Parece que cada vez más, el mundo se divide de nuevo en dos. ¿Eres de X o de Instagram? ¿Del Madrid o del Barça? ¿‘Contra’ Israel o ‘contra’ Palestina? ¿De Trump o de Biden? ¿De Netflix o de HBO?
Esas preguntas me suelen dejar sin respuesta. No entiendo por qué nos pasamos la vida definiéndonos por elecciones para etiquetarnos. Parece que la generación Z ya viene con esta pequeña ‘tara’ superada. Hay cuestiones que ellos ni se plantean y a mí me parece bien. ¡Qué pereza me han dado desde siempre las etiquetas!
Pero en esto de hoy, en la ‘to do list’ sí la tengo y muy pegada. Soy de papel. Me encanta el hecho físico de escribir. Aunque lo de dar a la tecla del ordenador lo hago a la velocidad del rayo por los años escribiendo como abogada, aún siento un placer íntimo al utilizar un bolígrafo que ruede bien por el papel y ver cómo mis dedos dibujan mis pensamientos.
Es así de romántico y entiendo que desde fuera suene cursi. Pero es reparador. Me encanta ver mis libretas que siempre utilizo hasta la última página con mis pensamientos ordenados y algunas notas desperdigadas.
Para poder contároslo bien he abierto al azar la actual y tengo una idea suelta para un posible artículo:
‘El problema principal que tenemos con Putin es que ha interiorizado que es el zar de todas las Rusias. Se cree un Romanov o más bien su héroe Gregorio Potemkin’.
Eso está junto a las notas sobre una definición de EY que me gustó mucho y que oí por ahí: ‘Firma influyente de creación de valor sostenible a largo plazo’. Qué bonita definición para una empresa global que genera tanto impacto.
Y al lado una de mis listas de todo lo que tengo por hacer. Ahí se mezclan los pequeños detalles como los ‘regalitos’ que tengo que comprar, las reuniones del plan estratégico, escribir un proyecto importante que me ronda la cabeza desde hace tiempo, la corrección de mi próxima novela, las llamadas por devolver y los mails por escribir, y buscar una solución al escaloncito que hay para entrar en mi casa y con el que algunos tropiezan.
Así es la vida. Lo trascendente se mezcla con los detalles, lo relevante con lo cotidiano, lo tecnológico con lo analógico cada vez más como una cuestión sentimental, lo difícil con las carcajadas a mandíbula batiente.
Y no tenemos que resistirnos. No pasa nada por mezclar en nuestras listas pequeños regalos de bienestar que a alguien muy sesudo le puedan sonar a pérdida de tiempo o ineficacia. Porque las listas están para eso, para no olvidarse de lo importante. Y lo importante eres tú.
A veces nos imponemos eliminarnos de la ecuación al hacer la lista de nuestras obligaciones y la primera y principal eres tú y tu bienestar. Esto es lo primero que cuidar. Si no estamos bien de salud y tenemos un equilibrio interior de esos que son el motor de la vida, nos resulta imposible afrontar los retos que implica cada tarea que nos proponemos tachar.
Imagino que la mayoría de quienes estéis leyendo tendréis vuestra lista de cosas por hacer. Y hoy, sábado, que acabamos de estrenar el mes de marzo, te pido que incluyas una nueva línea en la tuya. Escribe ‘hacerme un regalito que me haga sentir bien’.
Un regalo no tiene que tener un valor económico. Solo tiene que producirte bienestar: un paseo sin móvil, un té o una copita con tu amigo con el que te ‘partes de risa’, un cine con poca gente a una hora inusual, un monólogo de tu actor favorito, esa ‘peli’ que te hace llorar, el partido de Nadal-Alcaraz que retrasmite Netflix, un abrazo a la persona que más quieras y a la que no dedicas el tiempo suficiente…
Yo soy ‘muy’ de listas. Ordenan las prioridades, nos permiten hacernos regalos, no olvidamos detalles ni aquello que menos nos apetece, nos hacen visualizar los avances y el uso del tiempo.
Ya sé que es una herramienta de gestión un poco obsoleta, pero es muy eficaz y estimulante. Y a mí, permitidme que me baje del tren de alta velocidad de la tecnología en este campo:
Mis listas, en papel.