Cuenta la leyenda que cuando Helen Mirren era una veinteañera estuvo de voluntaria durante seis meses en un kibutz en Israel. Justo había concluido la Guerra de los Seis días cuando la actriz británica arribó como mochilera a las cercanías del mar de Galilea.
Lo que en aquel entonces la joven Helen no hubiera imaginado es que más de cinco décadas después encarnaría a la primera ministra israelita, y hasta ahora la única mujer en ocupar ese puesto, Golda Meir.
En Golda, dirigida por Guy Nattiv, Mirren interpreta a Meir durante la llamada guerra de Yom Kipur, la cual se desarrolló entre el seis y el 25 de octubre de 1973 cuando los países árabes – liderados por Siria y Egipto – abrieron fuego contra los israelitas durante la festividad religiosa judía Yom Kipur.
El enfrentamiento cobraría la vida de miles de personas y sería la causa de la dimisión de Meir un año más tarde, tras pactar la no agresión y la paz con el entonces presidente de Egipto, Anwar el-Sadat.
En la 73° edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde Golda tuvo estreno mundial, no nos imaginábamos que justo 50 años más tarde se repetiría el horror de la guerra, aunque esta vez, sin dudas, el escenario es más cruento.
Figura polémica
Repudiada, vilipendiada, amada y glorificada, Golda Meir (1898-1978) es una de las figuras más polémicas de la historia, quien con su gestión política dejó una impronta. En aras del rol que tenía por delante, Dame Helen Mirren cuenta que leyó y vio todo lo relacionado con la primera ministra.
"Era una mujer extremadamente valiente, comprometida con Israel, un sentimiento que llevó a lo largo de su vida", la describía en la Berlinale, como confesaba que al concluir el rodaje de Golda haber sentido "la más profunda admiración, y de hecho una especie de amor hacia ella".
Helen, irreconocible como Golda
Esta no es la primera vez que es ficcionada la legendaria política nacida en Kiev en el seno de una numerosa familia, que tuvo que huir a EE.UU en 1906 debido al creciente antisemitismo en el antiguo imperio ruso.
Anne Bancroft la interpretó en Golda’s Balcony en Broadway (1977), mientras que en la televisión Ingrid Bergman lo hizo en A Woman called Golda (1982), y años más tarde, en el cine hubo otra notable aunque breve interpretación de Lynn Cohen en Munich (2005), una película de Steven Spielberg.
La película también capta a Meir en un momento álgido de su mandato como cabeza de Estado iniciado en 1969, tal como lo fue el secuestro y asesinato de atletas israelitas durante las Olimpiadas de 1972, por el grupo terrorista Septiembre negro.
Reto doble
En Golda, Helen Mirren asume un reto por partida doble, tanto desde el punto de vista artística como del histórico. A quien ya no podemos disociar de su interpretación de Isabel I en la miniserie de 2005, ni mucho menos de su Isabel II en The Queen (2006), cuesta reconocerla detrás de la transformación física como la primera ministra israelita, brindando una interpretación más que sobresaliente a pesar de las fallas de la película, la cual no es una biopic como tal, ya que se trata de un reducido espacio de tiempo y de una circunstancia puntual.
Durante esos 19 días vemos a Meir-Mirren a sus 75 años hacer frente a una situación que se le escapa de las manos, asumiendo quizás el reto más grande de su carrera política, y del que salió desacreditada y quebrantada de salud, tal como narra la película.
"No soy un soldado, soy una política", reitera el personaje en las carnes de Mirren, la única mujer en una habitación repleta de hombres, en medio de una espesa nube de humo de cigarrillo que se podría cortar con un cuchillo.
La historia demuestra que las decisiones tomadas no fueron las mejores, en medio del caos, la incertidumbre, una Mier horrorizada escucha los gritos de los caídos en vivo y directo. En una libreta va apuntando cada muerte, las de su bando, claro está, ya que el relato es desde su punto de vista. Cada muerto le pesa, lo siente y lo lamenta.
Mirren le otorga vulnerabilidad y humanidad a una mujer que era conocida como la ‘Dama de hierro de Israel’. Para el momento histórico que relata el filme escrito por Nicholas Martin, Meir había llegado a convertirse en la primera mandataria de la joven nación israelita después de curtirse en el ruedo político como activista, líder de partido de los trabajadores (Mapai), ministra y diplomática. En Golda se deja caer que precisamente asumir ese cargo tan alto no estaba entre sus intenciones.
Mientras se enfrenta a las disyuntivas y muertes en la guerra de Yom Kipur, hablando por teléfono y en persona con Henry Kissinger para demandar más apoyo del gobierno de EE.UU, lidiando con los altos mandos militares israelíes o preparando una tarta para una reunión de estrategia celebrada en su casa, se ve a Golda fumando sin tregua, consumiendo cajetillas de Chestefield, así como litros de café; pero también se le ve a veces atravesando la morgue -cada vez más llena de cadáveres- de un hospital en Tel Aviv para asistir a sus sesiones de radioterapia.
Meir tenía leucemia, aunque según contaba en un programa de televisión estadounidense su nieto Gideon Meir, que ha apoyado el filme protagonizado por Mirren, en 1973 su abuela no estaba tan mal de salud como se retrata en la película, lo cual califica como una "licencia poética" para beneficiar el arco dramático del personaje.
No es un secreto que Golda, de Guy Nattiv, estaba destinada a reivindicar – algunos críticos van más allá, calificándola de "dulcificar y blanquear la imagen" - la figura de Golda Meir, sobre todo tras la desclasificación de documentos secretos que aportan más información acerca de la responsabilidad de la mandataria en el conflicto armado de Yom Kipur.
Con otra guerra más salvaje, ocurriendo actualmente frente a nuestros ojos, queda un amargo sabor de boca y muchas interrogantes flotando en el aire, en especial la pregunta ¿qué hubiera hecho Golda Meir?