Anna Sorokin, conocida como Anna Delvey al haberse hecho pasar por una rica heredera alemana, transformó el fraude y el engaño un arte. La miniserie de Netflix Inventando a Anna convirtió a la estafadora en una insospechada estrella dentro de la cultura pop actual, experta en dar píldoras de fama exprés a quien logra agitar el panorama durante algunas semanas.

El tiempo que logre esa popularidad ya depende de cada uno. La sorpresa y la consiguiente controversia llegaron cuando salió la noticia de que la socialité iba a formar parte del elenco de Dancing With The Stars. En el estreno del programa, los encargados del vestuario se aseguraron de que la tobillera electrónica de rastreo que lucía la concursante, que está en arresto domiciliario, fuera adornada como si formara parte del outfit.

Esto no ha hecho más que enfurecer a quienes creen que no es oportuno glamourizar la figura de una mujer que fue encarcelada en 2019 por robo de servicios y hurto mayor al haber estafado a bancos y hoteles de lujo por más de 200.000 dólares. Conviene no olvidar que Chanel presentó en su colección Primavera/Verano 2008 un minibolso destinado a ser lucido en el tobillo, un curioso complemento con el que Karl Lagerfeld rindió homenaje a la pulsera antialcohol que Lindsay Lohan lució antes de ingresar en un centro de desintoxicación.

Poco después, Kendall Jenner posó en sus redes con este accesorio, que pese a la polémica que desató, se agotó en tiempo récord y dejó claro que la industria del entretenimiento se asegura siempre de aprovechar cualquier tropiezo para despojarlo de alguna forma de culpa y obtener así beneficios, visibilidad y en el caso de Sorokin, audiencia.

Curiosamente, el comunicado de prensa acerca de la presencia de Anna Sorokin en el programa no aludía a su paso por la cárcel. "Algunos la ven como una astuta estafadora, otros como una empresaria carismática y ambiciosa que se aprovechó de la élite social de la ciudad de Nueva York en un esfuerzo por abrir un prestigioso estudio de arte. Su caso también ha abierto el debate acerca de la riqueza, los privilegios y el ascenso social en la sociedad moderna", reza el escrito.

Otro caso que dio mucho que hablar fue el de Gypsy Rose, que fue encarcelada por matar a su madre, Dee Dee, que padecía el síndrome de Münchhausen por poder. Condenada a diez años de prisión, salió este año de prisión bajo libertad condicional, y en el tiempo que lleva fuera, no ha dudado en operarse la nariz y en convertirse en todo un icono en TikTok. Poco después de abandonar la cárcel, se reunió con Kim Kardashian en un encuentro que fue inmortalizado en el reality The Kardashians

Aunque el cometido de las miniseries que narran las historias de determinados criminales es dar a conocer lo acontecido, que para terminar en estas plataformas ha de ser especialmente atroz o descabellado, no cabe duda de que la narrativa y, sobre todo, los personajes que la protagonizan acaban por ser glamourizados. Al fin y al cabo, el glamour y la belleza siempre son alicientes complicados de dejar atrás cuando se trata de empresas que buscan todas las fórmulas posibles para atraer la atención de los espectadores.

Esto, sumado a la fascinación que despiertan desde expertas en fraude de la talla de Sorokin o Elizabeth Anne Holmes, la estafadora estadounidense fundadora y exdirectora ejecutiva de Theranos, cuya historia cuenta The dropout, protagonizada por Amanda Seyfried, hace que los crímenes se conviertan en una interminable fuente de historias que contar.

En este ámbito cobran especial relevancia los true crimes. Casos como el de Jeffrey Damher, cuya historia, al ser reflejada en Monster: The Jeffrey Dahmer Story bajo la dirección de Ryan Murphy y la interpretación de Evan Peters, pasó de ser una pesadilla a material de adoración para muchas personas, indican que es peligroso embellecer o suavizar estas historias.

Dahmer asesinó a 17 personas, y tras la emoción de la miniserie de Netflix, TikTok se llenó de vídeos en los que sus fans hicieron ediciones especiales de clips de escenas descontextualizadas en las que el actor, lejos de parecer estar dando vida a un asesino, parecía un atractivo hombre al que desear y venerar. Por si fuera poco, al recurrir el director a flashbacks con los que explicar el pasado del personaje, mucha gente se compadeció de él.

Pero elegir a atractivos actores y actrices e incluso recurrir a elementos con los que despertar la empatía del público no es necesariamente malo, en opinión de Melissa Hamilton, profesora de derecho y justicia penal en la Universidad de Surrey. "De esta forma se transmite la idea de que algunos de estos asesinos eran realmente capaces de atraer a la gente gracias a esas cualidades magnéticas y a lo manipuladores que eran. También puede ser una lección: hemos de tener en cuenta cuáles son los prejuicios que tenemos", comentaba a Dazed Magazine.

"Tendemos a asociar la belleza con la honestidad, la amabilidad y la seguridad, mientras que vinculamos la fealdad con los atributos opuestos", añade. A ese fenómeno se le conoce como 'efecto halo', un término acuñado en 1920 por el psicólogo Edward Thorndike, que tras una serie de estudios descubrió que cuando se califica a una persona como atractiva, se tiende a pensar también que tiene otros rasgos de personalidad positivos.

La periodista Estela Cebrián, del pódcast Las Amigas Estupendas, no quiere dejar pasar la oportunidad de acercar este fenómeno a nuestro país para hablar de los peligros de romantizar los criminales al aludir al caso de Daniel Sancho, condenado a cadena perpetua en Tailandia por planear el asesinato del colombiano Edwin Arrieta.

"Daniel es un guapo muy normativo: rubio, alto y atlético. Además, es hijo y nieto de actores: su abuelo era Sancho Gracia, famoso en los 80, y su padre es Rodolfo Sancho, a quien siempre recordaremos por sus tramas imposibles en Al salir de clase. Daniel confesó el crimen en cuanto lo pillaron, pero aún hubo (y hay) gente que siente pena o empatía por él o que incluso ha llegado a justificar el asesinato", asegura.

"Cuando salió la noticia, X se llenó con el hashtag #FreeDanielSancho, y en el juicio Sancho ha defendido que tuvo que golpear a Edwin porque este intentó abusar de él cuando le dijo que quería cortar la relación. Un 'gay panic' en toda regla. En este caso hay de todo: clasismo, racismo y homofobia. Es imposible no preguntarse qué habría ocurrido si hubiera sido al revés, si el señor colombiano de mediana edad hubiera matado al pobre jovencito español rubio y guapo con una prometedora vida por delante", comenta.

La belleza, el dinero y los privilegios hacen en muchos casos que los delitos se romanticen, y medios, redes sociales y plataformas de streaming se encargan de que atroces crímenes se conviertan en una mera anécdota para quienes buscan entretenimiento, diversión y escapismo. "Al final, el negocio de los medios está destinado a dar glamour y sensacionalismo. Eso no va a cambiar en sociedad eminentemente capitalista", apostilla Hamilton.