Una gran parte de los turistas que visitan España se ven atraídos por sus playas y montañas. Más de 8.000 kilómetros de costa y un paisaje montañoso que ofrecen experiencias únicas. Sin embargo, y aunque muchos lo desconozcan, nuestro país también alberga una notable riqueza volcánica que ha dado forma a algunas de las panorámicas más impresionantes.
Dentro de la Península Ibérica podemos encontrar un abanico muy importante y extenso de zonas volcánicas, incluyendo las más famosas, como el Parque Nacional del Teide en Tenerife, Cumbre Vieja en La Palma o el Timanfaya en Lanzarote. Zonas que han construido parte de la historia del país.
Sin embargo, lejos de las islas y dentro de la península, también contamos con zonas volcánicas. Una de las más impresionantes es Olot, un municipio conocido como 'la ciudad de los volcanes' por formar parte del Parque Natural de la Garrotxa, un enclave único donde se han contabilizado casi 40 conos volcánicos que no están completamente dormidos.
Olot, 'la ciudad de los volcanes'
Olot es la capital de la comarca de La Garrotxa, en la provincia de Girona, Cataluña. Situada en pleno corazón del Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, destaca no solo por su riqueza natural y paisajística, sino también por su patrimonio cultural y su importancia como centro económico y social de la región.
Uno de los aspectos más llamativos de Olot, el cual le otorga su apodo, es la presencia de varios volcanes dentro de su propio núcleo urbano. Entre ellos, el más destacado es el Volcán Montsacopa, que se eleva en el centro de la ciudad.
El Montsacopa, con su forma de cono casi perfecta, tiene un cráter accesible que permite a los visitantes disfrutar de vistas panorámicas de Olot y sus alrededores. En la cima del volcán se encuentran una pequeña ermita, dedicada a San Francisco, y dos antiguas torres de vigilancia, lo que añade un componente histórico a su atractivo geológico.
Desde el Montsacopa se pueden observar otros volcanes cercanos, como el Volcán Garrinada y el Volcán Montolivet, lo que refuerza la presencia volcánica que define a la ciudad y que ha moldeado no solo su geografía, sino también su economía y estilo de vida.
Los suelos de origen volcánico en la región son extremadamente fértiles, lo que ha favorecido el desarrollo agrícola a lo largo de los siglos. Además, la actividad volcánica pasada ha dejado coladas de lava y terrenos que hoy son parte de la red de caminos y rutas turísticas del parque natural.
La ciudad combina su herencia volcánica con un rico patrimonio arquitectónico y cultural. En su casco antiguo, se pueden encontrar ejemplos de arquitectura modernista y neoclásica, como la Iglesia de Sant Esteve, un edificio neoclásico que alberga obras de arte religioso.
Olot ha sido históricamente un centro artístico relevante, con la Escuela de Olot, un importante movimiento pictórico del siglo XIX que se especializó en el paisajismo. Este legado artístico se refleja en la gran cantidad de talleres y galerías que se encuentran en la ciudad, así como en el Museo de la Garrotxa.
El Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, del cual Olot es la puerta de entrada, ofrece una red de rutas senderistas y ciclistas únicas en el mundo. Desde la ciudad es muy fácil acceder a estos caminos, que permiten explorar no solo los volcanes, sino también los bosques de hayas y las coladas de lava.
La zona volcánica de La Garrotxa
La zona volcánica de La Garrotxa es uno de los paisajes volcánicos más importantes y singulares de la Península Ibérica. Este parque natural abarca más de 15.000 hectáreas y contiene más de 40 conos volcánicos y una veintena de coladas de lava, lo que la convierte en un área de referencia para el estudio de fenómenos volcánicos y geológicos en España.
El origen de la actividad volcánica en la región data de hace entre 100.000 y 700.000 años; sin embargo, sus conos volcánicos no están completamente inactivos. De hecho, según los expertos, estos cráteres "volverán a entrar en erupción, pero lo más probable es que nosotros no lo veremos".
Algunos de los volcanes más conocidos de la zona son el Volcán Croscat, el más grande y joven del territorio, con un cráter abierto tras una explotación de materiales en el pasado, y el Volcán de Santa Margarida, cuyo cráter alberga una pequeña ermita románica.
El paisaje en La Garrotxa es variado y está dominado por frondosos bosques, particularmente de hayas, conocidos como las "fagedas" que además de construir un entorno de película, son un fenómeno insólito.
Una de las fagedas más conocidas es la Fageda d’en Jordà, un bosque de hayas que crece sobre una colada de lava, lo cual es muy inusual, ya que estos árboles normalmente no prosperan en terrenos volcánicos.
La Garrotxa también cuenta con un patrimonio cultural y humano único, ya que conviven ermitas, masías y pequeños pueblos de piedra entre un entorno natural único, difícil de preservar, pero que ha traído grandes ventajas como en la gastronomía, en la que sobresalen los productos derivados del suelo volcánico, como las patatas de Olot y las judías de Santa Pau.