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Cuenta la actriz Tània Fortea que en los años 90 su madre era profesora en el instituto de Picassent (Comunidad Valenciana). A día de hoy puede que para algunas personas esa localidad les diga poco pero, para quienes no pueden ni quieren olvidar, constituye uno de los nombres claves del sonado crimen de Alcàsser.

El recuerdo de Tània viene a propósito de Valenciana, película que coprotagoniza junto a Ángela Cervantes y Conchi Espejo. Y aunque se trate de una ficción, es una historia que parte precisamente de aquel 1992, unas pocas semanas después de la desaparición forzada de Antonia Gómez, Desireé Hernández y Míriam García, cuyos cuerpos violentados y torturados sexualmente aparecieron en enero de 1993. Con ese crimen se produjo una fisura que es necesario analizar desde la perspectiva actual.

Valenciana, dirigida por Jordi Núñez, y basada en la pieza de teatro homónima de Jordi Casanovas, cuenta la historia de Ana (Fortea), Vàleria (Cervantes) y Encarna (Espejo), grandes amigas recientemente graduadas de periodismo que intentan labrarse una vida profesional en un país que saborea las mieles de la 'nueva modernidad' del progreso, del orgullo por las Olimpiadas y la Expo del 92 que puso los ojos del mundo en el país.

Frame de la película 'Valenciana'.

A través de esos personajes se retrata y se disecciona a la sociedad de la época, desde la corrupción política, pasando por la adicción a las drogas sintéticas impulsada por la ruta del bakalao, hasta el surgimiento – imparable e irreversible – de la telerrealidad y la telebasura. En Valenciana la desaparición forzada de las niñas de Alcàsser funge como un hilo que entreteje la trama.

Con Tània Fortea, Ángela Cervantes y Conchi Espejo abordamos el significado y tratamiento que tuvo el crimen de Alcàsser, así como la resonancia en las mujeres de aquella época y en las generaciones posteriores.

La narrativa del terror

"El crimen de Alcàsser sucede en un momento en el que las reivindicaciones feministas comenzaban a tener voz y espacio dentro de la sociedad española", expone la también cantante y bailarina Conchi Espejo, "las mujeres empezaban a ocupar nuevos espacios, trabajos, a tener nuevas inquietudes y aspiraciones. Valenciana retrata muy bien esto, son tres amigas intentando ser respetadas en trabajos que hasta ese momento eran ocupados por hombres".

Ana como reportera de televisión, Encarna como jefa de prensa de un partido político y Vàleria como una prometedora DJ, se enfrentan pues a muchas dificultades que en aquella época eran vistas como 'la normalidad' que engrosaba un extenso catálogo donde figuraban el acoso y abuso sexual, el machismo, la violencia tanto verbal como física, la infantilización, entre otros males. Que al ver todo esto la audiencia actual sienta incomodidad y mal cuerpo, hay que asumirlo como una señal de cambio.

En los 90, sin embargo, las mujeres "estábamos en un punto muy bueno de valentía y progreso", afirma Conchi. Con el crimen de Alcàsser todo eso se truncó. Una vez más, tal como lo demuestra la historia de la humanidad, un acontecimiento de una violencia brutal fue utilizado como medida de control y sometimiento para las féminas.

'Valenciana'.

Al hilo de esta afirmación, la politóloga e investigadora Nerea Barjola en su exhaustivo y devastador Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual (2018), un ensayo que reinterpreta desde el punto de vista feminista el crimen de Alcàsser, se refiere justamente a cómo el relato sobre el peligro sexual de la década de los 90 interrumpió el avance del movimiento feminista hasta el punto de generar un cambio radical para las mujeres. Entiéndase esa transformación en sentido negativo, valga recalcar.

Tània Fortea recuerda que al hablar de aquellos tiempos con su madre, la profesora de instituto, ésta le contó sobre "el miedo que se respiraba, el dolor y la pena ante un crimen así".

De esta frase tomemos específicamente al miedo, esa suerte de arma a la que se suele recurrir con diferentes objetivos, aunque en este caso y tomando en cuenta los prometedores tiempos que vivían las féminas, tal como apunta Ángela Cervantes, el temor se usó con la finalidad de controlar a las mujeres.

Para Conchi "el miedo tras los crímenes y su constante y reiterada repercusión mediática exageradamente frívola y sensacionalista recordaba a la sociedad que definitivamente el lugar más seguro para una mujer era su casa, midiendo constantemente cómo vestía y actuaba para no llamar mucho la atención".

Cervantes, nominada al Goya en 2022 por Chavalas (de Carol Rodríguez Colás) y en 2023 por La maternal (de Pilar Palomero), profundiza al afirmar que precisamente los medios de comunicación "encima ayudan a perpetuar esa figura de víctima a todas las mujeres para no salir de casa y generarles esa culpa porque 'si no estuvieras en la calle tan tarde...' o si fueras vestida de otra manera...', el foco no se tendría que poner allí, y se construyó esa narrativa que beneficiaba a muchos y perjudicaba a muchas. A todas".

Los medios de comunicación de aquella época contribuyeron pues a sembrar y perpetuar la narrativa del terror. "Era un tiempo en el que todo estaba por construirse y no se tenían muy claros los límites", sostiene Tània Fortea, que por segunda vez colabora con Jordi Núñez, después de Lo que sabemos (2021).

'Valenciana'.

Tània afirma que para las que nacieron en los 90, el miedo fue asumido inconscientemente y le atribuye a este hecho el rol preponderante que jugaron los medios de comunicación al tratar el crimen de Alcàsser. "Esa narrativa sigue operando, a veces con distintas formas, en medio de cambios sociales importantes", sostiene Fortea.

Pero esa narrativa del terror también persiste actualmente en ciertos "discursos culpando a la mujer en situaciones donde el foco debería estar en los hombres", agrega Ángela.

Ante la pregunta de cómo las nuevas generaciones de mujeres se pueden sobreponer a la construcción de una narrativa del terror, Tània Fortea hace notar la complejidad del tema, sin embargo, no duda en la necesidad de desplazar el foco, "no ponerlo tanto en el miedo de las mujeres frente a agresiones, sino en los agresores".

Por su parte Cervantes no oculta su escaso optimismo y hasta cierto resquemor. "Me cansa que tenga que estar en nuestras manos y que sea, encima, nuestra responsabilidad cambiar o sobreponernos a esa narrativa", apunta la intérprete que así mismo le da importancia a la educación, sobre todo en las familias y en el lenguaje diferencial que se suele emplear, ya que "cambia mucho si a tu hijo le dices 'pásatelo bien' y a tu hija le dices 'ten cuidado'", asegura.

En términos de educación, Espejo apela a un cambio colectivo, sobre todo a una revisión del pasado para así plantearnos preguntas con el objetivo de mejorar como sociedad, algo que considera que Valenciana invita a hacer sin recurrir al consabido sermón que por sistema no cala ni despierta interés.

"A nivel individual requiere de mucha valentía no tener miedo a expresarse, a alzar la voz, a decir que no te parecen bien ciertas cosas", asevera Conchi Espejo, "en esto mi generación ha sido pionera y con el auge de las nuevas tecnologías y redes sociales cada vez habrá menos injusticias que queden impunes. Así que no decaiga, que lo estamos haciendo genial".