El delineador es un elemento básico en el mundo del maquillaje, una herramienta que puede transformar nuestra apariencia con solo un par de trazos. Debido a su poder transformador, también es uno de los elementos más populares, que cuenta con una eterna fila de personas que, a pesar de confiar profundamente en sus resultados, no terminan de aprender la técnica perfecta.
Por mucho que el famoso eyeliner cuente con una capacidad rejuvenecedora y logra agrandar la mirada en solo unos segundos, trazar el perfecto necesita no solo una técnica precisa, sino una práctica que se consigue con el paso del tiempo. En este contexto, es normal que miles de personas busquen la alternativa igual de efectiva, pero mucho más sencilla, como el lápiz de ojos.
Mucho antes de aparecer el delineado que conocemos hoy en día, el lápiz de ojos negro era el aliado de millones de personas para agrandar la mirada. Unos años después, concretamente en la década de los 90, apareció su versión en blanco, que actualmente es el truco más sencillo para lograr resultados increíbles: la clave está en delinear la línea de agua inferior.
El truco del lápiz blanco
El lápiz de ojos tiene mucha más historia que el eyeliner; sin embargo, sus usos han ido esfumándose con el paso del tiempo y, sobre todo, con la llegada de las técnicas que ahora conquistan a millones de personas. Sin embargo, esa herramienta que ya casi no se usa, puede convertirse en una gran aliada para conseguir los mismos resultados.
La forma más sencilla y eficaz de emplearlo es aplicarlo en la línea de agua. De esta forma, conseguimos neutralizar el color carne o ligeramente rojizo debido a la vascularización de esta área sensible y, por tanto, abrir y resaltar la mirada.
La clave de su efecto rejuvenecedor radica en cómo juega con la percepción visual. A medida que envejecemos, los ojos pueden parecer más pequeños o más hundidos debido a la pérdida de elasticidad de la piel circundante y la disminución del brillo natural de la mirada.
El lápiz blanco contrarresta estos efectos al reflejar la luz, lo que genera una apariencia más luminosa y revitalizada. Esta técnica aporta un aire juvenil y fresco, ya que evoca la claridad e intensidad de los ojos. Además, al agrandar visualmente los ojos, desvía la atención de posibles signos de cansancio o líneas finas, enfocándola en la expresión misma.
El efecto es especialmente favorecedor en personas con ojos marrones o verdes. En el caso de los colores oscuros, el blanco crea un contraste que intensifica la profundidad del color, haciendo que se vean más cálidos y cautivadores. Para los más claros, el lápiz blanco resalta sus matices naturales, otorgándoles un brillo que parece casi artificial.
Otro beneficio adicional del lápiz blanco es su versatilidad. Puede usarse no solo en la línea de agua, sino también en otros puntos estratégicos, como el lagrimal o incluso debajo del arco de las cejas, para aportar más luz al rostro y acentuar las facciones.
El lápiz blanco puede funcionar de forma individual en cualquier maquillaje simple; sin embargo, para duplicar sus efectos y resultados, lo ideal es añadir sombras al párpado móvil. En el caso de que tengamos prisa, con un par de marrones para añadir profundidad es suficiente, pero si queremos algo más, podemos optar por algo más elaborado.
Al ser un elemento muy básico y simple, podemos combinarlo con facilidad con otro tipo de técnicas, como el delineado tradicional. En la parte de la línea de agua añadiremos el color blanco, mientras que en el párpado podemos trazar un eyeliner, tanto fijo como con sombra, para rasgar el ojo.
Con delineado no nos referimos únicamente a productos fijos, sino que existen una infinidad de técnicas que nos permiten equivocarnos y volver a empezar. El lápiz de ojos negro puede ser nuestro mayor aliado. Solo tenemos que trazar una línea en la línea superior de las pestañas y, simplemente, difuminarla hacia el exterior.