En cuestión de segundos, Gina Saravia perdió todo lo que tenía. Ella es una de las más de 250.000 personas que en el año 2017 fueron afectadas por El Niño, un temporal costero que arrasó la región de La Quinta La Gloria, en La Libertad, Perú, y que se cobró la vida de alrededor 143 personas, entre ellas la de su hijo Jesús Enmanuel, de 15 años de edad. “Por más que llore o grite sé que nadie me va a devolver la vida de mi hijo. Ese es el recuerdo imborrable que me dejó El Niño”, explica Gina a EL ESPAÑOL.
Irremediablemente, la memoria de Gina la lleva a aquel fatídico día. Era una mañana de domingo como otra cualquiera. Estaba en casa cuando, de repente, una riada de agua comenzó a asediar la vivienda en la que esta mujer peruana vivía junto a su esposo, quien se encontraba postrado en la cama debido a una operación. “El agua comenzó a subir de nivel, así que llamé a mi hijo para que viniera conmigo a buscar un lugar más seguro en el que poder refugiarnos los tres”, cuenta.
Así, luchando contra las violentas aguas, se dispusieron a salir a la calle. Lo que Gina nunca imaginó es que ese camino que tantas veces había transitado la iba a enfrentar con la muerte. “Caminamos y caminamos hasta que el agua nos empezó a llegar por las rodillas”, cuenta. Entonces, su hijo decidió cambiarle de lugar. “Madre, cámbiame el sitio y déjame que yo vaya por el lado derecho", le pidió el joven. Eso hicieron sin conocer que, tras avanzar unos cuantos pasos más, Jesús Enmanuel quedaría engullido por el agua turbia, la cual no le dejó ver una poza profunda de unos 20 metros de profundidad.
“Grité, pedí auxilio y nadie me pudo escuchar... En esa zona no había vecinos que me pudieran ayudar”, relata Gina, quien regresó a casa corriendo para alertar a su marido. “Le conté lo que había pasado. Llamamos a mis otros hijos y fuimos corriendo hacia allá”. Una vez en el lugar, uno de sus hijos se colocó una cuerda en la cintura y se introdujo en la poza para buscar el cuerpo de su hermano. Lo sacaron, aunque sin vida. Un destino fatal que la propia Gina había predecido quince días antes. “Yo soñé con la trágica muerte de mi hijo. Y la pesadilla se hizo realidad”, expresa.
Momentos después de recuperar el cuerpo, las autoridades judiciales intentaron proceder a realizar el protocolario levantamiento del cadáver. Sin embargo, las circunstancias adversas dificultaron la llegada del médico forense. Mientras, el agua no paraba de arrastrar todo lo que encontraba a su paso, incluyendo el cuerpo de Jesús Enmanuel. “Yo no quería que el cuerpo de mi hijo desapareciera. Quería llevármelo conmigo, pero la policía no me dejaba. Empecé a gritarles exigiéndoles que el cuerpo de mi hijo yo me lo llevaba antes de que acabase perdido entre la riada”, exclama.
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“En medio del más profundo dolor, nadie tiene compasión por ti. Sólo eres un número más de las víctimas del desastre…”, se lamenta Gina, quien, con total determinación y desoyendo las órdenes de las autoridades trasladadas a la zona, cargó con el cuerpo de su hijo por la ladera del cerro de La Quinta La Gloria hasta llegar de vuelta a su casa, la cual había quedado completamente destrozada por el temporal, al igual que su tierra de cultivo de maíz, el único sustento económico para ella y su familia.
El gobierno no le ofreció ninguna alternativa habitacional, así que, con ayuda de sus hijos, tuvo que construir una especie de carpa de petate y alfombras en la que guarecerse ella y su familia. Allí también enterró a su hijo recién fallecido. “Estuve olvidada por las autoridades. Nos quedamos en la calle, sin nada, solamente con la ropa que en ese momento llevábamos puesta”, explica a este periódico.
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Meses más tarde, la ONG Ayuda en Acción le facilitó una casa prefabricada de madera que se suponía provisional hasta que el gobierno les ofreciese una supuesta indemnización económica que nunca llegó. Actualmente, cinco años después, continúa viviendo en ese mismo lugar a la espera de poder recuperar, con mucho esfuerzo, lo poco que tenía. Una lucha que, no obstante, no logrará devolverle una pérdida irrecuperable. “Por más que hagas y luches nunca volverás a recuperar la vida de tu hijo, y eso sí que no se supera nunca”, comenta.
Ahogada en la desolación que supuso la pérdida, Gina tampoco podrá olvidar nunca los rostros de esos voluntarios de Ayuda en Acción que fueron a darle fuerzas para luchar. “En esos momentos necesitaba un abrazo humano. Y ellos me lo dieron. Es muy bonito ver cómo alguien decide venir desde tan lejos para ayudarte y decirte 'estoy acá contigo y te acompaño en tu dolor'. Para mí es como si Dios los hubiese mandado en medio de ese dolor tan inmenso que estaba sufriendo”, expresa.
Ayudar a los que lo necesitan
Eso mismo es lo que esta mujer hace ahora: ayudar a los que más lo necesitan. Para ello ha formado un comedor popular gratuito al que diariamente acuden ancianos, madres solteras y otras personas en situación de vulnerabilidad. Gina, junto a otras compañeras, se encarga de hacer las comidas con los alimentos que el Estado les proporciona, “aunque es una cantidad muy baja que no alcanza para dar de comer a todos”, dice. En esos casos, la peruana realiza trabajos a otras empresas a cambio de alimentos. Una labor por la que no recibe ningún tipo de remuneración. “Ayudar a esa gente es la única manera de soportar el dolor de la pérdida de mi hijo”, revela.
A pesar de las adversidades, Gina ha podido labrarse un futuro para así salir adelante. “Antes tenía mi propio terreno de maíz, ahora tengo que trabajar en los terrenos de cultivo de otros”, cuenta. El terreno que era propiedad de Gina quedó incultivable para siempre debido a la riada y por el que ha quedado en deuda con el banco. “Los bancos no entienden que el agua se llevó el terreno y con él una inversión muy grande que tuvimos que hacer para comprarlo”, denuncia.
Sacar a sus hijos adelante
Según la Organización Mundial de Meteorología, El Niño es un fenómeno atmosférico que se caracteriza por el calentamiento del mar localizado en las costas. Este calentamiento produce humedad que desencadena fuertes lluvias causando desbordes, inundaciones y aluviones. La OMM advierte que, debido al cambio climático, cada vez es más frecuente que ocurran este tipo de desastres. Por ello, Gina pide que “hay que amar más el planeta en el que vivimos”. Y añade que, “a causa de la contaminación, hay muchas familias afectadas y muchas madres sin niños. El planeta nos devuelve con hechos el maltrato que le damos, como el que ocurrió en mi país y que cambió mi vida para siempre”.
A sus 47 años, Gina no para de luchar. Su historia resulta inspiradora para mucha gente que, al igual que ella, perdió a sus familiares y sus casas en otros desastres naturales. Para ellos también tiene un mensaje: “En nombre de nuestros seres queridos, y a pesar del dolor infinito que sufrimos, debemos sobrevivir y seguir luchando para que desde el más allá se sientan orgullosos de nosotros”, explica emocionada esta mujer cuya mayor ilusión es ver como, gracias al sacrificio de su madre, sus hijos han podido salir adelante. “Mi mayor recompensa es ver a mi hija estudiando una carrera universitaria. Tenía cinco hijos, ahora tengo cuatro y a esas cuatro los voy a cuidar siempre, pase lo que pase, con todas mis fuerzas”, concluye.