La imagen de la participación política en la manifestación del Orgullo en Madrid este fin de semana, ha sido la de una vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, repartiendo besos por todas partes: a sus compañeros de partido, a políticos de partidos amigos, a políticos no tan amigos, a participantes que se acercaban a saludarla, a conocidos, a desconocidos que la llamaban en la distancia y ella los lanzaba… 

Yolanda Díaz lanzando besos en el desfile del Orgullo. E. E.

Besos y más besos de su enorme repertorio de "biquiños", como diría la gallega, que se han convertido en el santo y seña de Díaz pero también, como aseguran los expertos, en un arma de comunicación muy poderosa que la "nueva política", y en especial la vicepresidenta del Gobierno, maneja como nadie sin remordimientos por saltarse el tradicional protocolo.

"El cariño siempre ha sido un arma de comunicación potente, lo que pasa es que antes había más cortapisas y más limitaciones. Sin embargo, ahora, forma parte de ese nuevo código de la política en el que se intenta la proximidad con el gesto más que con la palabra", explica Julio García Gómez, analista de habilidades de comunicación.

Y la reina de la diplomacia del beso, sin duda, es Yolanda Díaz que al combinarlo con unas formas amables, una sonrisa casi permanente y un tono de voz melodioso, consigue desarmar hasta a su adversario político más serio y toxo (otra palabra gallega), como Antonio Garamendi o al mismísimo Alberto Núñez Feijóo.

"En su caso, lo importante es que es coherente y natural. En comunicación, por encima de estrategias, de cómo hablo, de cómo explico y de cómo muevo las manos o el torso, lo fundamental es la naturalidad y ella es así. Al político le beneficia mucho la naturalidad en el gesto o en la mirada y no ser un personaje artificial", insiste Julio García Gómez.

Yolanda Díaz besa a Pedro Sánchez.

Lo que sí parece haber mostrado Yolanda Díaz es el poder que tiene un biquiño (y una gestualidad cercana) como forma de liderazgo porque lejos de hacerla parece ñoña o de restarle seriedad, la ha consolidado como su mejor carta presentación, casi como un cartel electoral, que se une a su famosa frase, en su faceta más contundente, de "le voy a dar un dato". Beso o dato, podría llamarse el juego de sus dos caras políticas.

"No es fácil para un político combinar ambas situaciones, la de ser duro en la negociación y hasta en el gesto que mantiene en algunas comparecencias, y su lado más afectivo. Pero ella lo sabe medir y sabe en qué entornos puede tener esa proximidad y en qué entornos debe ser un poco más áspera. Hay que buscar el término justo para no pasarse y que no parezca que es amiguismo. Hay que ser un experto para manejarlo así adecuadamente", insiste Julio García en su análisis.

Yolanda Díaz, con gesto serio, hablando de responsabilidad social y jornada laboral. Efe

Liderazgo no verbal

Yolanda Díaz no es la primera política que ha sabido encontrar en unas formas amables, en un simple beso, un poder de comunicación que la conecta directamente con los votantes y que llega a desarmar al contrario en la confrontación. De esa misma escuela fueron, en la Transición, Adolfo Suárez y sus abrazos o palmaditas en la espalda, y ahora mismo, el propio presidente del Gobierno.

"Podemos hablar de un liderazgo no verbal. Además de un estilo de liderazgo empático, que busca mostrarse cálida, que es el típico liderazgo femenino, el que mejor funciona, porque es el que comunica mejor, conecta mejor con la gente. Solo tiene como área de mejora el tacto. El resto está muy bien", resalta Sonia El Hakim, presidenta de la Asociación Española de Comunicación no Verbal, en un análisis de las formas comunicativas de Yolanda Díaz para EL ESPAÑOL.

Para Julio, sin embargo, estas formas, en el caso de la vicepresidenta del Gobierno, funcionan no tanto por el hecho de ser mujer sino por la coherencia con su carácter. "En este tema del lenguaje verbal, no es cuestión ni de sexo ni de edad. A ella se le puede permitir por su carácter, por cómo es, por cómo manifiesta de una forma concreta el afecto, el cariño y la proximidad".

Además, su comunicación gestual, aunque muchas veces se salte el protocolo, no se ve estridente ni fuera de lugar porque se refuerza con la que han adoptado otros líderes actuales, como el propio Pedro Sánchez, y parece resaltar todavía más, para bien y para mal, los modales más clásicos de Alberto Núñez Feijóo.

"El presidente del Gobierno también maneja muy bien el lenguaje no verbal. Es buen comunicador, pero intenta en el gesto y a través de las manos, tener una cercanía con la persona que tiene enfrente o en las comparecencias públicas o en los debates. Sin embargo, Feijóo es más frío y hasta el tono que utiliza es mucho más lineal y monótono. Es muy importante manejar muy bien los códigos de conducta para convencer con lo que uno dice y tener las claves de una buena comunicación, tanto verbal como no verbal", añade García Gómez.

Yolanda Díaz le limpia el resto de carmín en la cara de Borja Sémper. Europa Press

Buscando la foto

La política de besos de Yolanda Díaz no siempre divierte a todos los profesionales. A los trabajadores de protocolo, suyos y ajenos, les vuelve locos esta declaración de intenciones tan visual, y de formas tan dulcemente rebeldes, que parecen gritar "Abajo el protocolo".

"Los besos pertenecen al ámbito íntimo, privado, y en el ámbito más profesional o institucional chocan porque realmente no estamos tratando con personas, sino que estamos tratando con cargos o con instituciones y así tenemos que comportarnos. Las mujeres en las empresas están empezando a evitar incluso los dos besos para ganar distancia, pero sí es verdad que en algunos ambientes políticos las normas de protocolo parecen que se están relajando", explica Carmen Portugal, experta en esta materia.

La mayoría de los expertos en protocolo ponen el acento en el contexto de las palabras o de los gestos, como asegura Portugal, no se trata tanto de dar un beso, sino de dónde lo das. La vicepresidenta del Gobierno sabe muy bien dónde está en cada momento, pero sobre todo, el mensaje que quiere transmitir con la ruptura del protocolo o con un gesto amable o con una caricia inesperada. Es decir, maneja como nadie los efectos de esa diplomacia del beso.

"Yolanda Díaz sabe que es un tema de educación, de comportamiento social y urbanidad. No puede saludar igual a la Reina que a su madre. Pero ella está desempeñando un papel, está en política y sabe la foto que quiere. Si quiere una foto, ella no va a esperar a que la otra persona le salude. Va a ser ella la que va a marcar el saludo que quiere para primar más su mensaje que el protocolo", añade Portugal.

De hecho, este inesperado giro de guion con un beso, un abrazo o una sonrisa lo han sufrido los hombres más importantes de este país, como el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, cuando han comparecido juntos en público o el propio presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, entre otros. El resultado ha sido que no han sabido cómo reaccionar y que ha sido Yolanda Díaz la que ha acabado imponiendo, comunicativamente hablando, su mensaje y su visión.

"Esto es algo que antes no se utilizaba. Hay unas normas de protocolo establecidas, códigos que debemos respetar como las distancias. Aunque un mensaje de afecto o una palabra o un beso en un momento determinado está admitido, yo diría que hay que hacerlo con cierta precaución, dependiendo del entorno, de las personas con las que nos estamos relacionando. Pero también forma parte de ese nuevo código de la política", insiste este analista de habilidades de comunicación.