La Comunidad Valenciana es conocida por todos los españoles y, posiblemente, el lugar favorito para pasar las vacaciones de una gran mayoría de ellos. Quienes vienen de fuera también apuestan por ella, dispuestos a pasar los mejores días de playa, disfrutar en tranquilidad y probar una de las mejores gastronomías del país.
Benidorm ocupa el quinto puesto en las ciudades más visitadas este 2024, seguido de la propia capital de la Comunidad Valenciana, que también tienden a ser las dos más conocidas de todo el país. Sin embargo, hay otros lugares escondidos que, depende de lo que busquemos, pueden merecer más la pena.
Chelva es uno de los municipios más valorados por los valencianos, pero desconocido para una gran parte de los españoles y extranjeros. Un pequeño territorio en la comarca de Los Serranos que ha sido capaz de mantener sus tradiciones y de cuidar su cultura a lo largo de los años. Prueba de ello son todos los pueblos que transportan al visitante siglos atrás o, incluso, a otros países.
Chelva, Comunidad Valenciana
Elegida como segunda maravilla rural de España en 2018, esta localidad del interior de la provincia de Valencia está repleta de calles estrechas y laberínticas, cuya esencia nos transporta a una película de Disney. Además de contar con una ruta del agua para los amantes de la naturaleza, su casco histórico ha sido declarado Bien de Interés Cultural.
El casco histórico de Chelva nos hace retroceder a otra época, pero también a otro país. Y es que estos colores que protagonizan la estampa son los que consiguen que el municipio sea conocido como la versión española de Chefchauen, el pueblo azul de Marruecos.
La historia de Chelva se remonta a la época romana, como lo evidencian los restos arqueológicos encontrados en la zona y que todavía hoy se pueden observar por sus calles; sin embargo, no fueron solo los musulmanes quienes habitaron el pueblo, sino que hasta el siglo XVII convivieron en ella tres culturas diferentes.
Este suceso es el que hoy en día otorga un segundo nombre a Chelva: la Villa de las Tres Culturas. La ruta que se realiza por la zona pretende dar a conocer la riqueza histórica de este municipio, en el que convivieron los judíos, cristianos y musulmanes.
Estas tres culturas convivieron en este enclave del interior valenciano, dando lugar a un poblamiento característico que se ha conservado hasta la actualidad, donde conforma un casco histórico único, en el que podemos viajar a través de cuatro barrios históricos.
El barrio Andalusí de Benacacira
El barrio andalusí de Benacacira es la antigua medina musulmana de los siglos XI – XII. Después de miles de años, su trama urbana sigue perfectamente conservada y recoge año tras año a turistas que contemplan la llamativa estampa que parece sacada de película.
Callejones sin salida, casas encaladas, soportales que oscurecen sus angostas y tortuosas calles en las que los colores protagonistas son el azul y el blanco. Dos tonos que se escogieron para ahuyentar al sol y los mosquitos durante los calurosos meses de verano.
El barrio Judío de Azoque
El mundo judío reflejó su identidad a través de la arquitectura, con unas construcciones y un urbanismo que van más allá de lo religioso y que forman parte del patrimonio universal. En Chelva, su cultura está intacta, con una conservación perfecta de la estructura de la antigua aljaima medieval.
El barrio Judío de Azoque cuenta con calles estrechas y porches de acceso, un espacio cerrado al mundo exterior que conserva su homogeneidad y nos evoca la unidad del pueblo judío, donde el blanco sigue presente, pero esta vez se funde principalmente con el marrón.
El barrio Cristiano de Ollerías
Establecido a lo largo del siglo XIV, el barrio de Ollerías debe su nombre a los hornos de producción cerámica que se instalaron en sus calles. Creció en torno al barrio de árabe de Benacacira y el palacio, orientados hacia el río y ampliándose la muralla para ir acogiendo las nuevas disposiciones y que no se quedaran extramuros.
Sin embargo, cuenta con una diferencia, y es que el barrio de Ollerías presenta una configuración urbana más amplia y ordenada, a diferencia de Benacacira y la judería del Azoque, que están estructurados con calles estrechas.
El barrio Mudéjar-Morisco de Arrabal
Creado a partir del s. XIV en los arrabales de la ciudad amurallada. En la actualidad conserva el trazado original, así como todos los elementos históricos que consiguen que los turistas retrocedan en el tiempo cuando lo visitan, conociendo sus historias, en especial, la ldel Vizconde de Chelva, asesinado por sus amores con una morisca y que propició el origen de la Ermita de los Desamparados.
El barrio Mudéjar-Morisco de Arrabal es un lugar repleto de recuerdos y monumentos donde poder disfrutar no solo de una narración única, sino de los callejones, de las fuentes, el sonido del agua, las piedras talladas en la muralla y de la Mezquita de Benaeça, convertida en Ermita de la Santa Cruz.