestra cultura para que tantas palabras de uso común, en femenino, designen invariablemente a una prostituta!", se pregunta la autora, que ha ido recopilando todos los sinónimos de "puta" que encontró para elaborar su libro de insultos: “Existe una gran obsesión por calificar a la mujer con esta palabra. Yo tengo recogidos más de medio centenar de sinónimos. En cada país que habla español hay distintas variantes de la palabra prostituta. Los incluyo un capítulo del libro que se titula Este capítulo no es tan de puta madre”.

"Eso lo será tu madre" se asemeja a otras frases como:

  • "Mujer tenías que ser"

  • "No seas nenaza"

  • "Calladita estás más guapa"

  • "Es un trabajo de hombres…"

Y otras similares, que habría que desterrar de nuestro día a día, en pro de un lenguaje más integrador.

Precisamente Mujer tenías que ser. La construcción de lo femenino a través del lenguaje (2020), es el título de otro libro, escrito por María Martín Barranco, abogada y experta en el lenguaje inclusivo. En él se hace también un análisis de  refranes, palabras, frases hechas y otras expresiones populares que han construido una forma de hablar de y sobre las mujeres que provoca una desigualdad lacerante.

Y, según comenta la autora, debemos ser conscientes de que el lenguaje sexista no está solo en las palabras que aparecen en el diccionario, sino que va calando, a veces de forma inconsciente, a través de la llamada ese "cultura popular" y el habla cotidiana. Empecemos por dejar de utilizar esas y otras frases, esas y otras expresiones o palabras y acabaremos por transformar la realidad, a través del lenguaje. Por algo se empieza. 

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