En el frenético mundo actual, es fácil sentirse abrumado por el estrés y la tensión. El ritmo acelerado de nuestra vida cotidiana puede pasar factura tanto al cuerpo como a la mente. El nuevo año acaba de empezar y tenemos que encontrar la manera de dedicar tiempo a nosotros mismos, a nuestro cuerpo y a nuestra mente.
Afortunadamente, un masaje puede ayudarnos a aliviar estos problemas y proporcionarnos la liberación y el bienestar que tanto necesitamos. Darse un respiro de vez en cuando es el mejor propósito que puedes hacerte al empezar el nuevo año.
En civilizaciones distintas a la nuestra, el masaje ha demostrado su eficacia desde hace mucho tiempo. Incluso forma parte integrante de ciertas medicinas tradicionales, como en Japón y China.
En Europa, el masaje se consideraba un tratamiento terapéutico que sólo aplicaban los fisioterapeutas a los deportistas profesionales o a los enfermos graves. Desde hace muchos años, se ha democratizado y forma parte de nuestra rutina de confort y bienestar.
Hoy en día, los masajes contribuyen a mejorar la salud estimulando el sistema inmunitario del organismo y combatiendo las infecciones, además de desarrollar la flexibilidad mediante el fortalecimiento de ligamentos y articulaciones. Este fortalecimiento da más fuerza y resistencia física, y también favorece una mayor resistencia a las enfermedades. Además de eliminar tensiones y toxinas, el masaje mejora el sueño y la serenidad.
¿Tienes el reflejo en verano de amasar la arena caliente o tocar la superficie del mar con los dedos, y en invierno de sentir la suavidad de una manta y el calor de una chimenea? Es importante que tu cuerpo esté receptivo al contacto con la naturaleza y de tu entorno. Es la condición ideal para aprender a dar masajes. Para que tu mente esté menos distraída por las preocupaciones, necesitas adoptar una rutina de masajes que te permita empezar el día cómodamente, y escuchar tus sensaciones.
Masaje a un ser querido
En pareja o con un amigo cercano, prácticas el arte del masaje al tiempo que refuerzas el vínculo. La técnica adecuada: caricias firmes o movimientos largos y lentos, y evite el masaje superficial.
Cinco minutos o tres cuartos de hora, lo importante es evitar cualquier sensación de intrusión en la otra persona. No dudes en preguntarle si la presión y el ritmo le convienen. En general, su respiración marca el tempo. Disminuir el ritmo de su respiración le ayudará a tranquilizarse.
Masajea a tu hijo
El masaje es como decir "te quiero". Les hace sentirse valorados, seguros, y refuerza su autoestima. Este contacto táctil le ayudará a sentirse más a gusto con su cuerpo y a desarrollar su capacidad para centrarse y escuchar sus sensaciones. Incluso puedes añadir una dimensión lúdica al masaje.
Dirígete a las zonas neutras: piernas y pies, que han estado activas durante el día, o espalda, hombros y cuello, que han estado sometidas al transporte de una mochila. "El contacto debe ser bastante distante, no se trata de un abrazo, para que el niño no retroceda a un patrón demasiado fusional", explica Christian Hiéronimus, formador en relaciones humanas.
Masaje a ti mismo
Explorar el cuerpo con curiosidad permite descubrir sus detalles: sus contornos, sus rincones olvidados, sus zonas calientes o frías, pero también sus zonas dolorosas y emocionales. También es una forma de sentirse vivo.
El automasaje puede realizarse con las puntas de los dedos o las palmas de las manos, con cristales de masaje o con ventosas. Masajéate la cara, sobre todo al levantarte, para estimular el cuerpo al despertarse y tonificarse. Masajea los hombros, los antebrazos, las manos y los pies, y verás que te encontrarás relajada.