"Mi perfil es un poco diferente. Las físicas, en general, somos un tipo de persona introvertido, de estas que miramos muy para dentro, con pocas habilidades sociales. Yo las he tenido que ir desarrollando a medida que avanzaba en mi carrera profesional, porque si no todavía estaría encerrada en la cueva programando".
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Acabamos de sentarnos y parece que nos conocemos de toda la vida. No sé en qué tecla del ordenador se le quedó oculta esa supuesta timidez a Nuria Mir, directora ejecutiva de la tecnológica GFT en España.
"Toda mi carrera la he hecho poquito a poco y pico y pala. Aparte de eso, en un mundo muy masculinizado como es la banca y la tecnología, me he sentido siempre como una minoría, primero en la carrera, y luego en la empresa, he tenido que ir adaptando mi discurso y también mi forma de trabajar", explica.
"He sido poco sumisa. A ver, no nos equivoquemos, no es que tengamos que ser sumisas, pero a veces debes saber recular, ser muy empática y ver en qué batallas puedes o no puedes ganar, incluso tienes que adaptar tu carácter. El mío es muy fuerte, y aprendes que debes adaptarte un poco a la persona que tienes delante, al tipo de reunión y evidentemente a los clientes".
Poderío innato
Son muchos conceptos puestos sobre la mesa, así para abrir boca. Nuria es un torbellino de energía y descubro poco a poco que de pensamiento y sabiduría. Sus declaraciones son una continua lección de liderazgo.
Su experiencia la ha conducido a la transformación que también promueve desde su trabajo como miembro del comité de dirección de GFT y desde su labor de mentoring de jóvenes para insuflarles el poderío que en ella parece innato, tanto como su transparencia, naturalidad y sinceridad.
"Yo me he adaptado. Además, también he querido crear una familia. No suelo hablarlo porque procuro separar bastante vida personal y profesional…, pero tengo trillizos más una hija. Siempre hago la broma de que soy tan productiva que tuve cuatro hijos en dieciocho meses".
¡Qué barbaridad! ¿Eso cómo se maneja?
Es una barbaridad. Y sin ayuda porque mis padres murieron jóvenes… Yo contrataba cuidadoras que entraban y salían, tenía que luchar cada día. Los primeros cinco años fueron como un agujero negro, no me acuerdo de nada, pero de nada".
Y cada día tenía que luchar con la sensación de no poder más, de querer dejar de trabajar. ¡Fue tan duro…! porque solo trabajaba y cuidaba de mis hijos y de la logística para que no se me desmontara. Y hubo momentos dramáticos.
Me acuerdo de un día que yo estaba en Frankfurt, mi marido no estaba en Barcelona y con huelga de aviones, yo no podía volver porque había una tormenta huracanada en Frankfurt, cerraron el aeropuerto y la cuidadora tenía que irse a su casa…
En esos casos, ¿cómo se aplica la física?
Llamé a mi hermana, que también tenía niños pequeños y le dije: "Vente a casa, aunque sea con tus hijos, pero necesito que llegue mi marido". Llegó tres horas más tarde y lo pudimos compaginar: Había noches que decía mañana dejo de trabajar, no puedo más.
¿Qué te impulsaba a seguir?
Me decía: “Nuria, no lo pienses ahora, en caliente, ya lo decidirás mañana”. Y me levantaba con fuerzas para afrontar un día más. Fui aguantando la presión, pero llegó un momento que mi marido, que trabajaba en Siemens, decidió que la situación era insostenible y que uno de los dos debía dar un paso atrás, y lo dio él para poder trabajar desde casa.
Supuso un cambio en su carrera profesional. Él se ha vuelto a incorporar al mercado laboral. Pero en aquel momento interrumpió su carrera. Porque estaba subiendo, viajando, tomando responsabilidades.
Y no ha sido la única vez que lo ha hecho. Cuando llegué a los 40, estaba un poco estancada en mi empresa. Y pidieron a alguien para ir a Brasil. No había hombres voluntarios, todos querían Europa, Estados Unidos…
Me presenté yo y me fui como expatriada. Hablé con mi marido y, como siempre, me dijo que me seguía adonde hiciera falta. Y también dejó su trabajo y se buscó otro. Siempre ha trabajado porque porque es físico industrial y al final siempre hay un trabajo para él, pero lo dejó todo y se fue con su familia tres años a Brasil.
¿Ese fue tu gran cambio?
El hecho de irme tres años fue una experiencia de crecimiento muy grande, porque montamos todo de cero, y era una nueva cultura. Nos fuimos los seis, mis hijos tenían siete años, no hablaban portugués. Un día la mayor se quedó sin recoger en el colegio.
Nosotros trabajábamos, vivíamos en un condominio de Sao Paulo que estaba muy cerca del colegio, pero se tardaba una hora en llegar por los atascos y un chico los llevaba y traía en un bus lanzadera…
Yo les decía a los pequeños “pero cómo no os habéis dado cuenta de que no estaba Cecilia en el coche con vosotros”… Y me contestaron llorando: “Sí que lo sabíamos, pero no sabíamos cómo decirlo”.
¿Y cómo ha sido una adolescencia de cuatro a la vez?
Muy dura. De libro. De ataque total a la autoridad. Hoy tienen 20 años la mayor y 19 los trillizos, que son dos chicas y un chico. Hemos tenido que jugar mucho con mi marido en el rol de mediador porque, claro, yo era la autoridad.
Ahora cuando doy charlas y vienen chicas que las graban y me dicen “se las he enseñado a mis hijas y les encantan” y yo voy les pregunto a las mías si quieren verlo u oírlo, me miran como diciendo: "Si eso lo hemos mamado del biberón, ¿qué nos vas a contar?".
¿Ríes o lloras?
He tenido que aprender también a ser madre. Les he exigido mucho, con una cultura de esfuerzo salvaje. Es un poco lo que me exigieron a mí y llegó un momento que tuve que modular, porque si no también perdía, ¿no? He tenido que adecuar mi relación con ellas. Y ahora hay batallas que pierdo.
¿Eso te ha servido para el trabajo?
Es bidireccional. Todo lo que he aprendido en el trabajo me sirve a nivel personal y lo que he aprendido a nivel personal me sirve a nivel profesional. Igual que con mis hijas, aprendo a recular cuando hace falta en el trabajo y entiendo más a las personas.
También puede ser un tema de edad.
De experiencia. Yo supongo que si siguiera encerrada en mi cueva sin relacionarme con nadie y programando en Silicon Valley, no tendría todos esos conocimientos. La física es como el puente entre las matemáticas y la ingeniería. Entonces lo que dicen de los físicos es que sabemos aplicar más el conocimiento.
Abriendo camino
Pero en concreto, ¿para qué sirve la física?
Para investigación, para ganar un Nobel o para ser profesor, o para irme a una empresa de semiconductores o de alta tecnología. Como directiva, me sirvió más el máster de IESE, que hice antes de irme a Brasil.
La física me ha servido para ser muy estructurada a nivel mental, y mi forma de entender la vida de encontrar inmediatamente las soluciones a los problemas. La física me ha estructurado la mente, el IESE me ha ayudado a aplicarlo mejor.
"Me encuentro con chicas de telecomunicaciones que tienen tres carreras, que hablan inglés, alemán y tú les preguntas cualquier cosa más práctica y no saben y piensas: 'Pero, chica, no ves lo inteligente que eres, no ves que te puedes comer el mundo'".
Eres la única mujer del comité ejecutivo. ¿Desde ahí trabajas para que haya más?
Ahora es un componente muy importante mi trabajo dentro de la organización Women Tech, para empoderarlas, darles autoestima. Fíjate que me encuentro con chicas de telecomunicaciones que tienen tres carreras, que hablan inglés, alemán y tú les preguntas cualquier cosa más práctica y no saben… “Pero chica, pero no ves lo inteligente que eres, no ves que te puedes comer el mundo”.
Y a veces te dicen que les has cambiado la vida, pero qué absurdo, si son cracks. No te puedes imaginar el talento femenino que tiene el país, pero hay que empujarlas y decirles: “Miradme a mí, yo lo hice; sí, yo lo he hecho. Vosotras podéis hacerlo porque yo era física, yo era rarita como vosotras erais, era tímida, introvertida”.
Solo con empujarlas, empiezas a ver cómo se crecen. Lo hacemos con un programa de seis semanas superintensos: durante dos días a la semana de dos horas, les damos charlas internas y externas para hablar en público, para vencer sus miedos.
Yo, por ejemplo, les explico mi desarrollo profesional, trucos que me han funcionado en los momentos claves de mi vida… Les hablamos sobre la importancia del networking, de que hemos de crear una comunidad y de que nos hemos de ayudar todas.
Porque la gracia es que cada vez que hacemos este programa vamos ampliando la comunidad. También les explico que las decisiones más importantes de tu carrera las toma alguien en una sala en la que tú no estás, así que tienen que buscar mucha gente para que estén en el máximo de salas posibles.
¿En tu carrera te han apoyado más hombres o mujeres?
Los hombres me han ayudado en algunas cosas, pero cuando hablamos de esos referentes que te ayudan cuando estás desesperada con los niños o a punto de dejarlo todo o cuando algún compañero te hace un comentario desagradable… desde luego me han ayudado las mujeres.
Por ejemplo, cuando volví del permiso maternal de mi hija, con cuatro meses, que la dejaba en casa por primera vez con una extraña, algún compañero me dijo: “¿Ves?…, por eso mi mujer ha decidido dejar de trabajar, porque para que te lo cuiden extraños, que vete a saber qué hacen”...
Recuerdo que me fui a mi sitio llorando como una magdalena. Y había una chica allí que me cogió y me dijo: “Mira, Nuria, de aquí a veinte años, a saber dónde están tus hijos y dónde los suyos. Ese comentario ya me cambió el día. Ahora estoy muy focalizada en reducir el gap de género y ayudar a las mujeres.
Yo creo que nos pasa un poco a todas, ¿no? A medida que tienes las necesidades cubiertas, miras a tu alrededor y quieres realmente cambiar. Cambiar la sociedad y ayudar. Y es importante trabajar con las niñas cuando aún no son adolescentes, porque si no ya las has perdido.
Mujeres y ciencia
El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Y un año más se insiste en la necesidad de animarlas a cursar carreras STEM. ¿Cómo ves el avance?
Creo que vamos para atrás. En mi época las chicas que estudiábamos carreras de tecnología éramos muchísimas más. Y no sé si con la crisis y con los últimos tiempos, esta cultura del esfuerzo, la gente ha dicho, oye, no compensa.
Por ejemplo, mi hija está haciendo ingeniería de datos, y de una población de 60 son alrededor de diez chicas. Los chicos ven claro desde que toman la leche o el biberón, que tienen que ir a una ingeniería y en casa ya les marcan. En cambio ellas empiezan a pensar que si el arte, que si la fotografía, que si quiero ser artista.
¿O sea que los patrones no cambian tanto?
Han cambiado, pero falta mucho… Somos las propias mujeres, llega un momento que tiendes a decir no vale la pena, tanta lucha no vale la pena. Yo a veces también me lo cuestiono. O sea, ha valido la pena tanto, tan, tan... Pues no lo sé, no lo sé. Me he perdido muchísimas cosas de mis hijos, muchísimas.
Por ejemplo yo me volví de Brasil, donde tenía una experiencia profesional brutal, y donde me podía haber quedado porque además allí destacaba muchísimo. Pero me volví porque para mí no era vida; era solo trabajar. Pensaba yo quiero ser madre, quiero ser mujer, ir a la peluquería…
En serio, de alguna manera, todo lo bueno se lo estaba llevando mi marido. Porque claro, él se encargaba de los niños, él tenía el mayor vínculo… piensa que cuando le vino la regla una de mis hijas llamó a mi marido en vez de a mí. Eso como madre duele muchísimo.
También son estereotipos…
De acuerdo. Pero es duro. Y tampoco entiendo cómo muchos hombres lo aceptan. Porque es duro para el hombre y para la mujer. Porque me acuerdo de que en aquella época yo era la responsable de todo. Era proveedora. Y sentía la responsabilidad como una losa encima.
Me hice no sé cuántos seguros de vida, pensando qué sería de mi familia si me pasaba algo. Me preguntaba cómo podían vivir los hombres con esta losa de ser los únicos proveedores.
Me sorprende que sigamos con esos patrones.
Cuando colegas míos masculinos me dicen: “Yo esto lo tengo externalizado o de esto se encarga mi mujer”, les pido que me expliquen cómo del proyecto más importante de su vida, que son sus hijos, dicen tan tranquilamente que no es su responsabilidad.
Yo normalmente me involucro en los proyectos más importantes. ¿Tú me estás diciendo que tus hijos, que son tu proyecto de futuro, son lo secundario y que se lo pasas a otro…?
"Si tú no tienes mujeres investigando, nadie se preocupa por los temas de mujeres. ¿Quién se va a preocupar de enfermedades femeninas? Fíjate que el primer cinturón que sacaron para los coches no salvaba a las mujeres porque no estaba diseñado para su peso y estatura"
Volvamos a las ciencias… ¿Entonces siguen saliendo pocas mujeres de las carreras STEM?
Muy pocas, sobre todo de ingenierías y matemáticas. Estamos entre el 15 y el 21 por ciento. Si tú no tienes mujeres investigando, nadie se preocupa por los temas de mujeres. Por ejemplo a nadie le importa la menopausia…
¿Quién se va a preocupar de enfermedades femeninas? Fíjate que el primer cinturón que sacaron para los coches no salvaba a las mujeres porque no estaba diseñado para su peso y estatura. Si los que diseñan son hombres, tenderán a pensar en hombres.
Con los medicamentos para cualquier enfermedad nueva, se hacen muchas más pruebas pensado en hombres. O los gadgets tecnológicos, como los relojes o las tabletas o los propios teléfonos, primero se diseñan pensando en ellos y para el tamaño de sus manos. Las mujeres tenemos que estar allí.
Hay que contar también con la masculinización de los algoritmos.
Sí, sí, sí. Piensa que el algoritmo es como una mega estadística. Tú recuperas el máximo de datos y luego tienes un robot que aprende de ellos. Si te mueves en entornos muy masculinizados, el dato es masculino y el robot aprende de datos masculinos.
No es que lo programes tú para que piense en masculino. No, es que la hipótesis ya es masculina. Entonces tienes que preocuparte de que en tu universo de datos el cincuenta por ciento sea femenino. Igual que pasa con las razas. El algoritmo tiene que ser diverso.
También los equipos, por cierto.
Dicen que al final te rodeas de las personas que tienen habilidades más cercanas a ti. Así que hay una tendencia a que si tú eres hombre, tus equipos o las personas que pones a tu alrededor tengan esas habilidades que tú valoras y te sientes cómodo si son masculinas.
Lo mismo nos ocurre a nosotras. Yo me he dado cuenta de que cada vez más me rodeo de mujeres porque puedo escoger y mi tendencia natural es a rodearme de esos skills que que valoro muchísimo más. Y es una cosa con la que hemos de luchar, porque la gracia es que los equipos sean diversos.
¿Qué regalabas a tus hijos cuando eran pequeños?
Como eran un niño y tres niñas, o les regalaba muñecas a todos, o coches teledirigidos, o aviones teledirigidos a todos.
Tú eres física pero tienes un sesgo muy humanista.
Me habría gustado estudiar letras, me encantaba escribir, me encantaba la filosofía, pero era una niña de matrícula de honor. El entorno, los profesores me enfocaron hacia la física porque me decían que era desperdiciar talento. Pero es verdad que me encanta la filosofía, leer, escribir…
En el fondo hay una influencia de la filosofía en las matemáticas.
De hecho, dicen que los que estudiamos física somos un poco filósofos. Porque la filosofía es una forma de entender la vida y la física también. Los números son música. Yo veo cualquier KPI y te puedo montar la historia que hay detrás.
¿Y qué música te gusta?
Me gusta más la clásica que la pop. Pero reconozco que las bandas coreanas me hacen mucha gracia. Soy más de leer que de escuchar música. Ahora, con el tipo de vida que llevo, me vale cualquier novela, pero de jovencita cuando estaba más libre, me gustaba muchísimo la poesía, la filosofía. Me leía los libros de Nietzche, de Sartre.
¿Sueñas con ser premio Nobel?
Ay, por Dios! No, no, eso de pequeñita. Sacaba todo dieces. Pero la vida me dio bastantes palos porque conseguí una beca, pero mi madre enfermó de cáncer de mama cuando yo tenía 18 años. Se murió a mis 28 y esos diez años fueron terribles, tenía que cuidarla, no pude viajar al extranjero.
Eres una física filósofa pero además una luchadora… El otro día me decía un compañero que era una guerrera. Me ha tocado serlo. Así que cuando estoy en momentos malos me da por gritar, no por venirme abajo.
Liderando el futuro
¿Hablamos de tecnología y hablamos de sostenibilidad?
Sí, ahora sí. Hemos pasado una época en que no nos fijábamos en cómo nos cargábamos el planeta. Por ejemplo, diseñábamos las aplicaciones para que fueran bonitas, vistosas, con muchos colorines, y eso gasta muchísima energía.
También si diseñas para navegar por muchas pantallas… Hay que medir el gasto energético de las aplicaciones o las emisiones de CO2 que provocan, para ahorrarlas. La tecnología es la principal herramienta para para salvar el planeta.
Aunque no seas candidata al Nobel, sí lo eres al ranking “Top 100” en la categoría de Alta Dirección.
Estoy feliz. Es la primera vez. Piensa que he pasado mucho tiempo fuera, y por mi forma de ser y mi trabajo he estado más encerrada en mis proyectos, en mis cosas. Ahora, en estos últimos años tengo esta voluntad de ayudar y de mostrarme, que para mí es duro, porque va contra mi forma de ser.
Describe a un líder
Me gusta mucho la similitud con las manadas de los lobos, con el lobo alfa. De alguna manera, ser líder es conseguir que cada persona de tu equipo dé el máximo, que nadie quede atrás, que todos estemos alineados, que tengamos en nuestra cabeza el mismo objetivo al que queremos llegar.
Un buen líder es capaz de ver lo bueno de cada persona y de ponerla en el sitio correcto de forma que esté motivada con el objetivo del grupo.
¿Cómo lo has conseguido?
Con mucha prueba y error. Con más de veinticinco años liderando equipos. He pasado épocas muy malas y otras muy buenas, he llorado con mis equipos, hemos llorado juntos, hemos trabajado noches y fines de semana.
Y te das cuenta de lo que funciona, de lo que no funciona, de lo que te agrada que te digan y lo que tienes que decir tú. Ha sido una evolución, y la Nuria de ahora no tiene nada que ver con la de entonces. La Nuria de ahora probablemente suspendería a la anterior.
¿Cómo has llevado los fracasos?
He aprendido muchísimo más de mis fracasos que de mis logros. Porque cuando tienes un éxito no piensas, todo el mundo te felicita, te da palmaditas y te sientes la mejor del mundo.
Y cuando tienes un fracaso, estás en tu mente repitiendo 25.000 veces la jugada que has hecho mal y cómo y qué deberías haber hecho mejor. Y ese proceso es el crecimiento. Y siempre que empiezo un nuevo desafío tengo muy claro mis fracasos.
¿Cuál es tu próximo desafío?
Como me he incorporado hace poco al Comité de Dirección de España, ahora mis desafíos están muy ligados a conseguir el máximo crecimiento de GFT, a lograr que el mercado nos conozca.
Actualmente ligo mucho mi éxito al de la compañía. Estoy súper motivada porque creo que somos una empresa tecnológica muy potente, con perfiles que han pasado muy desapercibidos y que son muy interesantes.
Y en paralelo también me gustaría conseguir que el máximo de mujeres se una a este crecimiento. Ayudar a que todas las chicas GFT, las que están dentro y las que van a entrar, empujen.
¿Te gustaría ayudar a otras mujeres?
Más a medio y largo plazo. Por ejemplo, en mi comunidad de Sant Cugat, me gustaría ayudar a las inmigrantes con lo necesiten, hacerles la declaración de renta, coaching…
Hablemos de referentes… ¿Quiénes lo han sido para ti?
Algunas muy cercanas, en mi compañía, mujeres que me han ayudado, que eran más seniors que yo. Y luego los típicos que lees en las revistas. Por ejemplo, me gustaba mucho Amparo Moraleda, que ahora es miembro de nuestro comité asesor. A nivel internacional, nuestra CEO Marika Lulaey, que también me ha ayudado muchísimo en mi carrera.
¿Necesitamos las mujeres más dosis de autoestima?
La autoestima es un músculo que se entrena cada día. El síndrome de impostora lo tenemos todas. Cuando me escogieron para el comité de dirección de España, en el que soy la única mujer, pensaba ¿realmente me lo merezco?, ¿me quieren porque soy mujer y necesitaban una?
Lo cierto es que hay hombres que te felicitan y después apostillan: “Lo mejor que te puede pasar hoy en día es ser mujer”. Y yo pienso: "Pero este sabe todo lo que me ha costado a mí…".
A mí todo me ha costado, todo me cuesta. Podría escribir un libro con todo lo que me ha pasado. Algunos chicos que me han dicho que iban a pedir cambio de proyecto porque no me soportaban como jefa.
Uno me dijo que en su casa mandaba a su madre o a su novia y que yo no era nadie para mandarle. Le contesté: "Pues que sepas que te voy a echar de mi proyecto en este momento". A mí me ha costado sangre, sudor y lágrimas, todo, todo y me sigue costando.
¿Y cómo te aplicas a ti misma el empoderamiento?
No haciendo ni caso a ciertos comentarios. Siempre pa'lante.