España es uno de los países con mayor geodiversidad de Europa. Además de sus casi 8000 kilómetros de costa, la mitad del territorio está formado por sistemas montañosos. Si bien es cierto que desde la segunda mitad del siglo XX ha habido un traslado a favor de las ciudades, los pueblos de montaña constituyen hoy un reclamo turístico, especialmente en la llegada de otoño.
Los pueblos de montaña cuentan con una parte de la población fiel a sus paisajes. No solo son la mezcla perfecta entre belleza natural y aislamiento, sino que en los meses más calurosos permiten huir del calor y, con la llegada del otoño, nos permiten contemplar los verdaderos colores del lugar.
En el país contamos con la suerte de tener muchos pueblos de montaña con una belleza inigualable. Sin embargo, no sabemos que algunos de ellos han estado a punto de desaparecer en más de una ocasión, o bien por la despoblación o, incluso, por el hundimiento de la zona, como pasó en Lanuza.
Lanuza, Huesca
Lanuza es un pequeño y pintoresco pueblo ubicado en el corazón del Pirineo aragonés, en la provincia de Huesca, España. Se sitúa a orillas del embalse que lleva su mismo nombre, rodeado de montañas y una naturaleza exuberante de la que únicamente disfrutan todos los días 43 habitantes, según el INE.
Este paraje montañoso forma parte del Valle de Tena, uno de los más importantes y espectaculares valles del Pirineo, y se encuentra a aproximadamente 1.300 metros sobre el nivel del mar. Además, todas sus casas están construidas en piedra con el fin de seguir la misma estética montañesa.
Lanuza tiene una historia marcada por su relación con la construcción del embalse en los años 70, que provocó su desalojo y casi su desaparición. Durante un tiempo, la mayor parte de sus casas quedaron sumergidas bajo el agua y el lugar permaneció prácticamente deshabitado.
Sin embargo, a lo largo de las décadas siguientes, un esfuerzo comunitario permitió la recuperación de Lanuza. Sus antiguos habitantes y descendientes comenzaron a restaurar sus casas, y hoy en día se ha convertido en un lugar 'renacido', aunque sigue manteniendo su carácter de pequeño núcleo rural.
El paisaje de Lanuza está dominado por el embalse, cuyas aguas de color turquesa reflejan las montañas circundantes. Las casas de piedra y tejados de pizarra, típicas de la arquitectura tradicional pirenaica, conforman un núcleo urbano que conserva la esencia rural que puede pertenecer, incluso, a una película de Disney.
A pesar de su tamaño reducido, el pueblo cuenta con una iglesia dedicada a San Salvador, construida en el siglo XIX sobre un templo románico que fue incendiado en la guerra de la Independencia. La arquitectura sobrevivió a las aguas del pantano y en ella se conservan importantes obras de arte, como un relicario de 1557 en el que se guardan restos de Santa Quiteria, patrona de Lanuza.
Otro de los lugares que destacan del pueblo es la presencia de un casco histórico, un núcleo compacto de piedra y pizarra. Las viviendas están en rehabilitación, ya que Lanuza está en proceso de convertirse en un importante enclave turístico.
Aunque en el Instituto Nacional de Estadística (INE) solo se registren 43 habitantes, lo cierto es que a este pequeño pueblo acuden miles de turistas al año, atraídos por la estética de piedra, el embalse que rodea al lugar y una esencia medieval que apenas se encuentra en España.
Entre los motivos que ha llevado a Lanuza a ser un pueblo turístico, además de su belleza, es su vinculación con la cultura y la música, especialmente a través del Festival Pirineos Sur. Este evento, que se celebra cada verano a orillas del embalse, ha ganado reconocimiento internacional por su enfoque en las músicas del mundo, atrayendo a artistas y visitantes de diferentes países.
Durante el festival, el pequeño pueblo se llena de vida, y el entorno natural se convierte en un escenario único para la música en directo. Sin embargo, hay quienes simplemente prefieren disfrutar y descubrir los pequeños rincones de Lanuza, como sus rutas.
Lanuza es un lugar ideal para los amantes del senderismo, ya que está rodeado de múltiples senderos que atraviesan bosques, prados alpinos y montañas. También es un punto de partida para explorar otras localidades cercanas del Valle de Tena, como Sallent de Gállego o Formigal, conocidas por sus estaciones de esquí y sus paisajes impresionantes.