Mi libro, Fuego que no muere es mi intento, a través de la búsqueda histórica, de comprender porqué el mundo sigue polarizándose.
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Es también la comprobación de que mientras las ideologías políticas se radicalizan hasta desgastarse y fracasar, el amor y el arte permanecen, para transformarse de modos insospechados.
Conclusiones a las que llegué después de haber explorado durante trece años, la vida de la fotógrafa italiana Tina Modotti, conocida en la guerra civil española como María, y su compatriota Vittorio Vidali, el temerario Comandante Carlos del V Regimiento. Dos personajes apasionantes y apasionados, que encarnan el pensamiento de una era y de los ismos que la caracterizaron.
En especial, un modo del comunismo, un movimiento por el cual estuvieron dispuestos a morir o a matar y que, sin embargo, no cumplió con sus propias expectativas.
La vida de una mujer sensible y talentosa, adelantada a su época y posiblemente afecta por el síndrome de la decepción anticipada, que la llevó a abandonar cada una de sus vidas hasta dejar la vida misma: primero humilde obrera friulana, luego emigrante, sobreviviente y emprendedora; actriz en el Hollywood del cine mudo, más tarde fotógrafa, discípula de uno de los padres de la fotografía (Edward Weston) y, por último, la más grande de sus pasiones: la causa social a través de la lucha revolucionaria.
Una recapitulación alcanzada después de haber investigado su vida, pero también su muerte, sucedida en la Ciudad de México en 1942 a los 46 años de edad abordo de un taxi. Una muerte considerada sospechosa en su tiempo y de la que fue acusado el mismo Vittorio, su última pareja, quien no asistió a su funeral y se casó con otra mujer a los pocos meses. Un hombre al que su amigo Pablo Neruda le dedicó unos versos que el mismo poeta recitó en el funeral de Tina y que terminan así: porque el fuego no muere…
La acusación se suma a muchas otras en contra de este controversial italiano, quien fue parte de un grupo subversivo antifascista en la Italia de los años veinte, sindicalista en los Estados Unidos de las grandes huelgas, representante del Comintern en Rusia, México, Francia y España.
A lo largo de su vida, Vidali fue señalado como partícipe en más de un crímen: el asesinato de uno de los fundadores del Partido Comunista Cubano y ex pareja de la misma Tina, Julio Antonio Mella; el del líder del POUM, el catalán Andreu Nin; el del mismísimo Trostki; el del anarquista italo-americano Carlo Tresca.
En tiempos más recientes, cuando Vittorio ya representaba el Partido Comunista Italiano, y después de haber atentado contra el Mariscal Tito, y hasta de haber sido el cerebro de las Brigadas Rojas, el grupo terrorista que secuestró y asesinó al premier Aldo Moro.
A pesar de todo esto, Vittorio Vidali muere en su cama a los 81 años y con honores, once libros publicados y algunos inéditos (a los que tuve acceso gracias a la disponibilidad de su descendencia) y con una apología fúnebre a cargo del escritor Claudio Magris.
A través de un personaje ficticio –un joven aspirante fotógrafo que encuentra a Tina en la morgue y se obsesiona con descubrir la verdad acerca de su muerte– Fuego que no muere, escrito con los recursos del thriller, pero también de la crónica y del ensayo, presenta la perspectiva de quienes vivieron las consecuencias de los actos de estas dos figuras del comunismo mundial: Vittorio, un revolucionario que con el tiempo se institucionalizó y Tina, una artista que se radicalizó y decepcionó.
Lo cierto es que Tina Modotti despertó pasiones en vida y continúa haciéndolo de muerta. Entre revolución armada y revolución estética, entre realidad y ficción, a través de su protofan, esta novela muestra los cuestionamientos –en materia amorosa, artística y política– tanto de su joven admirador, como del Vittorio, hombre complejo y a menudo indescifrable, y los de la misma Tina, convertida en la actualidad en un ícono feminista, muy a su pesar.
Al final, Fuego que no muere puede resumirse como la historia de dos hombres, cuyos ideales, tiempos y modos difieren, pero cuyas pasiones se consumen en la misma hoguera: el recuerdo de una Tina ensalzada por ambos.
Más allá de la investigación histórica –del marco político social, del misterio alrededor de los hechos– ésta es una historia de amor: el amor cruzado entre dos parejas que comparten una pasión y una obsesión común. Amores no lineales ni convencionales, –el de Tina y Vittorio siempre estuvo precedido por su devoción a la causa– pero que perduran en el tiempo y siguen desarrollándose y creciendo incluso después de la muerte. ¡Ah, el amor –que en materia política podría traducirse en conciliación– es siempre lo que nos salva!
Por último, el título de esta novela, inspirada en la última frase del poema de Neruda que se encuentra grabado en la tumba de Tina en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México, tiene dos mensajes implicitos.
El primero es literal y se refiere al hecho que el recuerdo de Modotti no se apagará porque fue capaz de trascender su vida y su tiempo através de sus actos, pero sobre todo gracias a su testimonio artístico, que continua circulando en los museos y en las subastas de todo el mundo.
El otro mensaje es filosófico y se refiere a que espero que ni el amor, ni el sueño de una sociedad más justa muera nunca. A ese respecto, y frente a la bipolaridad de las ideologías, creo que es imprescindible recordar adonde condujeron los experimentos ideológicos del pasado, muy a pesar de sus buenas intenciones.
Fuego que no muere se presentará en Madrid: el 18 de enero a las 20:00 hrs, en la librería Pérgamo –en compañía de Jorge F. Hernández– y el 19 de enero a las 19:30 dentro del marco del conversatorio titulado 'México, motor para la creración literaria' –en compañía de Laura García Arroyo, Laura Martínez Belli, Ligia Urroz y Verónica E. Llaca.