Más de 5.000 años de historia avalan la práctica de yoga que nació en la India como una antigua filosofía, y desde 2016 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
[Pati Galatas, profesora de yoga de Tamara Falcó: "Parece que si no piensas en ello, no te mueres"]
En los últimos años, se ha popularizado como una forma de ejercicio basado en posturas, respiración, meditación y relajación que consiguen múltiples beneficios físicos y psíquicos.
Entre los beneficios físicos que se obtienen con la práctica de yoga, destaca el aumento de la fuerza y el tono muscular, la flexibilidad, la energía y la vitalidad, así como puede disminuir el dolor de espalda, la artritis, los dolores de cabeza, la presión arterial y el insomnio, entre otros muchos.
Hoy millones de personas en todo el mundo practican alguna de sus variantes, convirtiéndose en una forma de entender el cuerpo y de entender la vida.
Asanas y respiración
Toda práctica de yoga se basa en una serie de posturas físicas, técnicas de respiración y meditación, que buscan alcanzar un estado de equilibrio y armonía. Por lo tanto, además de los físicos, también tiene beneficios holísticos para la salud mental y emocional.
Realizar esta dinámica de forma regular ayuda a reducir el estrés, mejorar la concentración, aliviar la ansiedad y promover la relajación profunda. Además, fomenta la conexión cuerpo-mente, lo que contribuye a una mayor sensación de bienestar.
A Hatha yoga, Vinyasa yoga, Kundalini yoga o Ashtanga yoga, las diferentes variantes, les ha salido un hermano pequeño: el yoga de flujo lento.
Es quizás más desconocido, y destaca por sus movimientos suaves y pausados, haciendo hincapié en la conexión entre la respiración y el movimiento. A diferencia de los estilos más dinámicos, el yoga de flujo lento permite una atención plena en cada postura.
Se trata de combinar las posturas de yoga tradicionales que fluyen de una a otra y se mantiene la secuencia durante más tiempo.
Los especialistas coinciden en que este tipo de yoga de flujo lento es especialmente interesante para las personas que tienen más estrés, ya que sus estiramientos profundos, combinados con la conciencia respiratoria, promueven la relajación profunda, el equilibrio emocional y el autodescubrimiento.
Es interesante este tipo de yoga sobre todo, para quienes se inicien en la práctica o para quienes necesiten bajar el ritmo del día a día. Para aquellas personas que están inmersas en un ritmo frenético en su vida.
Ritmo más lento
Al avanzar por las asanas a un ritmo más lento, se reduce la intensidad energética general de la actividad, y eso la convierte en una experiencia relajante y reparadora.
Hacer yoga a un ritmo más lento, permite sentir cada movimiento, obteniendo una comprensión más profunda del cuerpo, sintiendo los ajustes y las molestias que se han ido acumulando con el tiempo y trabajando para liberarlos.
Lauren Imparato en su libro Yoga para la vida real (Ed. Planeta, 2016) asegura que: “La solución a todo el estrés, el dolor, la ansiedad, el dolor de estómago, la falta de energía, los bajones de ánimo… pasa por cambiar nuestro mundo interior, en vez de luchar contra el exterior. Necesitamos una solución intemporal, eficaz y funcional. Una solución basada en la ciencia, la anatomía, la psicología, la filosofía y la bioquímica, así como en la vida que de verdad llevamos”.
Y añade que: “Según la teoría del yoga todos tenemos dos cuerpos, el físico y el energético, es decir, el externo y el interno, el tangible y el intangible. En una clase de yoga bien estructurada, la combinación de las series de posturas tiene el mismo efecto que un tratamiento de acupuntura completo, dado que desplazan la energía hacia el interior del cuerpo”, concluye.
Estas son las características del yoga de flujo lento:
Respirar con conciencia. Sincronizar la respiración con el movimiento es esencial. La atención consciente a la respiración no sólo oxigena el cuerpo de manera más eficiente, sino que también actúa como un ancla para la mente, promoviendo la relajación.
Movimientos suaves. El énfasis en los movimientos fluidos en este tipo de yoga, busca evitar transiciones bruscas entre las diversas posturas o asanas. Esto ayuda a reducir el riesgo de lesiones y también fomenta que la mente y el cuerpo se muevan de forma armónica.
Atención plena. Aquí y ahora, mindfulness, implica estar completamente presente en el momento actual. Se consigue una mayor conciencia y calma mental.
Estiramientos más profundos. Las posturas en el yoga de flujo lento suelen implicar estiramientos más profundos que ayudan a mejorar la flexibilidad, la circulación sanguínea y aliviar la tensión de los músculos.
Equilibrio emocional. Conecta mente y cuerpo y por lo tanto, puede ayudar a equilibrar las emociones y conseguir estabilidad emocional.