“Los hombres me gustan, pero las mujeres me interesan”, matiza la artista Mercedes Azofra, que está poniendo a punto una exposición de retratos grandes en los que las protagonistas son mujeres reales: "Entiendo muy bien la sensibilidad femenina, conozco más fácilmente el interior de una mujer mientras que a los hombres... quizás los idealizo".

Nacida en el seno de una familia trabajadora en Valladolid, llegó a Madrid con 18 años y con el paso del tiempo se ha dado cuenta de que “lo que buscaba y necesitaba era observar". Describe la ciudad que encontró como un lugar “en el que siempre te ocurrían mil cosas". Para ella Madrid sigue siendo genial, pero recuerda que en esos años empezó "compartiendo casa con una enfermera": "Quería comerme el mundo, bailar, pintar y aprender...".

"Imagínate", dice emocionada: “Poder salir de casa a las tres de la mañana, encontrarte con amigos en todos los sitios: ¡eso era pura fantasía!. Hoy, con 54 años, reflexiona: “La vida me permite ver que mi entorno eran los coletazos de la Movida, un Madrid muy apetecible para alguien a quien le apasionaba el arte, la pintura, el piano, la danza… me habían ayudado mi abuela y mi madre, pero necesitaba ser yo misma”.  

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Después de trabajar en diferentes lugares realizando producción teatral, televisión y cine, y hasta en una empresa de franquicias, decidió que debía dedicarse a lo que de verdad le apasionaba: el arte: "En concreto, lo que me interesa y me llena el alma es la pintura. Soy muy transversal, capaz en muchas cosas... Que a veces tenemos miedo de decirlo, pero mi actividad principal ha sido pintar desde siempre, dibujar”. 

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Azofra, que se define como autodidacta, comenzó a realizar encargos pictóricos, sobre todo retratos, en cuanto aterrizó en Madrid: "Soy intensa por naturaleza, me apasiona la vida, y pienso que las cosas hay que hacerlas bien o no hacerlas. Por eso el retrato buscando su perfección, el hiperretrato, ya es algo que está hecho, y no me interesa tanto”. 

10 años pintando una obra al día: las 3.000 semillas de Azofra

Su trabajo, desde entonces, ha combinado “creatividad y esfuerzo”, libertad y constancia: “En mi proceso creativo suelo empezar con la forma y luego añado el color. Luego, soy muy constante, llevo casi 10 años haciendo un ejercicio de disciplina: en concreto, realizo un trabajo diario de 15x12 y tengo más de 3.000. Me concentro en lo que me surja, algunos son más planificados y otros son producto del automatismo". Reconoce que los llama “semillas”, un término que le sugirió una amiga que trabaja para el Museo Reina Sofía

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Sobre la realidad de vivir del arte, explica: "Creo que todo en esta vida, cuando lo haces con honestidad, es maravilloso y terminas encontrando personas con las que puedes compartir. Yo pinto con acrílico porque me gusta trabajar deprisa, razón por la que me gustan mucho los bocetos. Ahora estoy haciendo mucho en arrancar cosas y pegarlas, y con este gesto surgen formas que van guiando mi ejercicio en una actividad que intento completar en 2 o 5 minutos”.  

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Además de su constancia y libertad, para Azofra “lo importante de un trabajo artístico es dejarlo reposar" porque tendrá "más importancia o menos en tu obra en función de tu relectura": "Tú eres la primera en ver lo que has hecho el día anterior, los días anteriores, y tomar decisión sobre ello. Pero el automatismo es maravilloso y cuando estás creando puede parecerte que estás haciendo chorradas, pero luego esas tienen vida si se las sabes dar, esa es la disciplina que me impuse”.   

“A pesar de vivir una etapa con complicaciones, yo personalmente me encuentro divinamente, estoy llena de colores”, explica: “Acabo de realizar una exposición en una galería y mi tríptico es muy colorido”. Para Azofra, “la Galería Arriaza 11 es un lugar increíble. Tienen además la posibilidad de exponer por poco tiempo, generando un movimiento de gente permanente. El año pasado tuve además una exposición de bodegones y sobre todo ahora estoy en los grandes formatos”.  

Las mujeres de Mercedes Azofra

Sin embargo, en paralelo, admite que sigue trabajando en series muy distintas. Se refiere a “desnudos de mujeres expresionistas, de mujeres con cuerpo, peso y volumen, porque encuentro que la carne tiene muchísima más verdad que el hueso”. Para Azofra, “la carne es algo que uno maneja mientras que el hueso viene dado": "Por eso dice más de nosotros. ¿Qué has hecho para tener un buen esqueleto? Nada. Pero la carne... ¡Ay, la carne! Es más producto de nosotras… No me refiero a la delgadez: cuando he hablado con amigas que tienen su michelín o su enorme trasero, es que yo opino que 'gorda' es una palabra maravillosa”. 

Respecto a su serie de retratos de mujeres en gran formato, en la que trabaja desde hace tres años, afirma convencida: “No hay nada más bonito que presumir de esos grandes volúmenes. Saber comer es fundamental, pero cuando es de verdad, la carne bien colocada es generosidad. Un cuerpo desbordado es maravilloso y a mí siempre me lo ha parecido. La forma redondeada de un cuerpo generoso es algo en lo que descubres la belleza cuando lo pintas: a pesar de que los parámetros de la vida healthy digan otra cosa, puedes tener una gran cadera y grandes pechos y ser una señora sensual o, sin embargo, ser una señora muy delgada y no gustarte. Es que saber sentirse empoderada sobre todo tiene que ver con no fijarse en lo que otros te dicen, algo que no te sirve”.   

Reciclaje y referentes: bajar el arte a la tierra

La artista está también trabajando "en telas y en plásticos de lona reciclable" que después recorta para hacer "el mismo trabajo en una mañana que con los bocetos pequeños": "Me digo a mí misma, 'a ver lo que hago en 30 minutos', y ya estoy apilando esas lonas para exponerlas probablemente en Centro Cultural Antonio López de Madrid". "Tengo la cabeza muy inquieta", bromea. 

Todo ello mientras está "rematando un encargo de hace 18 meses", explica, reivindicativa: "Yo creo que los cuadros deciden ellos mismos cuándo se asientan”: “Como decía Miguel Ángel, está ahí y sólo tienes que sacarlo. A veces una pincelada te da la pauta de un cuadro. En el que estoy trabajando ahora fue un error... Vamos, que se me fue el pincel. Pero fue lo que me dio la pista". Enseguida, después del error, se dijo a sí misma en alto: "Ya entiendo, ¡esto me va a dar el sentido del cuadro!". 

A ella le inspiran "los artistas de verdad". Desde pequeña le gustaba Pablo Picasso, todos los de las vanguardias, Paul Klee: "Vengo de ver a Oskar Kokoschka en París. He descubierto a una mujer australiana que no conocía que empezó a pintar con 81 años y ahora es la más importante de su país, la más potente, es todo color y fuerza, aborigen. No me gusta tanto la figura perfecta, pero me fascinan Modigliani, el Greco, Velázquez, Rembrandt o Durero… eso es insuperable, de una perfección que sólo transmite la emoción”.  

Rubén Fernández-Costa

“No me gusta”, concluye, “elevar el arte a la trascendencia". Para Azofra lo único fundamental que tienen en común las grandes obras de arte es el trabajo que tienen detrás, también intelectual: "Es muy fácil pensar en arte, lo difícil es llevarlo a la realidad, y el arte en este país está tan poco respetado… Siempre respondo 'pues vamos a cantar, a bailar', porque a la gente no le importa que su hijo sea un mal abogado, pero sí que sus hijos estudien una carrera artística y no sean números uno. Hay que bajar el arte a la tierra, porque claro, tienes momentos de inspiración en los que te sientes invencible pero, cuando estás trabajando de verdad, es cuando vas descubriendo tu camino... y eso es duro y muy emocionante”.