Una sociedad que asume el rol productivo de las mujeres no necesariamente es menos sexista: "La confianza no solo tiene un género, sino que está diseñada contra las mujeres". Así de categórica es la conclusión principal del estudio de los investigadores Juliet Bourke y Darren T. Baker y que la Harvard Business School acaba de publicar.
De hecho, de ellas se suele esperar más ahínco y vehemencia que con los hombres a la hora de demostrar su grado de ambición, cuánto desean progresar en sus carreras y hasta dónde están dispuestas a llegar para mejorar su situación socioeconómica.
Procesos que, en general, vienen envueltos de supuestos mensajes de ánimo y que pasan desde el "mantente firme" al "trata de ser simpática para no intimidar a nadie". Se trata de consejos o pensamientos que, en realidad y por defecto, están sentando en el banquillo la propia autoestima. Esto, señalan los investigadores, responde al hecho de que los estereotipos de género atraviesan lo que entendemos por "confianza".
Así las cosas, independientemente de si una mujer consigue o no cumplir con un determinado objetivo, la culpa -ese concepto que carga el diablo- suele recaer sobre la mujer, con un argumento que suele poner en el centro la falta o exceso de autoestima. De esta forma, señala el estudio, son ellas las que acaban castigándose, pudiendo debilitar la autopercepción de confianza.
El estudio de Harvard sobre la autoconfianza
Los investigadores realizaron entrevistas en profundidad con 30 líderes sénior masculinos y 36 femeninos que trabajan como directores, socios y ejecutivos en contabilidad y finanzas en el Reino Unido. Todos ellos tuvieron que describir con sus propias palabras los momentos clave de su trayectoria profesional en función de su género.
¿El resultado? La gran mayoría de las mujeres (33 de 36) apelaron a la confianza para explicar su caso: una de ellas se culpaba por no haber negociado un mejor sueldo con su empleador; otra reflexionó sobre la falta de empleabilidad de las que están sobrecualificadas; otra, aseguró que quería ayudar a las mujeres con su autoconfianza.
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En contraste, solo 6 de los 30 de los hombres entrevistados mencionó la confianza como un factor relevante para explicar o comprender sus trayectorias profesionales.
Lo curioso es que sí mencionaron la autoestima para juzgar el desempeño profesional de las mujeres: uno de ellos se mostró convencido de que el error de ellas era señalar sus propias debilidades, en lugar de promover sus fortalezas, al tiempo que criticaba la "agresividad" de algunas mujeres en las entrevistas. Otro dio un paso más, asegurando que una de sus compañeras había tratado de convertirse en el "macho alfa", mientras él trataba de "hacerla entrar en razón para que fuera ella misma": "Si hubiera tenido la autoconfianza necesaria, habría tenido más éxito".
Por tanto, según el estudio de Harvard, la confianza en una misma o la autoestima es, a día de hoy, la narrativa preferida por hombres y mujeres para explicar "la progresión más lenta de éstas en el trabajo".
Las trampas de la autoconfianza
Si bien se ha demostrado que prestar atención a la autoconfianza presenta ciertos beneficios para las mujeres, la partida la ganan los impactos negativos, tanto para la salud mental como para la igualdad de género.
Y es que los investigadores averiguaron que los efectos terapéuticos de centrarse en la autoestima son solo temporales. A largo plazo, de hecho, pueden traducirse en una excesiva autocrítica, un mar de dudas e indecisión y una peor salud. La culpa, concepto judeocristiano, juega un papel importante en esta ecuación, pues las mujeres tienden a asumirla incluso por asuntos y circunstancias que escapan a su control.
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En psicoanálisis, señala el estudio de Harvard, culparse a sí mismo es una respuesta destructiva y especialmente dolorosa. Y aunque las encuestadas reconocieron que habían sido tratadas injustamente, asumieron la culpa en lugar de achacarla a la organización o los partícipes de esas situaciones.
Además, el enfoque de la autoestima se emplea como estrategia individual, omitiendo las barreras organizacionales más arraigadas, como el hecho de que los estereotipos alimentan los roles de género y el diseño del trabajo.
Otra de las conclusiones del estudio reconoce la peligrosidad de asociar la demostración de autoconfianza con una aspiración positiva: aunque puede ser valiosa en algunas situaciones, demostrar humildad y vulnerabilidad tiene un efecto humanizador necesario para crear las condiciones de un buen ambiente laboral.
Este estudio demuestra que los estereotipos de género se reproducen sin que apenas nos demos cuenta. Al tiempo que la sociedad da forma a la igualdad: ¿se están definiendo los liderazgos femeninos a riesgo de masculinizarse? ¿Deberían redefinirse los liderazgos masculinos?