Lidia San José
De lo único que puedo presumir es de la gente que me quiere. Por eso, quiero hacer este último póquer antes de irme de vacaciones un poco más personal.
Este miércoles me he reencontrado con mi remake. Tengo amigas a las que considero hermanas. Eso debe de tener que ver con mi carácter protector y maternal, pero también con el hecho de llevar viviendo mucho tiempo en un lugar distinto del que reside mi familia.
Muchas personas lo sienten como yo. Cuando quieres a alguien, asumes la responsabilidad de hacer todo lo que esté en tu mano para que sea más feliz.
De vez en cuando, la vida te hace una jugarreta y te coloca a alguien cerca que va repitiendo tus errores pasados y tropezando con las mismas piedras. Entonces, tienes la presión de la ternura, de querer advertir o impedir que se equivoque como lo hiciste tú y hasta conoces la tentación de pronunciar la expresión prohibida –‘te lo dije’-.
Pronto descubres que todo eso no sirve de nada y que cada uno aprende las lecciones con sus caídas y sus remontadas. Entonces, ya sólo adviertes para amortiguar el golpe y tienes el botiquín a mano para curar las heridas. También, la ‘ración de oreja’ para escuchar los lamentos y el desahogo o el bono de una hora de mensajitos.
Mi remake es Lidia San José, la actriz a la que conocieron siendo una niña y cuyo último trabajo en España ha sido presentar ‘Los pilares del tiempo’ en RTVE. Llevamos quince años queriéndonos mucho. Mucho es mucho. Nos veamos más o menos, siempre estamos ahí.
Ella vive ahora en México, inmersa en uno de esos proyectos como actriz de los que aún no podemos hablar. Y no saben cómo me alegro porque ella merece lo mejor. El miércoles nos fundimos en un esperado abrazo de reencuentro.
Yo quería meterla hoy en un naipe, pero ella se adelantó. Publicó una foto nuestra en su Instagram en la que se nos veía juntas y escribió un texto precioso al lado de nuestra imagen.
"Esta es una de las personas más importantes en mi vida. Desde que conocí a Cruz hace muchos años ha ejercido de la hermana mayor que no tengo. Heredo su ropa, me aconseja y me regaña como tal. Estar con ella es hogar. Y por fin, ayer después de mucho tiempo pude abrazarla".
Pues sí, Remake. Estar juntas es hogar. A ver si consiguiera que te cayeras menos y te levantaras mejor. Si no, siempre estaremos para reírnos juntas de los tropiezos absurdos de ambas, de esos que se veían venir y que a veces pareciera que buscamos. Cuántas veces nos hemos reído de nosotras mismas y las que nos quedan por hacerlo. Será que estamos vivas.
Sinéad O´Connor
En 1990 yo tenía 17 años. Ella siete más pero mientras yo cursaba COU, ella cantaba ‘Nothing compares to you’, la preciosa canción de Prince. La cantaba ella, la tarareaba yo y muchos millones de personas en el mundo.
En aquel momento, ella me parecía algo distante y distinto, parte de la BSO de mi vida ordenada y familiar. Ella lloraba en su canción la pérdida de un amor, diciendo que no se repondría porque nada era comparable a la persona con la que había roto. Ya idealizando.
Por aquellos tiempos, además de escuchar aquella música, yo leía a Kundera. ‘La insoportable levedad del ser’ me sedujo siendo todavía menor de edad. Ambos han muerto este mismo mes de julio.
Ya tampoco vive el hombre que escribió aquella historia en la que Tomás, Teresa y Sabina me hicieron profundizar en el sentido de la fragilidad de la vida, la importancia de encontrar un propósito, la tendencia natural a la insatisfacción y a la permanente búsqueda de algo incierto.
Es aquella idea de Nietzsche del eterno retorno que ha plagado tantos finales literarios como el de ‘El amor en tiempos de cólera’, ese presente continuo que no nos permite escapar al futuro cuando hemos decidido rendir culto a un ídolo que construimos para nosotros mismos.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.
-Toda la vida -dijo”.
Pasamos demasiado rato alimentando el culto a las propias construcciones del cerebro, a la idealización de otro ser humano al que desear o más desgarrador aún, al que necesitar.
Nothing compares to you. Nothing compares to you. Nothing compares to you.
Sinéad deja este mundo año y medio después de que su hijo se ahorcara. El chico tenía la edad que yo tenía cuando escuchaba a su madre. Pasa la vida y no siempre pasa bien.
El paso del tiempo, la insoportable levedad del ser, la vida, la muerte, las pausas, los adioses, la tristeza, la melancolía, el agotamiento, la extenuación, los hasta nunca y los hasta siempre… o como decía Gabriel García Márquez, nuestro ‘seguir en este ir y venir del carajo’.
Mamen Vázquez
A Mamen Vázquez ya la conocen, es nuestra directora general.
El miércoles, pasada la medianoche, me confesó que necesitaba vacaciones. Estábamos algunos miembros del equipo y todos, salvo el director, coincidíamos en que está siendo un año ‘salvaje’ y que necesitábamos parar.
Digo que el director no, porque él debió de caerse en una marmita en Logroño cuando era pequeño y nunca está cansado.
El agotamiento es un tema omnipresente en este sprint final en el que los lectores de EL ESPAÑOL solamente reciben buenas noticias sobre el liderazgo del periódico, la proximidad del reparto de los primeros dividendos entre los accionistas, el crecimiento de las áreas de negocio del periódico y de los nichos de información que empezamos a cubrir…
La necesidad de parar de la que hablaba Mamen es el síntoma claro de la entrega y dedicación al proyecto. La familia de EL ESPAÑOL trabaja a conciencia y volcando todo su entusiasmo para poderles ofrecer el mejor periódico que sabemos hacer.
Por eso, empezando por Mamen y terminando por la última incorporación al equipo, quiero agradecer su esfuerzo durante este curso en el que hemos consolidado el liderazgo y hemos mejorado nuestro producto con la intención de seguir haciéndolo.
El compromiso o se tiene o no se tiene y los trabajadores que se quedan en EL ESPAÑOL son aquellos que nos dan la clave para seguir liderando. La excelencia que procede de los valores y del compromiso. Gracias, Mamen, a ti y a todo el equipo y felices vacaciones.
Y a ustedes, gracias por hacerlo posible. Y si aún no son suscriptores, incorpórense a la familia. Son bienvenidos.
Mi madre
Lo dicho. Mi póquer más personal. El de mi maga favorita. La imagen es la que llevo viendo cincuenta años en la mesilla de noche de mi padre. Antes de subirme el domingo a un avión para mi necesaria desconexión del mundo por unas semanas, paro a cargar pilas en el lugar donde siempre me siento una niña: en la que siempre seguirá siendo mi casa.
Por eso he elegido esta imagen para ilustrarlo. Es la fotografía que en mis cincuenta años de vida llevo viendo en la mesilla de noche de mi padre. Toda una vida, toda mi vida.
Tengo la fortuna y el privilegio de poder pedirle a mi madre que me prepare un gazpacho e ir a comer con ellos. A ella siempre le hace gracia que le pida los platos más sencillos de los que cocina. Ella lo hace todo extraordinariamente bien.
Para mí el hogar es lo excelso de lo sencillo, lo de siempre, lo que me devuelve a aquella infancia cursi y aplicada, a mis coletas y a mis vestidos preciosos que mi madre elegía para mí.
Mis padres son un pilar fundamental de mi vida y no concibo que pase un día sin hablar con ellos. A veces dudo si les digo suficientes veces cuánto les quiero. Les cuento todo lo que sucede en mi vida y quieres me escuchan, sonríen porque nuestras llamadas son un diario hablado.
He comenzado diciendo que solo presumo de la gente que me quiere. Por eso presumo de familia, presumo de padres. Mamá: gracias por haberme enseñado que hacer felices a los demás es la mejor demostración de buena educación y que es la fórmula verdadera para ser feliz. Gracias por ser mi referente.
Ahora, una confesión: interrumpo estos artículos de sábado hasta el mes de septiembre porque necesito reconectar conmigo misma, descansar, ordenar mis pensamientos y hacer listas de cosas por hacer, esquemas sobre el curso que viene, ordenar mis prioridades, necesito paz, silencio y descanso.
Prometo volver llena de energía para intentar dar lo mejor el próximo curso. Como no sé irme a no hacer nada, llevo la maleta cargada de deberes, pero volveré relajada y en paz, después del descanso.
Recuerden desconectar y relajarse. Todos sacamos nuestra mejor versión si conseguimos dejar el nivel de estrés a cero para partir de una paz interior que todo lo endulza y clarifica.
Y como decía Super Ratón: ‘No olviden supervitaminarse y mineralizarse’.