Gabriela González
Publicada

Tras las primeras 25 millas de navegación, el equipo del Reto Pelayo Vida se prepara para enfrentarse al temido Paso Drake, una de las etapas más desafiantes de la expedición. Es un momento de calma, en el que las expedicionarias tienen tiempo para asimilar lo que está por venir. Entre ellas, Marta Castillo, una mujer cuya historia refleja el poder de la conexión emocional con el mar y con la memoria de quienes han dejado un legado imborrable.

Marta, zaragozana de 50 años, fue diagnosticada en 2019 de un cáncer de mama en estadio II. Este diagnóstico llegó dos años después de haber sido operada por un tumor previo que inicialmente no mostraba signos de malignidad. Pasó por cirugía, quimioterapia y radioterapia, enfrentándose al tratamiento con una fortaleza mental excepcional que, según explica, fue una gran aliada para superar los momentos más duros.

La conexión de Marta con esta expedición es profundamente personal. "Me emocioné muchísimo al iniciar la navegación porque sentí una conexión impresionante con mi padre, me imaginaba cómo debió sentirse él en este mismo lugar hace 14 años, con esas mismas ganas, con esa misma ilusión. Me hace muy feliz poder vivir lo que él vivió", explica con la voz entrecortada.

Expedicionarias en el barco. Cedida

Su padre, quien también atravesó estas aguas tras haber superado un cáncer, dejó en Marta un amor profundo por el mar. "Mi padre falta, pero está muy presente en toda esta aventura", dice. Ese vínculo la impulsará en cada etapa del reto, pero también le permitirá honrar su memoria de una forma única: compartiendo la pasión que ambos compartieron en vida.

Marta no oculta su entusiasmo por enfrentarse al Paso Drake, aunque reconoce que hay que abordarlo con cuidado. "Yo al mar le tengo mucho respeto, pero no tengo miedo. La gente con la que vamos sabe lo que hace, son muy prudentes. Eso me da muchísima confianza", afirma. Lo que más inquietud le genera es el frío extremo, más que las olas o el viento.

El Drake, conocido por ser una de las rutas marítimas más impredecibles y desafiantes del mundo, es una puerta hacia lo inesperado. Sin embargo, Marta se muestra optimista: "Tengo muchas ganas de hacerlo. Sé que será un desafío, pero estoy lista".

Las participantes de esta nueva edición del reto. Cedida

El ambiente en el barco es otro de los grandes motores de esta experiencia. Marta describe la energía como increíble: "Entre nosotras cinco y también con el resto del equipo hay muy buena conexión". Están preparadas para el desafío: "Nos cuidamos las unas a las otras, y eso nos da mucha fuerza. Sabemos que vendrán momentos duros, pero estamos concienciadas de que esos momentos pasan y que la clave es apoyarnos mutuamente".

En el Doblón viajan 16 personas: la tripulación, los periodistas, el equipo médico y los cámaras forman parte de un engranaje perfectamente coordinado. Cada turno, cada tarea compartida, refuerza el vínculo del equipo. "Cruz y yo hacemos turnos juntas en esta primera parte del viaje. Nos ayudamos todas en todos los aspectos, cada una en lo que mejor se le da".

Sorpresa antes de partir

Desde que comenzó su entrenamiento para el reto, Marta siente que algo más grande la llama hacia el mar. "Tengo muy claro que el mensaje que me está dando la vida es que no puedo seguir alejada del mar. Es algo que me dio alegría y energía en mi juventud, y este reto me lo ha devuelto".

Gracias al Reto Pelayo Vida, Marta ha vuelto a navegar. "Tengo clarísimo que la dinámica que he cogido durante estos meses de entrenamiento no la voy a perder. Ese regalo ya me lo he llevado".

Camino hacia el Paso Drake. Cedida

Sus hijos le dejaron una sorpresa oculta para que se la encontrase en pleno viaje. "Ya estábamos en Ushuaia. Estaba con mis cuatro compis tomándonos un café, noté algo en el bolsillo del chaquetón de navegar y les pregunté '¿Vosotras tenéis esto?' Entonces descubrí un corazón que ponía 'Paula, Tomás y Ángela. Te quieren con locura. Mamá'. Todas nos emocionamos al verlo".

Se le quiebra la voz cuando habla de quienes la han sostenido en los momentos más difíciles. "Quiero que sepan que estoy feliz, que estoy pletórica. Ellos me han ayudado a llegar hasta aquí, y esta felicidad también es suya". Sus hijos están presentes en cada paso que da. "Cuando mi hija mayor me dijo: 'Mamá, estoy muy orgullosa de ti', sentí que todo esto tenía aún más sentido. Saber que ellos ven con admiración todo lo que hago me llena de energía para seguir adelante".

Para las que se fueron pronto

Aunque esta travesía está conectada con su historia personal, Marta tiene claro que su reto trasciende lo individual. "Mi reto va por todas las personas que se llevó el cáncer. He visto morir a gente muy querida. Este reto es por ellas, para que no se olvide su memoria y para que sigamos luchando por un futuro donde no tengamos que despedirnos tan pronto".

El poder simbólico de esta expedición se refleja también en la bandera del Reto Pelayo Vida, que ondeará en la Antártida como un mensaje de apoyo para quienes sufren cáncer en cualquier parte del mundo.

Preparación ante la expedición. Cedida

Entre los momentos que Marta más espera está el sonido del hielo rompiéndose y cayendo al mar, un fenómeno que su padre describió como sobrecogedor en su diario de navegación. "Tengo muchas ganas de vivir eso. Mi padre lo relataba como algo único, un silencio absoluto interrumpido por el crujido del hielo. Estoy deseando sentirlo por mí misma".

Aunque le han advertido que quizás no sea la época para ver ballenas, Marta mantiene la esperanza de encontrar alguna en el camino: "Sigo confiando en que alguna despistada estará por ahí", cuenta ilusionada.

El cuaderno de bitácora

Ya inmersa en la preparación del Reto, Marta descubrió entre los libros de navegación de su padre el cuaderno de bitácora del viaje que él realizó en 2010. Ahora, 14 años después, ella ha comenzado a escribir el suyo a continuación, en las páginas en blanco que dejó su padre.

Con el Paso Drake en el horizonte, Marta se siente preparada. "Sé que será duro, pero estoy lista para lo que venga". Para ella, este es el principio de una travesía que no solo la llevará a descubrir la Antártida, sino también a redescubrirse a sí misma.

En el ambiente ya se percibe la expectación por lo que está por venir. Para Marta y sus compañeras, cada ola y cada ráfaga de viento representan un paso más hacia el reto de sus vidas.