- Mamá, ¿no tendrá papá unos calzoncillos sin usar, no?
- Hija, lo tendría que mirar, pero, ¿para qué quieres eso? ¿No será para uno de esos inventos tuyos, no?
Mi madre no era consciente en esa conversación de que, aunque el peso de la maternidad se disipa conforme voy cumpliendo años, no ocurre lo propio con mis peticiones textiles. Ella, que siempre nos vistió a mi hermana y a mí con las tendencias que ahora reclamo, me recuerda que, en su momento, le imploraba que no me las pusiera. Puedo ver la satisfacción en su expresión cada vez que le pregunto dónde quedó aquella falda de tul rosa, dónde los guantes largos de piel o si, por un casual, todavía conserva aquella falda con estampado de periódico que recuerda al Dior de John Galliano.
Aunque mi madre no entendiese el objetivo estético de mi petición, la moda está más pícara que nunca. Mezclar estampados, tejidos y colores ya no es un registro relegado al elenco de un circo. TikTok, las redes sociales y las tendencias globales se han convertido en el nuevo caldo de cultivo de las it girls que visten de Balenciaga y compran botas vintage de Roberto Cavalli. La ropa de segunda mano convierte la originalidad en el menú del día más cotizado. También en una oportunidad de negocio.
Ariadna tiene 27 años. Comenzó con un perfil en Vinted -aplicación para comprar y vender ropa usada o nueva- y ha terminado con una marca propia que recibe más de 300 pedidos al mes. Su cuenta se llamaba Handover y en ella subía todo tipo de prendas. Sin embargo, se percató de que, "para que la marca tuviera un poco de subsistencia, tenía que tener un producto recurrente".
Se decidió por los calzoncillos de algodón, los típicos bóxer de cuadros que venden los negocios locales que todavía no han sido consumidos por la ola de la franquicia. La inspiración de escoger dicha pieza "viene de películas como Desayuno con diamantes, donde Audrey Hepburn se pone una camisa de hombre en una escena", explica la creadora a EL ESPAÑOL.
Una prenda que ella misma ha empleado "para ir por la calle" como si de un vaquero se tratase y que ahora ha mutado a tendencia. Por debajo de una falda, de un pantalón o incluso sin nada. Los lleva Rosalía, tu amiga la que se cree Rosalía y hasta Zara apostó por ellos. "Empecé a utilizarlos", a colgarlos en Vinted, y "vi que la gente era súper fan". Calzoncillo que subía con la etiqueta de Handover cosida en el ribete, calzoncillo que vendía en la conocida app.
Ariadna decidió expandir el negocio y crear sus propios diseños. Convertir Handover en una marca única, alejada del universo de segunda mano. "Hasta este verano no pude hacer la producción de mis calzoncillos", es decir, "eligiendo yo las telas y los patrones" y no dependiendo de los ya fabricados. "Lo subía a la web y, si funcionaba, hacíamos más", explica. Con lo que no contaba es con el sold out. "Me quedé sin tela rapidísimo", apostilla. La joven se percató de que "se cortaba la cadena" de producción entre diseño y diseño, lo que la ha llevado a apostar por proveedores para hacer crecer el negocio. Trabajan bajo demanda y producen en un taller cerca de Plaza de Castilla, en Madrid. "Estamos consiguiendo el ritmo", afirma.
"Yo esto no me lo pondría"
¿Qué llevó a Ariadna a apostar, de entre todas las prendas, por unos calzoncillos? "Me parece que es una pieza súper interesante, es cierto que la 'robamos' del género masculino y la redireccionamos al femenino, pero mi idea es que sea unisex", explica. "Una prenda atemporal, básica, clásica, que no pasa de moda y que puede utilizar todo el mundo en cualquier época del año", añade.
Largos, cortos, con lentejuelas y mezclando estampados. Cada pieza creada es limitada -depende de la cantidad de tela disponible- y hace homenaje a cada uno de sus exnovios. Así, está el modelo César, el Alex, el Darío o el Gonzalo. "Es real", responde acerca de si los nombres de sus productos hacen referencia a su historial amoroso. "La idea surge de los calzoncillos de mis ex, porque tengo un montón, soy un poco así", bromea.
Para que combinen perfectamente, "los estampados tienen que romper". La inspiración de la creadora nace de las cosas que repelen a la gran mayoría. "Digamos que, cuando la gente dice 'yo esto no me lo pondría', a mí me suele gustar", comenta entre risas.
Aunque era imposible predecir el éxito de Handover, "es importante el contexto post-pandemia, a la gente le da más igual todo y sólo quiere pasárselo bien. Después de haber pasado tanto tiempo en pijama se han roto los estereotipos", explica Ariadna. La creadora cree, además, que la gente está más dispuesta a jugar y experimentar con la moda. También ayuda que influencers y artistas como Natalia Lacunza hayan paseado sus diseños por Instagram.
"Supongo que llega un momento en el que empiezas a acostumbrarte", responde acerca de la buena acogida de sus diseños, "pero cuando me paro a pensarlo me parece increíble". Para la creadora, lo más importante es contar con "la validación de la gente". Dicho y hecho, lo que no esperaba es que el clan de las Kardashian se pusiera en contacto con ella. "Nos escribió la estilista de Kendall Jenner pidiéndonos calzoncillos", dice emocionada. "Ella que puede llevar todo lo que quiera viene a una marca con pocos seguidores". Todavía no ha subido una foto con ellos puestos, pero Ariadna no pierde la esperanza de verla con unos Handover.
El futuro es emergente
Aunque estudió Diseño de Interiores, Ariadna siempre había disfrutado con la moda, creando sus propios editoriales e imágenes. Pese a que todo ha sucedido "de la noche a la mañana", considera que es buen momento para apostar por la moda emergente en España. "Hay muchas opciones, sólo es cuestión de buscarse las papas", afirma. "Vuelve a haber vida de talleres y de proveedores de telas".
De cara al futuro, se plantea industrializar la marca "para tener una mayor amplitud de productos", pero de momento se contenta con el hecho de ser sostenible, de no tener pérdidas ni económicas, ni de material.
Handover va añadiendo capas a su modelo de empresa y por eso Ariadna ha contratado a dos becarias que la ayudan con los pedidos, la comunicación y, en ocasiones, en la elección de telas y diseños. "Son mi salvación", expresa. "Estoy poco a poco tapando agujeros", pues no contaba con experiencia previa a la hora de montar un negocio.
Aunque el calzoncillo es su pieza insignia, "quiero que el cliente de Handover tenga la opción de comprar más prendas". Eso sí, siempre bajo el sello de lo "atemporal y lo clásico". Pero tiempo al tiempo. Para aquellos que consideren que el bóxer no se puede usar como un pantalón, "que se los pruebe una vez, que no se los va a volver a quitar", concluye.