El mundo del diseño y de la costura pierde hoy una de las que fuera una pieza clave en la moda española.Teresa Palazuelo, falleció ayer en el Hospital Universitario HM Sanchinarro, ha muerto tranquila rodeada de lo suyos.
Autodidacta y apasionada, pronto se convirtió en escuela y ejemplo para los creadores que vinieron detrás.
Siempre fue fiel y coherente con su estilo. Una personalidad en consonancia con una voz pausada, tierna, elegante, en tono bajo, que al igual que su trabajo, alcanzó el éxito sin apenas hacer ruido, sin promociones, sin publicidad, sólo gracias al ‘boca a boca’ y a un gen, “el del buen gusto”, que heredó de su madre, Teresa.
Infancia feliz
No hace mucho nos confesaba en su última entrevista, que había tenido una infancia absolutamente feliz, como muchos de su generación – decía - . Corría el año 1948 y su madre Teresa fundó lo que después se conoció como el Taller de Basaldúa. La pequeña Teresa veía a las modistas trabajando y a la gente probándose, e incluso fue testigo de los pases de desfiles privados que las señoras de bien recibían en el salón y de eso, “me quedé prendada”, nos confesaba.
["Sólo quiero trabajar para disfrutar, ya he demostrado todo"]
Escritora antes que nada
Algo que no muchos saben es que Teresa Palazuelo era una escritora en ciernes y por ello se matriculó en Periodismo en la Universidad Complutense. En aquellos tiempos, era incomprensible no tener un título universitario, así que lo más cercano a la escritura era, sin duda, el periodismo.
Una vez acabados los estudios, decidió viajar, salir del país, vivir nuevas aventuras… para observar y absorber todo lo que pudo del arte y la cultura. Y volvió a España.
Y cuando volvió, lo dejó todo plantado y se dedicó por entero a lo que le gustaba desde siempre, desde pequeña, que no era otra cosa que el mundo del diseño y de la moda.
Color sí, tendencia no
Sin embargo, el éxito se hizo esperar, pero llegó. Y sucedió en 1992, cuando Teresa se decidió a lanzar su propia empresa y sus propias creaciones. Fue tal el impactó de sus diseños y su elección cromática, que crítica y público se pusieron de acuerdo para encumbrarla.
El color importaba y mucho, significaba romper con la tradición del traje de novia marfil o blanco. Sus novias y sus madrinas e invitadas eran siempre las más espectaculares, y aparecían en las mejores revistas.
El teléfono no paró de sonar. Cada temporada las novias acudían a su atelier para hacerse con el vestido soñado que, en muchas ocasiones, pasaron después de madres a hijas. Un estilo atemporal lo hizo posible.
“Siempre me he alejado de las tendencias” decía Teresa a MagasIn y añadía: “cuando sale un color de moda, no le sienta bien a todo el mundo”. Defensora a ultranza de la sostenibilidad, y de los fondos de armario para toda la vida.
Teresa no necesitó ir a clases para aprender el oficio. Ella aseguraba que lo llevaba en el ADN… Y en sus comienzos, si algo veía que no quedaba bien, que no estaba bien hecho, lo deshacía y volvía a comenzar como han hecho todos los grandes desde Balenciaga.
Trabajadora incansable y poco partidaria de las redes sociales, ni de la publicidad, ni de la promoción, ni siquiera en los medios, en los que se prodigó poco. En los últimos tiempos, tan sólo un perfil en Instagram era su ventana al mundo, donde colgaba escasas fotos.
Uno de sus últimos 'diseños mediáticos' fue el que hizo para su sobrina Sofía, en su boda con Fernando Fitz-James Stuart, hijo del actual Duque de Alba. Ella misma dio una impresionante lección de estilo con su propio vestido que la convirtió, a juicio de los críticos, en una de las invitadas más elegantes.
Disfrutar de cada segundo
Amante de los buenos tejidos y los detalles. “Los detalles son importantísimos en la vida. A todos nos marcan las experiencias vividas y cada uno lo transmite en su trabajo, con su toque personal. Lo que yo hago es muy personal”, aseguraba Teresa.
Cuando llegó la enfermedad, decidió bajar el ritmo de trabajo y valoraba cada momento como si fuera único. “Ya he hecho todo lo que tenía que hacer, ya he demostrado lo que podía hacer y ahora sólo quiero trabajar para disfrutar”, nos decía.
Teresa ha dejado un enorme legado, no sólo en lo que a moda se refiere, también y sobre todo, en el aspecto humano. “Mi forma de vida ha sido siempre intentar ser una persona honrada, buena, ayudando a los que me rodean, estar pendientes de ellos, disfrutar de mi familia, disfrutar de mi trabajo…”, afirmaba.
Son muchas las fieles clientas que la echarán de menos, y a las que trataba como si fueran de su familia. “Si viene una señora porque quiere un vestido de novia o un traje, lo hacemos porque nos apetece tanto a ella como a mí”. Estos últimos meses han sido tiempos para hacer vestidos sin prisa, siendo consciente del valor de cada puntada, de cada segundo, haciendo lo que más le gustaba...
“Trajes, trajes y trajes... moriré haciendo trajes”, aseguraba Teresa.