Apuntaba más a emprender una carrera política que a ser reina de belleza. Sin embargo se convirtió en la primera Miss Panamá negra, causando sensación en la población afrodescendiente y escozor en las élites. Esta mujer, que hizo historia, detonó una estructura rancia e inspiró a muchas personas.
Una noche de marzo de 1980 Gloria Karamañites hizo historia al convertirse en la primera Miss Panamá negra. En los casi dos metros de estatura de Gloria, la única participante que no era blanca, se condensó el 60% de población afrodescendiente que ese país centroamericano siempre había omitido e invisibilizado.
El documental Miss Panamá, presentado en el Festival de Mediometrajes La Cabina de València, narra la historia de la entonces chica de 19 años. Lamar Bailey, la directora y una de las hijas de Karamañites, explica al principio de la película que la coronación de Gloria se tradujo además en una proeza que 40 años más tarde aún se recuerda, y es que “por primera vez el país reconoció que lo negro es hermoso y que Panamá es negra”.
Son cerca de las tres de la tarde y la esplendorosa Gloria Karamañites va transitando las calles de Nueva York, donde vive y trabaja. Ocupa el asiento del copiloto en una de las camionetas de su empresa de transporte. “No te preocupes, que esta es mi vida: si no trabajo, me muero”, dice tras recibir una disculpa por importunarla.
Aunque en el Miss Universo del 81, celebrado en Seúl, consiguió con éxito figurar entre las 12 finalistas, a su regreso a Panamá lo que encontró fue desdén por parte de los medios de comunicación y de la organización del certamen de belleza.
[La actriz Gina Lollobrigida fue la mujer 'más guapa del mundo' por algo más que su físico]
“En cambio, la sociedad del Museo Afroantillano hizo una colecta, me compraron un carro muy bonito, un Daihatsu Charmant del 80 color celeste con tapicería blanca”, rememora demostrando su aprecio hacia ese gesto.
Cuatro décadas más tarde, la primera Miss Panamá negra, todo un hito histórico, recuerda entre risas, aunque en realidad no tiene importancia frente a todo lo que logró, que aún sigue esperando la bicicleta, las alhajas, los 2.000 dólares y el juego de muebles de ratán que el concurso nunca le dio. Allí queda la anécdota.
[Voz y voto para las afrocolombianas: "Creen que las mujeres negras están sólo para la cama"]
Un certamen de belleza, y más en los años 80, concretiza la no representación, la ilusión tanto de un canon de belleza como de una sociedad.
PREGUNTA.- ¿Entraste en Miss Panamá como una bomba para detonar una estructura blanca, rancia, inflexible?
RESPUESTA.- Bueno, algo así, la verdad (se ríe). Yo no tenía planes de ser Miss Panamá. Mi agenda era convertirme en presidente del país o algo así, yo iba a ser política.
Soy de un pueblo que se llama Colón. Estaba en mi último año de la secundaria y pertenecía al grupo de izquierda Guaycucho NIR. Participamos en muchas manifestaciones porque el Gobierno pensaba que la solución al problema económico y al desempleo en Colón estaba en la creación de prostíbulos, de los que ya había demasiados. Entonces nos lanzamos a la calle y quemamos todo.
Mi mamá era empleada pública, estaba a punto de perder su trabajo por mi activismo... Así que para hacer las paces con ella, y tras la insistencia de una señora que me dijo que tenía mucho potencial, me inscribí en el concurso. Yo seguí con el juego, pero de las 32 chicas inscritas, quedé entre las 15 que participarían en Miss Panamá.
P.- Para hacer visible a los afropanameños, ¿fue más efectivo entrar en el concurso que quemar la ciudad de Colón?
R.- [Entre risas] Lo que pasa es que el tema principal del movimiento estudiantil era una lucha social, de cómo íbamos a mejorar el estado social de los hombres y mujeres de Colón, que hasta hoy es una de las provincias que genera muchos ingresos al país por la Zona Franca, una de las más importantes después de Hong Kong. La población de Colón es negra, por lo tanto es una provincia abandonada, pero quemar las calles no fue por el tema de la raza.
P.- ¿Participar en el Miss Panamá te llevó a centrarte en la cuestión de la raza?
R.- Sí, y además yo era la única candidata negra. Panamá tiene muchos indígenas, les siguen los mulatos y las descendencias afro. Luego está el resto de la población, que es blanca. Sin embargo, no había una representación negra.
En mi época no se estudiaba sobre la historia de los afrodescendientes, no se hablaba de inclusión, no teníamos un día de la celebración de la etnia negra, o sea, no había los avances que existen hoy.
Para mí fue importante participar en ese concurso porque se abrió una puerta, se dio la oportunidad de representar a la raza negra y usé el concurso como una ventana para expresarme.
P.- Cuando tú ganaste mucha gente protestó. Decían con indignación que no se sentían representados por ti. De hecho en el documental Miss Panamá recuerdas cuando en un periódico publicaron que “ibas a ser una cucaracha en baile de gallinas”. ¿Te hirió que no te aceptaran?
R.- Herirme, no. Cuando has estado en un movimiento de izquierdas, no encaja que te sientas herida. Tenía claro que no era aceptada, pero al final sí lo fui, precisamente porque lo usaron como una estrategia de mercadeo: era una forma de vender, de dar la imagen de que había un compendio de razas mestizas, blancas, negras.
Eso era lo que se veía superficialmente, pero tras bastidores era otra cosa. En el jurado había mucha gente pudiente y distinguida de Panamá y fueron ellos los que rotundamente se negaron a elegirme. De hecho, la dueña del concurso en ese entonces, Carolina Chiari, dijo que yo ganaría sólo sobre su cadáver.
No era pues, solamente, un tema de de raza, sino de clase social. Pero también de poder, porque la primera finalista era la sobrina del presidente de Panamá, Omar Torrijos Herrera, y una hermana de ella ya había ganado en otro año. Esas familias tenían a Panamá como su finca privada, lo que ellos decían era lo que se hacía, pero no era percibido así hasta que yo hablé del tema.
Entonces, cuando gano y la prensa me entrevista, dije que me había convertido en la primera Miss Panamá negra y que esa era una oportunidad porque se abría un mundo de posibilidades para todas esas personas que veían como un obstáculo su raza y clase social.
P.- También cambiaste el canon estético, le demostraste a mujeres, niñas y jóvenes que tu color de piel podía ser parte de la belleza.
R.- En un primer momento no te das cuenta de eso, porque yo pasé por una cruzada antes de llegar al Miss Universo [admite entre risas]. Cuando regresé a Panamá vi que había muchas muchachitas con deseo de superación y el hecho de que yo me hubiera convertido en la primera Miss Panamá proveniente de un lugar recóndito, que no soy de ninguna familia de alcurnia, que lo que tengo es por mi esfuerzo, por educación, entonces, se empezó a ver más muchachas participando en otros ámbitos de la vida social, económica y política de Panamá. Ahora tenemos muchos representantes negros en todos los ámbitos y me llena de orgullo saber que pude haberles inspirado.
P.- ¿A qué te refieres con “pasar por una cruzada”?
R.- Intentaron que renunciara. Antes del Miss Universo se reunieron unas señoras de sociedad y debido a mi color de piel decidieron que yo no era una digna representante y que juntarían 10.000 dólares para dármelos a cambio de mi renuncia.
Hablo de hace 40 años: ¡Eso era mucho dinero! Yo nunca había visto 10.000 dólares juntos, ni mucho menos 1.000 porque no venía de ese estrato social. Pensé: Ah, bueno, que vengan los 10.000 [se ríe].
Mi plan era tomar el dinero y usarlos para mi causa, pero me invitaron a Colombia antes de ir a Corea del Sur y no tuvieron tiempo de contactarme para darme el dinero, ni yo de renunciar. No obstante, hicieron público que me lo entregaron y que me lo gasté para el concurso en Seúl.
Se llevaron una sorpresa al quedar entre las 12 finalistas en el Miss Universo. Al regresar me di cuenta de que había sido como un choque para todos. Después vinieron otras chicas negras en el Miss Panamá, como Gloria Quintana (1989), Yomatzy Hazlewood (2014) o Tanisha Drummond (1997).
Pero las dificultades persistieron, ¿no bastó con abrir la puerta?
Es cierto. Por ejemplo, Tanisha Drummond tuvo una situación muy parecida a la mía. La vi crecer, somos del mismo pueblo y conozco mucho a su mamá. Cuando la Drummond va al concurso de Miss Panamá había también jurados extranjeros y esto fue lo que la benefició, igual que a mí.
Sé que tras bastidores se estuvo debatiendo mucho. Un miembro del jurado, en particular, les hizo ver a los demás que entre tantas candidatas blancas, Tanisha era la única que reflejaba la diversidad de la sociedad panameña. Entonces, cuando los demás vieron su perspectiva, Tanisha Drummond se convirtió en la segunda Miss Panamá negra.
Dices que tú no ibas para Miss, que querías hacer una carrera política. ¿Cómo le diste curso a tu vida?
Cuando vas a un concurso de belleza internacional, y sales de finalista, tu vida cambia porque empiezan otro tipo de compromisos imprevistos. Mi vida cambió, me contrataron como modelo, por ejemplo. También iba a la Universidad de Panamá y todavía era activista.
Hubo un tiempo en que tuve que abandonar los estudios y vinieron muchos compromisos sociales: me casé, quedé embarazada, volví a estudiar Periodismo, pero luego vino la invasión y emigré a Estados Unidos, donde estudié Relaciones Públicas con una especialización en Persuasión y Propaganda.
Desde Estados Unidos he estado en todas las causas que tienen que ver con la vida del panameño y, en especial, del afropanameño. Activamos un movimiento en donde logramos el voto en el extranjero, así como el reconocimiento de los afrodescendientes en los textos escolares, o sea, hemos logrado muchas cosas.
Creé una fundación para que jóvenes de Colón puedan tener experiencia y estudios en el extranjero. La intención es cambiar la mentalidad del colonense, porque se ha quedado atrás, queremos que se sientan dueños de la provincia, de sus vidas y que ese empoderamiento los lleve a ser mejores.
Cuál es la situación ahora mismo de las mujeres afrodescendientes en Panamá, ¿crees que todavía falta mucho camino para una reivindicación social?
Sí, falta bastante camino. De 40 años hasta acá hemos tenido muchos movimientos. Ahora contamos con la Ley de la Etnia Negra y en mayo celebramos la contribución del afropanameño en la vida social, política y económica del país.
Dentro de este contexto es un avance que nuestra historia figure en los libros y títulos escolares, como también el hecho de que muchas personas hayan aceptado que tienen procedencia negra.
Pero el gran triunfo lo tendremos cuando no tengamos que hablar de cómo es el proceso del cambio de la discriminación racial: entonces sabremos que hemos logrado lo que siempre anhelamos, ya habremos conquistado el mundo. Probablemente será un proceso que nos tome mil años más, pero la verdad es que no somos diferentes a los demás.
No debe ser fácil tener una madre reina de belleza y que además hizo historia, ¿cómo ha sido inculcarle a tus hijas la conciencia del color de piel, de que no eres invisible y de la valía que se tiene como persona en la sociedad?
Con mis tres hijas ha sido diferente. Las mayores iban a escuelas privadas en Panamá, donde no había mucha diversidad: Lamar, una de ellas, un día me preguntó: "Madre, ¿por qué no puedo tener el pelo rubio?". Y yo le dije: "Lamar, las negras no son rubias". Ese fue el final de la historia.
En mi ADN sale que tengo de española, bastante de indígena y bastante de negra. Eso me hace un compendio de razas pero, si me preguntas cómo me siento, digo que me siento muy negra y eso no quiero cambiarlo. Toda la vida he sido negra y me gusta serlo.
Lo que quiero decir es que hay que encontrar su 'yo', hay que encontrar su perspectiva y después que te encuentras tu 'yo'. Entonces, te planteas: ¿Qué haces con eso y cómo se lo vas a transmitir al mundo? La cuestión es hallar la manera de transmitirlo positivamente para que seamos una sociedad mejor.