El apellido ‘Rodríguez’ es reconocido por la Real Academia de la Lengua Española como: “Hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo”.
La expresión ‘estar de rodríguez’ surgió en 1965 y se popularizó a lo largo de la década de los 70 de la mano de El cálido verano del Sr. Rodríguez, una película dirigida por Pedro Lazaga y protagonizada por José Luis López Vázquez y Elvira Quintilla.
En el film, se narran las aventuras de Pepe Rodríguez, un esposo, padre y oficinista que debe quedarse trabajando en la ciudad, mientras su mujer e hijos se van de vacaciones a la playa en verano. Lo que podría parecer una desafortunada situación para el pobre, era en realidad la oportunidad perfecta para ‘sacar los pies del tiesto’ (a propósito de expresiones), y andar en busca de una relación extraconyugal.
Es decir, la etiqueta temporal del ‘Rodríguez’ ha quedado guardada y clasificada por la historia para ellos, principalmente porque se entendía que el lugar de ellas no era otro que el de ser la ama de casa y la cuidadora de los niños durante los 365 días del año, vacaciones incluidas. Periodo en el que sus maridos aprovechaban el tiempo solos para salir y desmadrarse.
Esto también implica la suposición de que la visión masculina sobre el significado de la familia era algo parecido a una cárcel (eso sí, con un periodo de descanso), que les impedía llevar la vida divertida que ellos desearían todos los días.
Pero la pregunta aquí no versa sobre si aquella situación estaba bien, mal o regular. Eran otros tiempos y las costumbres establecidas eran otras, muy diferentes a las de hoy en día. La respuesta que buscamos es por qué, si ya no son solo ellos los únicos miembros trabajadores de la unidad familiar, se sigue atribuyendo esta expresión solo a los hombres.
Ahora, también ellas 'se quedan de rodríguez’, y no porque esperen a las vacaciones familiares para quedarse solas y desmadrarse (como hacía el personaje de Pepe en la película), sino porque la incoporación de la mujer al mercado laboral, en igualdad de derechos y obligaciones, provoca que, en muchos casos, ambos progenitores trabajen fuera de casa.
Los modelos y las tradiciones conyugales dejaron de ser un molde único para convertirse en una realidad más justa para todos. Tanto papá como mamá pueden trabajar a la vez, pero también puede hacerlo solo él, o solo ella. Y, cuando llega el verano, ambos pueden turnarse para disfrutar de su familia y para trabajar, mientras el otro cónyuge cuida de los hijos de la pareja.
El lenguaje es instrumento y reflejo de la sociedad que todos juntos conformamos. Nos sirve para comunicarnos, expresarnos y para alcanzar soluciones civilizadas. Pero también nos representa como cultura, por eso, cuando las tradiciones cambian, el lenguaje ha de hacerlo también.
Tal vez, al igual que la RAE añade nuevas palabras a su listado al final de cada año, debería revisar de igual manera expresiones como ‘estar de rodríguez’, con una definición en la que ya no se hable de “hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo” sino de "persona que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo”. Solo una definición de este estilo tendría cabida en una sociedad digna del siglo XXI.