Este miércoles 20 de septiembre, los Reyes de Inglaterra han aterrizado en Francia para su esperada visita de Estado. Aunque estaba prevista para el pasado mes de marzo, tuvo que cancelarse por las crecientes protestas sociales por la controvertida reforma de las pensiones acontecidas en París y, tras el verano, al fin se ha materializado. Carlos III y Camila llegaban al aeropuerto de Orly, a las afueras de París, donde les esperaba a pie de pista la primera ministra, Elisabeth Borne, para darles la bienvenida.
Nada más bajar del avión, todas las miradas fueron a parar a la Reina consorte que lucía el que probablemente es su mejor estilismo del año hasta la fecha tanto por el color elegido, como por las prendas y accesorios de una elegancia tan dulce como exquisita.
No hay duda de que el rosa es el tono de la temporada, que ha saltado a todos los armarios plebeyos y reales más a raíz del furor por Barbie. La esposa del Rey ha querido pisar suelo francés dando una elección de tendencia y ajustándose fielmente a su dress code.
Camila ha estrenado un vestido-abrigo de largo midi y ligero vuelo de una de las firmas británicas a las que recurre muy a menudo, Fiona Clare de su línea couture. Ligeramente entallado, estilizaba su figura y le aportaba un aire minimal y chic perfecto para la ocasión. Como guinda necesaria, un tocado en el mismo tono tipo boina con una hilera de ornamentos florales.
Se trata de un diseño de Philip Treacy, también muy habitual en las mujeres de la monarquía británica. La Reina tuvo algunos problemas al salir de la aeronave, pues el viento reinante estuvo a punto de hacer que se volara. Los complementos, en color topo, tanto los tacones como su bolso Mayflower de Charlotte Elizabeth, que ya ha llevado en otras ocasiones y que tiene un precio de 417 euros.
Fue una llegada deslumbrante que da el pistoletazo de salida a un viaje de Estado de tres días. En un Bentley traído especialmente desde el Reino Unido, Carlos III efectuó junto a su esposa el desplazamiento hasta los Campos Elíseos. Escoltados por la Guardia Republicana llegaron al Arco del Triunfo, donde les esperaba Emmanuel Macron y su esposa. Allí ambos dirigentes pasaron revista a las tropas y avivaron la llama del soldado desconocido, encendida en memoria de los caídos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), en la que Francia y el Reino Unido fueron aliados. También se escucharon los himnos de ambos países, mientras una patrulla aérea dibujaba en el cielo de París los colores de la bandera francesa.