Son tantas las alarmas que suenan al mismo tiempo que, entre todas, parecen entonar una sola. A la luz del microscopio, buena parte de la comunidad científica observa intranquila el imparable avance de los microplásticos tratando de reconocer y acotar su potencial impacto en la salud. Ante la falta de investigación y legislación, el profesor Dick Vethaak advierte: "Esto es sólo la punta del iceberg".
El grupo de investigadores en el que participa Vethaak, de la Universidad Libre de Ámsterdam, descubrió a principios del 2022 la presencia de microplásticos en la sangre en 17 de 22 personas analizadas. Un hallazgo que hizo saltar las alarmas, ya que con él quedaba en evidencia que la contaminación por microplásticos no deja títere con cabeza: los respiramos, los ingerimos, surcan las venas de los humanos y que, potencialmente, se acumulan en algunos órganos
También se sabe que se transmiten de madre a hijo a través de la leche materna. Asimismo, otro estudio de 2021 revela que las partículas microplásticas pueden encontrarse en la placenta, tanto en la zona donde se desarrolla el feto, como en la parte exterior de la membrana.
Con una extensa trayectoria, el biólogo y toxicólogo holandés, profesor emérito de Calidad del Agua y Salud, comienza a bautizar este efecto secundario de nuestra forma de producir y consumir, íntimamente relacionado con la contaminación por microplásticos de la que nada ni nadie puede escapar, como una emergente crisis de salud global. Es un concepto coherente con la línea de investigación que ha seguido en los últimos años.
Pese a que está jubilado, el biólogo y toxicólogo de profesión continúa activo como investigador invitado en el Instituto de Ciencias de Evaluación de Riesgos (IRAS), de la Universidad de Utrecht de Países Bajos, donde también se desempeña como co-coordinador del proyecto Momentum, consorcio sobre microplásticos y salud humana. Su especialización pasa por la evaluación de la calidad del agua y la salud de los ecosistemas, las sustancias químicas que alteran el sistema endocrino, así como el comportamiento y los efectos de los residuos plásticos.
Microplásticos: la invasión silenciosa
PREGUNTA.– ¿Qué se sabe del impacto de los microplásticos en la salud de los seres humanos en general y de los niños en particular?
RESPUESTA.– Se trata de un contaminante emergente que potencialmente puede causar graves efectos sobre la salud. A mi entender, no podemos todavía definir completamente los riesgos que implica. Básicamente, aún desconocemos los niveles de concentración de los microplásticos en nuestro organismo y qué niveles de acumulación presentan en ciertos órganos. Pero es muy importante tener en cuenta que la ausencia de riesgo no es una opción: este es un lado de la ecuación.
P.– Pero implica un grave riesgo para la salud.
R.– Potencialmente sí. Las partículas de plástico son componentes de la contaminación atmosférica, pero desconocemos en qué proporción. Lo que sí sabemos es que la contaminación atmosférica es una crisis de salud, sobre todo en las grandes ciudades. Y sabemos que millones de personas mueren prematuramente por esta causa. Dicho esto, es algo que necesita ser estudiado para averiguar cómo de grande es esta contribución de las partículas de plástico a la carga total de partículas contaminantes atmosféricas.
P.– Un cóctel explosivo en el que juegan también otros factores externos.
R.– Estamos expuestos a muchos tipos de partículas contaminantes al mismo tiempo. También pueden entrar en nuestro organismo y, por supuesto, causar problemas de salud las partículas del tráfico, los gases de escape del diésel, de tu barbacoa o de los incendios. Así que es muy importante que podamos eventualmente responder a esta pregunta: ¿Tienen estas partículas de plástico un perfil toxicológico diferente en comparación con las partículas no-plásticas ambientales a las que estamos expuestos? Pensamos que hay una dimensión mayor en términos de que éstas partículas plásticas pueden contener muchos productos químicos tóxicos y llevarlos a nuestro cuerpo, a nuestros fluidos o, peor aún, a nuestras células.
P.– Por salir de dudas: ¿Tiene conexión la presencia de los microplásticos en la leche materna y la placenta con el consumo de alimentos y bebidas envueltos en plástico?
R.– Sí, pero hay que pensar el problema en un contexto más amplio. Necesitamos entender que las partículas de plástico se encuentran en todas partes. Que si se encuentran en la leche materna, esta es una de las fuentes a las que están expuestos los bebés, pero no la única porque también están expuestos a microplásticos por el aire que respiran. O a través del contacto con el suelo, donde se acumulan más. O cuando beben de botellas y biberones de plástico, los cuales liberan micropartículas. Por eso es muy importante ser conscientes de que la lactancia materna aporta los mejores nutrientes al bebé sea como fuere: mucho más que otras opciones artificiales o de origen animal. La contaminación por microplásticos no se puede evitar: están por todas partes.
P.– El riesgo cero no existe, y menos en estos tiempos. Pero ¿hay algo que se pueda hacer para aminorar la exposición a los microplásticos?
R.– Para las madres y padres que quieren hacer algo para reducir los niveles de exposición de sus bebés o hijos pequeños... Eviten en la medida de lo posible textiles sintéticos (ropa, alfombras, cortinas, etc.) y objetos y juguetes de plásticos porque los bebés pueden respirar e ingerir estas partículas, estas fibras o micropartículas que son imperceptibles al ojo. Deben ventilar con frecuencia su casa porque los microplásticos suelen acumularse en ambientes cerrados. Y no usen botellas de plástico, sino de vidrio. Si se quiere hacer algo con los microplásticos, hay que saber dónde se encuentran. Hay productos que contienen pequeñas partículas de plástico, por ejemplo, en cosméticos, en aerosoles para el pelo, en aparatos de limpieza. Por supuesto también, y especialmente, en toda la industria de embalajes y empaquetados. Hay mucho que hacer.
P.– ¿En qué punto se encuentran estos estudios y cuál es la incógnita que trata de despejar?
R.– Estamos en los inicios de la investigación para detectar y cuantificar estas partículas de plástico en los fluidos humanos. Los estudios que han demostrado su presencia en la sangre, en la placenta y en la leche materna son absolutamente pioneros, con metodologías específicas, por lo que tendremos que ir fijando las mejores y seguir investigando. Lo que hicimos con el estudio de los microplásticos en la sangre fue combinar varios de los métodos específicos. Yo esperaba el resultado que obtuvimos porque los microplásticos ya se han encontrado en todos los animales que se han estudiado. Por ello no me sorprendió que también se hayan hallado en la placenta o en la leche materna, porque en el pecho se produce la leche a partir del agua que se elimina del torrente sanguíneo.
[Los microplásticos llegan hasta los lugares más remotos de la Antártida, según revela un estudio]
En realidad, las partículas de plástico son muy complejas debido a los aditivos químicos que contienen. Y una de las cosas que debemos puntualizar es que todos estos estudios sólo incluyen el análisis y la detección de las partículas plásticas de mayor tamaño, las partículas microplásticas. Así que esto es solo la punta del iceberg porque todavía no somos capaces de medir y detectar las más pequeñas, las de tamaño nano, que probablemente sean más peligrosas que las de tamaño micro. De modo que en los próximos años podremos ser testigos de más y más estudios indicando que estos microplásticos están por todas partes en el cuerpo. Pero la pregunta clave aquí es: ¿Cuáles son los niveles de estas partículas en el cuerpo?
P.– ¿Hasta qué punto el cuerpo humano tiene capacidad para depurar esos residuos plásticos?
R.– Se ha demostrado que algunas de las partículas grandes pueden excretarse a través de la orina o la bilis, algo que era de esperar, aunque se trata de una situación problemática para el cuerpo. Tenemos que conocer la cantidad de estas partículas de plástico que quedan retenidas en el cuerpo y cómo pueden afectar a la sangre, el cerebro, la placenta, etc. Hay algunos indicios al respecto, pero todavía es un área de investigación muy temprana.
P.– Es decir, que queda mucho por investigar para conocer la dimensión de un problema que se antoja colosal.
R.– Desde luego. En Países Bajos, hay un gran grupo, el Momentum Consortium, que está estudiando la cuestión. Hay varios proyectos europeos a gran escala que también están estudiando esta problemática. Así que hay un montón de investigación en curso y de hecho se publican nuevos estudios casi todos los días sobre los potenciales efectos de los microplásticos sobre la salud humana.
P.– Pero los plásticos inundan nuestras vidas desde hace décadas... ¿Por qué recién está llegando a los titulares? ¿Ha encontrado obstáculos para investigar?
R.– Obviamente, puede verse algo de presión por parte de la industria química y del petróleo, porque uno de los temas que va de la mano con los plásticos es el uso de aditivos químicos. Si hablas de plásticos, hablas del material polimérico. Ciertos aditivos químicos de los plásticos alteran el sistema endocrino y son aditivos que se encuentran en los plásticos. Algunas de las industrias químicas están cambiando sus formas, pero nos encontramos con cierta oposición. No deberíamos aceptar nunca como sociedad que los beneficios o el crecimiento económico de ciertas compañías sea más importante que nuestra salud.
Están diciendo que "es imposible que las botellas de plástico estén haciendo daño". Todo lo tenemos que demostrar, pero nos llevará bastante tiempo. Hemos identificado aditivos plásticos muy tóxicos que podrían reemplazarse por polímeros plásticos seguros y circulares o materiales naturales. Creo que esta es una transición que se necesita, pero no creo que lleguemos a tiempo, pues debería hacerse en un año o dos, y no en décadas, como parece que ocurrirá.
P.– Y la contaminación por microplásticos sigue creciendo...
R.– Así es. Con el tiempo veremos aumentar los niveles de microplásticos en el ambiente, porque el ya existente seguirá fragmentándose en las próximas décadas. Así que los niveles sólo pueden incrementarse, incluso si se detuviera la maquinaria de producción de plásticos ahora. Por desgracia, todavía se hace uso de muchos materiales y objetos plásticos que no son completamente necesarios y creo que debemos hacer frente a este problema de otra manera. Lo que se necesita es legislación para resolverlo, cosa que no está ocurriendo. Quizás vía impuestos para productores o incentivos para consumidores, para fomentar su recogida selectiva, pero sigue siendo un despilfarro. Queda mucho camino por recorrer.
P.– ¿Se puede hablar de una crisis global de salud pública?
R.– Sí, en mi opinión estamos en los inicios de una crisis global de salud y cada vez hay más indicios para afirmarlo, aunque a día de hoy no pueda demostrarse. Por ejemplo, a través de muchos estudios con animales sabemos que estas partículas de plástico pueden causar multitud de efectos sobre la salud. Y me refiero a una amplia gama: se puede pensar en la reacción inmune y en la inflamación, en efectos sobre el sistema nervioso, el sistema cardiovascular y el sistema metabólico. Necesitaríamos comprobar, mediante la realización de investigaciones epidemiológicas de largo plazo, hasta qué punto la exposición a microplásticos influye en enfermedades como la obesidad o la diabetes.
P.– Con ese ánimo se creó el consorcio Momentum de la Universidad de Utrecht de Países Bajos...
R.– Efectivamente, con un proyecto trianual y 26 socios. Logramos unos 5 millones más de presupuesto, específicamente para este tema, con el objetivo de reducir los impactos en la salud. Estamos en esa zona gris en la que aún no podemos sentenciar, pese a que tenemos cada vez más pruebas indirectas convincentes. Pero las evidencias fuertes y directas son muy necesarias: para los responsables políticos y legisladores y, sobre todo, para convencer a la industria.