Sabah Hamed, comerciante del polígono de El Tarajal y vecina del barrio de Los Rosales en Ceuta, presta asistencia desinteresadamente a los marroquíes en situación de desamparo. Abastece con comida y bebida gratuitamente a los miles de marroquíes residentes en el extranjero que guardan varias horas de cola para entrar a Marruecos.
Esta ceutí ayudó a decenas de migrantes que entraron desde Castillejos a Ceuta en mayo de 2021, cuando Marruecos se enfadó por la acogida de Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario, y dejó pasar a 12.000 personas en dos días. El año anterior, acogió a varias familias marroquíes atrapadas en la ciudad española tras el cierre de la frontera en marzo por la Covid y asistió a las decenas de jóvenes que se quedaron tirados en las calles.
Ahora toca prestar atención a los marroquíes residentes en Europa que vuelven a su país con la "Operación Paso del Estrecho" (OPE) y que se quedan atascados en la ciudad sin los servicios básicos.
Kamal es uno de los miles de marroquíes que se encontraron con horas de espera en Ceuta para entrar a su país a pasar las vacaciones. Cruzó España en coche, desde Barcelona a Ceuta tardó 12 horas. A un paso de Marruecos, en la frontera de Ceuta, tuvo que esperar 11 horas de cola y denuncia “un trato pésimo”.
“Nos han metido en una plaza bajo el sol, y a esperar la señal para bajar a la frontera. No hay condiciones óptimas, nada de higiene, estamos aislados, no podemos comprar nada excepto la venta ambulante de algunos vecinos, los lavabos dan asco, todo huele mal, todo el día bajo el sol”, describía Kamal a MagasIN el domingo desde Ceuta.
“Es gente que lleva dos años ahorrando para venir con su familia y se encuentra con este caos. Marruecos mira todo en la frontera, ralentiza el paso”, lamenta Sabah. Desde el viernes 1 de julio, lidera un grupo de 8 mujeres y 5 hombres, que abastecen a los viajeros desde las 11 de la mañana hasta las 4 de la madrugada, después de que atraca el último ferri de la península.
Los pasajeros no pueden abandonar sus coches para acercarse a comprar a algún supermercado o cafetería porque un panel indica que retiran los vehículos sin pasajeros. De esta manera, el grupo de Sabah con un pequeño congelador, que van llenando de hielo, les ofrece agua fría y comida envasada para evitar enfermedades.
Estos días, se les unieron ciudadanos que llegaron con comida y bebida; incluso grandes almacenes aportaron juguetes y chucherías para los más pequeños. Otros vecinos guardaron la insulina de los diabéticos en sus neveras o prepararon los biberones para los bebés.
“La gente ha sufrido mucho”
El caos, el colapso y la indignación son las notas desde que comenzó el mes en la frontera de Ceuta con Marruecos. “Solo había dos servicios. Pedimos a las mujeres que limpian en la mezquita cercana que ayudarán. También nos dejaron alfombras para poner debajo de la carpa del ayuntamiento y que las mujeres con bebés y niños pequeños pudieran refugiarse del sol”, relata Sabah en una entrevista telefónica con MagasIN.
La Delegación del Gobierno asegura que “los motivos que ralentizan el paso por la frontera están originados por los controles documentales y sanitarios que se realizan por la Covid”. De tal manera, que el domingo habilitó una segunda zona de embolsamiento para vehículos en el Muelle de la Puntilla y se ha planteado reducir la rotación de las navieras.
Lo cierto es que el tráfico de vehículos se ha triplicado en la última semana. Solo el viernes más de 10.000 personas cruzaron la frontera. Se trata de la operación salida más numerosa que ha pasado por Ceuta, triplicando en distintos momentos el volumen de anteriores ediciones.
El sábado llegaron a Ceuta en los buques que cruzan El Estrecho 25.000 personas y 8.000 vehículos, llegando a 10.000 vehículos al final de domingo, según datos de la Delegación del Gobierno.
Este domingo la comunidad musulmana ha celebrado el ‘Eid el Adha’, conocida como la Fiesta del Cordero, y miles de marroquíes residentes en Europa viajan a su país para celebrarlo en familia.
Sabah se muestra cansada, apenas tiene voz “de dormir tan poco”, pero asegura que “estamos preparados con las cosas imprescindibles para lo que necesiten”. También se preocupa por la operación retorno al final del verano, que suele ser más numerosa en Ceuta. “La gente ha sufrido mucho, no sé qué pasará a la vuelta”, reflexiona Sabah.
Miles de migrantes
Sin ningún tipo de ayuda, ni ninguna organización detrás, Sabah también hizo frente al drama humanitario que se vivió en Ceuta en mayo de 2021 con la entrada de 12.000 personas desde Castillejos (Marruecos).
“Mucha gente en la ciudad, familias completas. Eran demasiados. Parecía una película, deambulando por las calles mojados y descalzos”, recuerda Sabah.
La empresaria abrió las puertas de su casa para darles comida, que a los pocos días se convirtieron en solo bocadillos. Porque pasó de asistir a un centenar de personas a que le reclamasen más de mil personas. “Sin la ayuda de la gente no hubieran salido adelante, porque estaban escondidos. La población ha ayudado mucho al Gobierno. Dicen que todos los que ayudaban eran musulmanes. Mentira. Ha habido muchos cristianos que se han acercado a mi casa para aportar comida o ropa”, defiende Sabah.
De hecho, recibió ayuda humanitaria de poblaciones de sur de la península, incluso de Gibraltar, a donde se desplazó ella misma para recoger las donaciones.
Menores atrapados
Tortilla y atún era lo que llevaban los bocadillos que cada día hacían Sabah y varias vecinas para los menores y jóvenes que deambulaban por las calles de Ceuta tras el cierre de las fronteras el 13 de marzo de 2020.
“La ciudad no estaba preparada y hubo una mala gestión. Al principio, metieron a toda la gente en un polideportivo sin clasificar”, rememora Sabah. Los vecinos hacían comida y ella por las tardes la repartía junto a los bocadillos.
Precisamente, conoce a muchas personas de Marruecos porque su negocio está en la frontera del Tarajal II, por donde antes pasaban los porteadores. Al final, terminó acogiendo en su casa a 35 personas y dos niños.
El coraje le viene de su familia y en su vida privada ya es pionera. Esta comerciante fue la primera mujer con una nave en El Tarajal, que sigue vendiendo ajuar de novias, ropa para bebés y artículos de regalo.
Toda esta labor le ha traído un reconocimiento público. En 2021 recogió el Premio de la Mujer y este año ha sido galardonada con el XXVII Premio María de Eza a la mujer ceutí.
“Para mí los premios son un orgullo, aunque no lo he hecho para que me den premios. Me sale, me viene de mi familia. Desde que tengo uso de razón, he visto a mi familia acoger a personas vulnerables, como mujeres solteras, embarazadas o maltratadas. No me viene de ahora mismo”.