Cristina De Alzaga Esteban Palazuelos

Conserva un aire de enfant terrible, aunque Santiago Bandrés es conocido por su educación exquista y su indudable talento y paciencia para convertir a una mujer en la mejor vestida de la fiesta. Su casa-taller, luminosa y llena de cuadros, libros y recuerdos de sus múltiples viajes, esta llena de trajes con los que desfilar por una alfombra roja de Hollywood. 

Durante la pandemia y el confinamiento, la pintura fue su salvación. Desde entonces, compagina el trabajo en su nuevo atelier con las exposiciones de sus obras, y realiza retratos por encargo que son u  original regalo, ahora que se acrecan las fiesta navideñas. 

[Los 10 favoritos de Santiago Bandrés]

¿Cuándo empieza a pintar?

Empecé de niño y siempre lo he hecho, pero hace cuatro años retomo la pintura, a raíz de un comentario de mi padre, que murió ahora en pandemia con 91 años. Cuando él cumplió 85 años, le comenté: ”Un día, cuando yo me jubile, volveré a pintar”. Y entonces él soltó una carcajada y me dijo: “Pues ya estás tardando, porque para qué esperar a jubilarse cuando eres realmente bueno”.

Primer plano del diseñador-pintor, delante de tres de sus cuadros. Esteban Palazuelos

Y lo cierto es que el arte siempre ha sido una vibración dentro de mí y siempre está ahí en mi día a día porque yo siempre hago un boceto y un figurín, cuando viene una clienta mía, para explicarle la idea que tengo de su posible traje…

Así que hace cuatro años empecé de nuevo mi labor de pintura. Antes de la pandemia se hizo una exposición que es el cuadro referenciado y que has visto donde está Yolanda Font con otra maniquí, que salía además de una foto que se había hecho en el antiguo taller, y en la que estaban ellas estaban ellas dos, Laura Bazán y Yolanda Font, dos de mis modelos, agarradas, una con la falda esa azul carromato y la otra con una falda negra también muy importante.

Uno de los cuadros de gran formato del diseñador de moda Santiago Bandrés, junto a uno de sus vestidos y algunos de sus sombreros. Esteban Palazuelos

Entonces de esa inspiración salió este primer gran formato que fue parte de toda una gran exposición y en la que había cuadros como este que ves aquí, The Perfect Man, en el que sale también la figura de Yolanda, que representa a la mujer, y todas las virtudes de ese hombre perfecto, que tendría que tener la frescura, la madurez, el tesón, la fortaleza, la ingenuidad en la cara del niño, el misterio representada por ese hombre que está como velado…

The perfect man', cuadro de Santiago Bandrés, junto a uno de sus diseños, homenaje a Cristóbal Balenciaga. Esteban Palazuelos



Y este es impresionante…

Es un San Sebastián y ya lo pinté pospandemia. Esa época de pandemia yo la viví en casa de mis padres, con el taller cerrado. Y hacía un ejercicio que era pintar de uno a dos retratos diarios y en ellos salían amigos míos que estaban en su casa, solos, con problemas y sin poder moverse. Y entonces me hicieron una exposición en la Casa Palacio María Luisa, que está en Jerez, y fue la primera exposición virtual que hizo ella de pintura.

El salón de la casa-taller de Santiago Bandrés. Al fondo y a la derecha, el cuadro 'San Sebastián'. Esteban Palazuelos

Y en esos cuadros estaba esa visión de la gente que tenía en mente durante la pandemia, a la que no podías acercarte ni tenderles una mano ni darles un abrazo… Y de ahí salieron varios cuadros que eran todo un tema de grisallas, como aquel ojo de allí, la idea de empezar a buscar un sitio para exponerlos físicamente.

Y este que tenemos aquí detrás.

Este es de la última exposición, que son las huellas.

La última, ultimísima, porque ¡no para de exponer!

Esta ultimísima, sí, que empezaba hablando de los objetos que nos quedamos cuando fallece un familiar. Como referencias, además, tuve muy presente el libro Cazar leones en Escocia, de Cruz Sánchez de Lara. Cuando terminé de leerlo le dije a Cruz que su lectura me había ayudado mucho porque te das cuenta de que, al final, cuando cerramos una casa es cuando realmente caes en la cuenta de cómo eran tus padres.

Por eso si hablaban de las parejas, yo sentía que estaban todos referenciados, no solo mi padre, que falleció como te decía al principio durante la pandemia, sino también mi madre, que seguía viva, y hasta que no se murió mamá, no cerramos un ciclo y entendimos la muerte de los dos.

Y comprendes lo que esa pareja te deja y cómo los ves y recuerdas a través de sus objetos o los objetos que tú te quedas, que te ayudan referenciar cómo eran, cómo era su vida, cómo era su actitud ante la vida. Mis padres, por ejemplo, siempre buscaban lo bello: mi padre era un asceta, pero mi madre era todavía más asceta que él, y siempre estaban en esa búsqueda de la belleza y de lo bello, lo veían claro.

Y por eso esta última exposición está inspirada por las ausencias, por la pérdida y por la muerte plácida.

Sí. Mis padres tuvieron la suerte de morir en su cama, en compañía de su familia, en estos tiempos tan convulsos pero yo quería representar la pena, en este caso, a través de las figuras de animales muertos que encontré este verano en la playa, en Portugal, donde siempre veraneamos.

Estaban, por ejemplo, en la orilla, y se veía que no era muerte cruenta, sino que ver a ese cormorán en la arena daba una sensación de paz… Es ese cuadro que ves ahí, con el fondo de oro…

Otro de los cuadros pintados por el diseñador Santiago Bandrés. Esteban Palazuelos

Igual que los estudios de mis huellas en la arena, que me llevaron a hacer toda la parte de la exposición sobre las huellas que nos dejan y que dejamos. Y las grietas también estaban ahí: las grietas que nos dejan, en las que hay algunas que cierras, grietas que ya se han superado, y otras que tardas más en cerrar. Y las arrugas, que también son grietas de nuestras vivencias.

A pesar de su juvenil aspecto, lleva ya muchísimos años en el mundo de la moda, ¿nos quiere confesar cuántos?

Pues, mira, mi primera colección fue en el año 92, o sea que ya llevaba tiempo trabajando con Modesto Lomba, con Devota y Lomba. La primera colección de novias de ellos era la diseñé yo... O sea que ya, bueno, lo que pasa que tenía muy claro mi planteamiento y tenía muy claro también el objetivo. Entonces trabajé muy poco para otras empresas. Ya me lancé con mi propia línea y desde entonces hasta ahora…

Y ahora tiene clientas por todo el mundo, en Londres, en París, en Nueva York… algún otro sitio así sorprendente, tipo Catar…

No, la clientela árabe todavía no ha llamado a mi puerta. Mis clientas viven o tienen casas en diferentes sitios y ha sido una labor de boca a boca. No ha sido tanto publicitarse, sino que tus clientas satisfechas les hablan a otras de ti.

Bueno, mi clientela internacional, por supuesto, se la debo a Cristina Macaya, que ha sido mi mentora a nivel internacional y que tiene muchísimos amigos en todo el mundo.

Santiago Bandrés posa en su estudio , frente a un retrato que le hizo a su madre y en el que lleva el traje de chaqueta que él le diseñó. Esteban Palazuelos

Lo que queríamos demostrar con este reportaje era la estrechísima relación entre la moda y el arte. ¿Cómo se mueves en los dos mundos? 

Bueno, siempre han estado conectados. El arte sin la moda no podría existir y la moda sin el arte tampoco. Lo que pasa es que el arte es algo más abstracto, porque el arte al final es una cosa para observar y la moda, sin embargo, tiene que ser algo que tú puedas llevar y que cumpla una función.

O sea, ya no sólo una función estética, una función de movilidad, de sentarte a cenar. Y eso tiene una complejidad también porque, en el diseño en el espacio abstracto, se permite todo. Pero cuando tienes dos brazos y dos piernas y un tamaño de tronco y un tamaño de pierna, pues ahí estás mucho más condicionado a la hora de crear.

El creador, junto a uno de sus vestidos y uno de sus cuadros. Esteban Palazuelos

Decía antes que uno de los vestidos que enseñamos es un homenaje a Balenciaga. Y es de los diseñadores españoles en cuyos vestidos se ve más clara su influencia.

Eso igual ha sido por nuestra educación. Mi generación y tres generaciones más tuvimos la gran suerte de que se creó en la Politécnica, en la Escuela Superior de Diseño de Moda, una iniciativa que denominaron la Cátedra Balenciaga, cuyo gran exponente es Javier Martín, que era que era compañero mío de clase y que sigue dando cursos de las técnicas de Balenciaga.

Esa cátedra a todos nos imbuyó un poco ese sentido de la estética de Balenciaga, de su forma de trabajar… Y yo también trato de hacer las cosas con las menos costuras posibles. Me acuerdo, cuando trabajé con Elio [Berhanyer], que viendo un vestido me decía: “Es que me molestan las pinzas, me molestan los botones…” porque ya lo había hecho todo en esta profesión y seguía buscando.

Yo llevo ya 30 años en esto y ya he hecho la manga jamón, la manga sastre… pero llega un momento que estás buscando algo que sea... no sé, como la mínima expresión de línea y que cumpla todos los efectos de lo anterior.

El diseñador, en la zona de prèt-à-porter, con un vestido, un abrigo y uno de los cuadros de su última exposición.

Ahora que menciona al gran Elio, cómo lo echamos de menos. Uno de nuestros nombres más internacionales y más humildes.

Yo tuve la suerte de empezar a trabajar con él nada más volver de Nueva York: me contrataron y estuve trabajando con él tres temporadas y ya luego me puse por mi cuenta.

Porque siempre me pasa igual, que nunca he tenido muchos jefes, con lo cual no soporto mucho a los jefes. Pero con Elio fue una etapa muy buena porque los dos veníamos de la costura, con lo cual los dos entendíamos lo mismo y compartíamos la misma visión.

El tuvo la gran suerte de ser el comisario, además, de la primera exposición que se hizo a nivel moda en España, que fue el homenaje a Pertegaz, y que se logró además hacer en un museo como el Reina Sofía.

Y fue muy bonito ver juntos a los dos maestros vivos de la moda española, que fueron nuestros abanderados en todas las exposiciones internacionales, y entre los que había habido una cierta rivalidad en sus inicios, y comprobar cómo al final entre los dos no había piques, sino que había un respeto mutuo impresionante.

Una de las creaciones de prêt-à-porter del diseñador, junto a uno de los retratos que pinta por encargo para clientas y amigos. Esteban Palazuelos

Me hablaba de la costura. ¿Se ha perdido un poco lo que significa la costura? ¿Entiende ahora la gente lo que es y representa?

Cuesta más. Ahora la gente lo puede entender a lo mejor en su traje de novia. Pero yo nunca me he dedicado solo a fiesta y a novias, como mucha de la gente de la costura, sino que he tratado de hacer siempre la costura desde la sastrería.

Y hemos hecho muchas cosas para muchas clientas, por ejemplo, recuerdo una clienta nuestra americana que ya no encontraba camisones ni lencería para ella y le hacíamos hasta los propios camisones de las batas porque lo que ella quería tener es algo a medida, hecho para ella, en exclusividad y también con su toque.

Al final, siempre he creído que la clienta tiene mucho que decir y hay que imbuirse de la estética de esa persona para poder hacer un buen trabajo, y por eso siempre he intentado conocer a la persona para saber cómo se mueve, cuáles son sus aficiones, su color favorito, y otras muchas cosas, en definitiva, cómo es su vida, para poder expresarla a través de su ropa.

Será por eso que sus trajes de novia tienen tanto éxito…

Pues no lo sé. Aquí es complicado, además de hacerse un traje de novia porque no se prueban toiles ni trajes pasados de novias, sino que empiezan probándose trajes de noche.

Porque, al final, un vestido de novia no deja de ser un traje largo, con cola y ese no sé qué, que tienen también los trajes de noche. Y luego, de ese traje de noche que se prueba saldrá su traje de novia, que en España es blanco y en Hong Kong es rojo.

Y me encanta esa idea suya de la capa que luego se convierte en un elemento más de la falda porque luego ves esas novias, pobres, que bailan con la cola en el brazo y piensas qué cosa más incómoda…

Hay muchas técnicas para acortar las colas… Nosotros hacemos muchos vestidos con botones interiores para que la cola se vaya acortando según va pasando la noche, pero cuando quieres una cola importante que salga desde el vestido es que no hay más remedio.

Y creo que un traje de novia, para que tenga un recorrido más allá de las ceremonia, no se trata tan solo de quitar un velo, sino de que luego se pueda quitar la cola y que sean, en definitiva, un poco desmontables.

Prefiero eso, que al final es un traje que se va a utilizar solo ese día, que hacer tres cambios de vestido, desde luego, porque los tres cambios de vestido para tres momento me parece más una excentricidad.

Y es más sostenible lo que tú propones.

Sí, pero aparte que es que son momentos distintos. Una cosa es la ceremonia y otra el cóctel y otra la cena y otra el baile y otra cosa el final de fiesta, donde la gente joven lo que quiere es divertirse. Y tienen que estar cómodas en todos esos momentos.

Ha sido pionero en una manera de entender la moda, con todo el respeto del mundo, pero sin dramatismos, es decir, una moda muy sostenible y muy ponible, cuando antiguamente la palabra 'ponible' era antema.

Es que lo sostenible, al final, es cuando una de tus piezas llega a ser un fondo de armario, es decir, es esa pieza que no quieres deshacerte de ella porque la vas sacando, cíclicamente, y no envejece. O sea, forma parte de tu personalidad, es un buen abrigo, por ejemplo, pero con tu rollo y con tu historia.

Y a mí me encanta, cuando vienen clientas mías mayores y me cuentan que sus hijas se han puesto el abrigo que ellas tenían y que, ahora, sus nietas se lo piden también. Y eso me parece maravilloso porque es una pieza que seguirá en ese armario porque es como un ente que te da confianza en ti misma.

Hasta que llegue un día en el se deshagan de ella, porque la regalen o la donen a un museo. Nunca lo sabremos pero, hasta entonces, ha sido tu fondo de armario.

Santiago Bandrés, con uno de los chalecos de lujo que diseña para hombre.

Y también ha sido pionero en vestir tanto a la mujer como al hombre, y ahí es ustde su mejor modelo de estos maravillosos chalecos que diseña, como el que lleva y otras prendas masculinas…

Ahora ya no hacemos tanta sastrería masculina, porque el problema de la sastrería masculina es la mano de obra. Y habría que reivindicar a esas fundaciones de gremios y hacer un esfuerzo para volver a retomar trabajos como la confección, como la sastrería… que se están perdiendo.

En Francia, en ese aspecto, siguen conservando esos oficios y siguen teniendo bordadores, floristas, plumistas, que elaboran a mano los bordados, las flores, las plumas y los botones que llevan los vestidos.

Allí siguen teniendo un montón de cosas que aquí se han ido perdiendo porque todo el mundo quiere ser instagramer o todo el mundo quiere hacer un curso de informática mientras se pierde esa artesanía.

Yo siempre digo que la artesanía no solo paga tu vida, y las facturas de tu día a día, sino que hay un pago a la esencia de tu persona, a tu alma. Y, cuando tú has hecho una buena labor y lo ves plasmado, como cuando con la gente de taller vemos un traje terminado que nos ha quedado impecable, pues tienes un regocijo personal y un orgullo de lo que se ha conseguido y de todo ese trabajo que hay detrás.

Ahora se nos olvida que la palabra artesanía viene de arte.

Claro. Se considera la artesanía como un arte más pequeño, y si ahora la alfarería está equiparada a la escultura, ¿por qué no equiparar la moda al arte? La moda tardó mucho en llegar a los museos, pero ahora ya estamos en todos los grandes museos y se están haciendo exposiciones de moda en ellos, elaborando ese diálogo entre el arte y la moda.

Ahora tenemos la de Picasso y Chanel en el Thyssen pero, en París hace muchos años hicieron una de Madame Gres en el estudio de Rodin. Y es que eran esculturas con sus drapeados...

¡A Madame Grès me ha recordado su vestido negro!

Sí, sí, claro, porque los recorridos que ella buscaba con el drapeado eran los recorridos del cuerpo. Y el vestido negro que dices hace un poco eso también, porque al final esto simula las costillas, la cadera...

Santiago Bandrés muestra uno de sus vestidos de fiesta y una de sus famosas 'golas' (dcha.) y uno de los retratos que pinta. Esteban Palazuelos

En inglés a la artesanía y sus oficios los llaman fine arts.

En los que entraba la joyería, el cristal, las vidrieras y las artes decorativas en general.

Si el cine es el 7º arte, la fotografía es el 8º y pongamos que el vídeo sea el 9º…

¿Y por qué vas a poner el vídeo antes de la moda?

Pues yo decía que la moda fuera el 10º arte por identificarla con el diez, que en el colegio es la nota máxima…

Siempre está mejor un nueve que un diez, porque el diez, en la moda, no se consigue nunca. Balenciaga decía que podría probar un traje 300 veces y todavía seguiría sacándole un ‘pero’ a una costura que retenía, a un pliegue que no le satisfacía.

O sea que sacar un diez en moda es muy, muy complicado. Trabajamos para un cuerpo en movimiento y, al hacer un movimiento con el brazo, ya has cambiado la manga. Un vestido no es una escultura. La escultura está estática. Ahí la arruga no existe. Pero en un traje el movimiento ya ha cambiado el volumen…

Varios cuadros de la última colección del artista y diseñador, junto a uno de sus vestidos y tocados. Esteban Palazuelos

Y, como hablábamos antes, cuando vacían las casas de sus padres, para muchas personas parece que es muy obvio que hay que conservar las obras de arte y las joyas porque es lo que tiene más valor. Y, sin embargo, los que amamos la moda sabemos que debemos conservar ese abrigo de la abuela o esa blusa o su guardarropa entero…

Y que hoy además eso es un valor en alza. Hay todo un negocio sobre la ropa vintage de diferentes diseñadores y de diferentes períodos. Christie's acaba de hacer una subasta ahora importantísima de patrimonio de Chanel, de Madame Grès, de Úngaro, de Valentino…

España ha tenido siempre un problema añadido: fuera de España siempre se ha cuidado mucho respetar el traje como era y, sin embargo, España ha sido muy dado a la modistería, a tener esa modista que venía a casa o de confianza, pues no se deshacían de ellos pero los modificaban de arriba a abajo…

…hasta dejarlos irreconocibles.

Exacto. Y tú que has vivido en Nueva York como yo, sabes que allí no modifican la ropa de los grandes diseñadores, sino que cuando alguien fallece, en lugar de tirarla o transformarla, la ropa volaba y acababa en un vintage o en una tienda de segunda mano.

Para delicia nuestra, que así nos hemos podido permitir llevar un Dior, un Chanel, un Yves Saint Laurent o cualquier otra marca de alta costura...

Sí, para delicia nuestra. Pero, bueno, pero es que allí la gente no entendía que se modificara un traje de Dior. Y aquí, sin embargo, cuando empezaron a organizar el Museo Balenciaga, acudieron a muchas de las grandes familias que tenían esos balenciagas y resulta que del vestido de novia de la abuela habían hecho un vestido de cristianar para el nieto.

Y el abrigo maravilloso lo habían acortado y convertido en un chaquetón y una chaqueta la habían desbaratado y transformado poniéndole hombreras y eliminando el cuello. La figura de la modista de casa, en algunos casos, fue un poco un problema para conservar esa ropa tal y como fue concebida.

Es como si alguien hereda un Picasso y se plantea darle un brochazo al cuadro…

Claro, pero bueno, ellos pensaban que al final también era una manera sostenible porque realmente era recuperar esa prenda para darle un nuevo uso con el paso de los años. Y sólo se recuperaban las prendas que no eran tan evidentes de una determinada época, los clásicos e intemporales...

Sólo los grandes maestros pudieron pasar por ese momento. Y de piezas de Balenciaga que llegaron hasta los 80 que yo he visto con hombreras o trajes de Pertegaz con los que mis amigas, años después, acudieron a una boda en el año 2.000 y eran las más modernas del lugar ¿no?

Pero siempre hubo casas en las que, quizás por tener un menor potencial económico, y porque se trataba de tejidos muy buenos, optaban por la modificación para ver si le daban una segunda oportunidad.

Y ya no había quien reconociera la prenda en su esencia de toda la vida, tal y como fue concebida por su creador.

Exacto. Una auténtica pena.

Uno de los retratos del diseñador, junto a uno de los corsés que diseña con brocados antiguos. Esteban Palazuelos

Yo suelo acabar las entrevistas así: ¿alguna pregunta que no te haya hecho o algo que te gustaría contar?

Pues yo sigo a piñón fijo con que habría que institucionalizar (y no sé cómo, ni si es una competencia del gobierno directamente o de la Comunidad de Madrid) pero creo que sería fundamental, que se crearán escuelas-taller en las que la gente pudiera aprender un oficio tan bonito como es la moda.

Y que los creadores puedan compartir su talento con todos esos chicos y chicas deseosos de aprender.

Nosotros tenemos gente de training aquí siempre, porque me parece una labor fundamental. Al igual que a mí me enseñaron, creo que es algo que no te puedes llevar al otro barrio sin haberlo comunicado. Y además, la gente tiene que aprender.

Fíjate aquí el primer ejercicio que hacen cuando vienen los trainees es recolocar las telas que tengo en la sala de telas, muchas de ellas antiguas, en tejidos maravillosos que ya no se fabrican. Y a algunos no les parece un ejercicio sino como si estuvieran haciendo limpieza y no, no es eso.

Es que tienen que tocar tejidos y luego recolocar las telas en un orden cromático con el que tu ojo se va habituando a que este turquesa tira azul y que el otro turquesa tira verde. Y colocando en las telas, además, haces el ejercicio también de ver qué estampado queda bien al lado de un color liso.

Entonces te abre también un campo enorme, al conocimiento del textil. Y el conocimiento de la tela es el que te da el conocimiento del patrón, y el conocimiento del patrón es el que te da el conocimiento de cómo va a quedar esa esa prenda. Pero si tú no escuchas lo que quiere la tela en sí, pues ahí ya estás vendido, porque es tu materia prima.

Esto también lo decía Balenciaga, que la tela te habla y que de un tafetán no puedes esperar lo mismo que de una gasa…

Ni le puedes pedir lo mismo. Claro. Y todos al final tiramos y yo sigo tirando la tela encima del maniquí o por encima del cuerpo de la modelo, para ver cómo responde, qué pliegues hay. Y si no me la coloco yo, que también lo veo, porque es la manera de ver por dónde quiere ir la tela.