Es una mañana gris de noviembre, pero en el sótano enmaderado del Instituto Cervantes es como si fuera verano: hace calor y hay una intensa luz amarilla. Una fila de invitados llega a la presentación de los nuevos premios Planeta y el acceso se realiza por la puerta de la calle Barquillo, atravesando un aro detector de metales, que pita repetidamente.
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“Son mis autores”, bromea en la puerta una de las editoras de Planeta, que califica a sus escritores de “metálicos”. Entran poco a poco, hay saludos y abrazos, mientras llegan al evento Sonsoles Ónega (Top 100 honoraria), Pedro J. Ramírez y Cruz Sánchez de Lara (Top 100 honoraria), Boris Izaguirre y otras muchas personas conocidas, que se acercan hasta la primera fila, saludan a las premiadas y a los representantes de Grupo Planeta y luego se sientan.
Se trata de un evento que en Madrid se puede calificar de “clásico”: no en vano, en total, a este concurso se han presentado en toda su historia 26.000 originales [este año unos 800] y más de 44 millones de personas han adquirido sus títulos. Ana María Matute (Top 100 honoraria), Camilo José Cela, Ángeles Caso o Mario Vargas Llosa fueron algunos de los grandes nombres que lo ganaron a lo largo de sus setenta años de funcionamiento, hasta llegar a la edición del año pasado, cuando resultó premiada una novela negra bajo el pseudónimo colectivo ‘Carmen Mola’.
Como explica el presidente del Grupo Planeta, José Crehueras, “fue José Manuel Lara”, su creador, el que afirmaba que el objetivo de este premio era “poner en contacto el talento con las personas interesadas en el talento”.
Si desde el año 2019 el nivel de lectura de nuestro país [64% de lectores] ha subido dos puntos de media, y entre el público adolescente sigue siendo un hábito predominante [más del 70%], el momento literario de mayor impacto puede que suceda justamente ahora: hoy se presentan dos enormes portadas que estarán a partir de ahora apiladas en cientos de lugares junto a los que pasaremos en los próximos meses.
Llegan a la escena las dos autoras premiadas y Sonsoles Ónega [también autora Planeta y hoy presentadora del evento] y se colocan las tres delante de dos enormes carteles. A la izquierda, Lejos de Luisiana, de Luz Gabás, se ilustra con una sugerente imagen de una obra del naturalista John James Audubon, propiedad del Museo Thyssen; a la derecha, una fotografía de una pareja en lo alto de una escalera es la imagen de portada para Historias de Mujeres Casadas, de Cristina Campos.
Sonsoles Ónega comienza su intervención explicando cómo ha tenido que leer ambas novelas “en tiempo récord antes de esta presentación”, y cómo, tras su lectura, ha entendido algunas de las cosas que dijeron las autoras al recoger los premios, como que “se necesitan mil voces para contar una historia, un proverbio chino”.
También, que opina que existe un punto de coincidencia entre ambas tramas, porque las dos protagonistas son “personajes atravesados por el tiempo, mujeres que tienen que tomar una decisión respecto a un viaje que cambiará sus vidas”.
'Lejos de Louisiana'
Lejos de Louisiana, la novela de Luz Gabás, filóloga, novelista y política [exalcaldesa del municipio de Benasque y autora de la conocida Palmeras en la nieve (2012)] sucede en “el río Missisipi, con su curso cambiante hasta llegar hasta el mar y traslada al lector a una época desde finales de 1700 hasta 1803, recorriendo capítulos de la historia apasionantes y desconocidos”.
Una aventura “fascinante” en un capítulo de la historia “poco destacado” para el gran público. La autora, Luz Gabás, explica que la novela surgió “de una palabra, la palabra esfuerzo; y de dos opciones que la acompañan: el desánimo o la esperanza”.
A sabiendas de que “quería fuera novela histórica”, como en su caso “conocía parte de la historia de Estados Unidos”, en concreto, “el papel de la intervención de España en la independencia de EEUU, elegí ese apartado de Luisiana y empecé a tirar del hilo y ya en seguida pensé en escenas, imágenes y personajes, en un contexto muy interesante. Luego se me ocurrió la historia de amor, mi literatura siempre contiene viajes emocionales”.
Tras el evento, la autora contestó a MagasIN las siguientes preguntas en exclusiva sobre su exitoso libro.
¿Eligió el título usted?
Sí. En realidad, en la novela la protagonista odia estar lejos de Luisiana, pero si hablamos también fuera del contexto de la novela, respecto a los lectores europeos, tiene sentido: qué lejos estamos de Luisiana, o qué lejos hemos estado de este y otros capítulos fascinantes de la historia.
¿Cuánto ha tardado en escribirla?
Varios años… En 2018 empecé a acumular material, así que, desde que le di el primer pensamiento hasta hoy, unos cuatro años.
¿Cómo es su método de trabajo?
A mí me gusta hacer primero una escaleta, para poner un poco de orden. Luego escribo todo lo que se me ocurre, para no perder nada, y finalmente viene una limpieza profunda, que es un proceso importantísimo, clave.
¿Escribe a diario?
Escribo todos los días, excepto cuando tengo algún viaje o encuentro literario, éste es un ejercicio de cuatro años,
¿Casi como una tesis doctoral?
Sí, como una tesis, lo he trabajado mucho.
¿Cómo ha balanceado la parte histórica con la literaria?
El contexto en esta novela estaba tan plagado de sucesos extraordinarios, diferentes y desconocidos, que ya me proporcionaban la acción de la novela. Por eso, no inventé nada, nada que no sea aceptable en una novela histórica rigurosa. Es decir, yo puedo escribir que la protagonista se cae por las escaleras, pero no voy a poner que hubo una batalla que no existió.
Ser rigurosa con el contexto histórico aún deja mucho margen de actuación. Lo difícil es el equilibrio.
¿Cómo se consigue?
Podando mucho, borrando mucho y siendo incluso cruel. Esto es así, cruel con uno mismo.
¿A qué se refiere con cruel?
Si tú estás revisando un texto y tus ojos se tropiezan en un párrafo, tú que la has escrito, te tropiezas, eso es que no está funcionando. Fuera, fuera, fuera. Siempre hay que poner un poco menos de la historia necesaria, lo suficiente para entenderlo, pero sin abrumar.
La novela arranca con un personaje que oscila entre lo emocional y lo racional…
Toda la novela tiene eso. Como lectora, me gustan las novelas que tienen una arquitectura firme, me gustan mucho. Yo leo de todo, y habrá momentos en los que me apetecerá otro tipo de lectura más relajada. En el caso de una novela histórica, a quien la escribe le pides que te entretenga, enseñe y conmueva. Algunas novelas enseñan más que conmueven o entretienen, a mí me gusta el equilibrio entre estas tres.
¿A partes iguales? ¿Hablamos entonces de un 33% de entretenimiento, emoción y aprendizaje?
[Sonríe] Creo que podemos subir el porcentaje de conmover un poquito más. Al final, hay novelas que entretienen pero no conmueven y las lees bien a gusto. Pero aquí yo he pretendido también conmover.
'Historias de mujeres casadas'
La novela de Cristina Campos es definida por Sonsoles Ónega como “rabiosamente contemporánea, porque trata sobre mujeres y sus contrarios masculinos, describe relaciones complejas pero esenciales, con mujeres educadas pero bajo las tradiciones más pesadas”.
“Íntima y explícita, valiente en el relato de lo que pasa en los hogares conyugales”, continúa la periodista, “se atreve a entrar en los dormitorios de los matrimonios y en el acecho constante del deseo, en eso que te puede pasar. Es un texto que desnuda la realidad de las mujeres, en el que no va a ser difícil que nos encontremos retratadas”, sigue Ónega.
“Hay una frase de Lorca que me encanta”, termina su introducción, que sirve como resumen de lo que percibe en este volumen: nadie se da cuenta del esfuerzo, el dolor, la vigilia y la sangre que ha costado”.
“Así como Luz ha tenido que bucear”, toma la palabra Cristina Campos, “yo he buscado a mujeres que han sido infieles, y he conversado con ellas: mujeres cercanas que se han atrevido a ser infieles”. Continúa afirmando cómo “para ser infiel, como mujer, tienes que ser muy valiente. Y ellas me han abierto su corazón”.
En paralelo, explica, “he hablado con hombres que me han confesado su infidelidad y hablaban desde el placer o la diversión, frente a ellas, que lo hacían sintiéndose culpables de ese futuro que puede llegar a suceder. Esta novela no tiene sentido si las protagonistas no llevan casadas tiempo y no son madres. De hecho, son relativamente felices, y habla de qué pasa cuando llevamos más de diez años casados y el deseo sexual se desvanece con el tiempo”.
Reconoce que le cuesta “encontrar esa literatura honesta y generosa, me he apoyado mucho en escritoras francesas como Annie Ernaux, la Nobel de este año o Marguerite Duras”. Su marido, Jaume Balagueró, “es director de cine de terror, así que entiende perfectamente lo que es la ficción, porque él es peor en sus películas”, ironiza.
Cristina Campos
¿Cómo comenzó el proceso de creación del libro?
Comenzó con entrevistas a diez personas. Son conversaciones tipo ‘quid pro quo’, como en Hannibal Lecter [bromea]… yo cuento y tú me cuentas… mis amigas se han abierto a mí.
Luego, en mi proceso, como soy guionista, hago una escaleta muy clara, como el guión de una peli, con primer, segundo y tercer acto, clímax y anticlímax, y cuando tengo todo muy bien cerrado, sólo entonces, empiezo a escribir. Dediqué dos meses o tres completos antes de ponerme a escribir.
¿Cómo es su jornada de escritora, es siempre igual?
Sí, siempre es igual. Por la mañana, dejo a mis hijos en el cole, vuelvo, a las diez empiezo a trabajar hasta las dos y media o tres, paro para comer, sigo durante una hora y media más, luego ya vienen los niños y nada, imposible, así que trabajo cinco o seis horas diarias.
Es curioso, deja a los niños y se sumerge en otra vida imaginaria…
Sí [sonríe] Es muy esquizofrénico esto de la escritura, a veces con el alter ego, su energía psíquica pasa a ti, es algo mágico.
¿Pensaba mientras escribía este libro en alguna otra novela o autora?
En otras escritoras francesas como Duras o Ernaux… todas escritoras que tienen una capacidad de desgarrarse, de desnudarse psíquicamente, muy bestia.
¿Y pensaba en las personas que lo leerían?
Sí, pero lo conseguí superar… aún tengo un poco de pudor cuando escribo de la intimidad, pero bueno… ¡es ficción, es literatura!